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De profesión, atracador de bancos a los 71 años: “Esta iba a ser mi última vez” | España

by Marko Florentino
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Reside en Ciudad Jardín, una sencilla barriada ubicada al norte de la ciudad de Málaga. Y a simple vista es un jubilado afable, educado. De aparencia, es el ciudadano que ayuda a la señora mayor del quinto a subir las bolsas de la compra o que echa un cable a sus vecinos cuando se necesita. Se llama Juan y ha cumplido ya 71 años. “Es un hombre con principios”, destaca alguien que le conoce bien. “Pero si tiene que pegarte un tiro, también lo haría sin problemas”, añade la misma persona, un inspector de policía que prácticamente ha crecido siguiendo las peripecias de este malagueño, un atracador muy popular en el cuerpo policial por la veintena larga de antecedentes que acumula en su historial. El último es de hace solo unas semanas. Entonces fue arrestado, de nuevo, justo al salir de una entidad bancaria armado y con 64.000 euros. Para él, fue otro día en la oficina, pero esta vez acabó con grilletes en las muñecas.

Con una vida laboral inmaculada, en el grupo de atracos de la Comisaría Provincial de Málaga le conocen bien debido a su amplia trayectoria delictiva, que arrancó durante su juventud. Entonces tuvo un problema con el juego y desplumó varios comercios y restaurantes para financiar su vicio a finales de los años 70 y comienzos de los 80. Con el paso del tiempo, ya solventada su adicción, se especializó en robos en entidades bancarias. Hizo de ello su oficio. Y durante años tuvo fijación por una en concreto: Unicaja. Se centra en sucursales cercanas, la mayoría ubicadas en Málaga y otras en localidades próximas, aunque poco a poco también amplió su radio de acción a la vecina provincia de Granada. En los últimos años fue igualmente abriendo el abanico de entidades. Su trayectoria ha estado marcada por atracos, detenciones y entradas a prisión. Cuando cumplía condena y obtenía de nuevo la libertad, el proceso volvía a repetirse. Ha pasado numerosos años entre rejas. De hecho, recibe una pequeña pensión —que ronda entre los 400 y 500 euros— por toda su larga estancia penitenciaria.

En los últimos meses su rutina incluía levantarse temprano —alrededor de las 6.30 de la mañana— y pasear por su barrio, con especial atención a lo que ocurría en las entidades bancarias. Estudiaba los horarios de apertura, el número de empleados, el tráfico que había alrededores de cada oficina, la rutina de los clientes, cualquier imprevisto que pudiera surgir. Luego charlaba con la clientela y se iba a pasar el día. La policía sabía bien sus movimientos diarios porque le seguían los pasos desde el año pasado, cuando realizó dos intentos de fallidos de atraco en una sede de Caja Rural y otra del Banco Sabadell en la capital malagueña. Los agentes tenían claro que era él, pero no conseguían obtener pruebas que lo inculparan ante el juez aunque tenían su teléfono intervenido y numerosas diligencias autorizadas por el juzgado de instrucción número 11 de Málaga. “En las imágenes de las cámaras de vigilancia de aquellos dos intentos lleva la cara totalmente tapada. Nosotros sabemos que es él por su estilo y por su forma y moverse, pero necesitábamos algo más”, señala un investigador. De hecho, la manera de andar al estilo del personaje televisivo Don Pimpón, ya llevó a su anterior arresto, en 2022, cuando robó 130.000 euros de una sucursal de Unicaja. Solo se consiguieron recuperar mil de aquellos euros.

Asalto lleno de paciencia

En la calle desde hacía un tiempo y tras los dos intentos fallidos de 2023, la mañana del pasado 22 de noviembre Juan lo intentó de nuevo. Madrugó como cada día y antes de las ocho de la mañana se apostó junto a la sucursal de Caja Rural que hay cerca de su casa. Esperó a que los trabajadores entraran. Luego se puso la capucha, se tapó la cara con una braga y entró tras ellos. Sacó una escopeta de cañón recortado, amedrentó a los empleados con el arma y pidió al director de la oficina que abriera la caja fuerte. “Sabía perfectamente que tiene apertura retardada, pero es muy paciente. Es de los pocos atracadores que entra a primera hora y no tiene problema en esperar”, relata el investigador, quien recalca la gran sabiduría que el hombre ha obtenido durante los años y que no se pone nervioso. “Los jóvenes cuando hacen algo así llegan puestos de cocaína hasta arriba, pero él no. Es consciente de todo lo que hace y, además, no toma drogas ni alcohol”, subraya. En España se cometen cada entre 200 y 400 atracos a bancos, según el Ministerio del Interior.

Lo que el delincuente no se esperaba esta vez es que un comerciante de la zona le hubiese visto entrar y se fijase en que iba sacando su arma mientras lo hacía, para avisar acto seguido a la Policía Nacional. La llamada entró a las 8.07 de la mañana. Y en cuanto el grupo de atracos la recibió, sabían quién estaba tras aquel asalto. Los primeros en llegar a las inmediaciones fueron las patrullas ciudadanas, que acordonaron la zona. A los pocos minutos los investigadores que llevaban siguiendo a Juan durante meses también llegaron al lugar. Mientras él esperaba a que pasara entre 10 y 15 minutos para que se abriese la caja fuerte, fuera los policías también le esperaban a él.

Antes de salir del banco, un compinche le avisó de la comitiva que le recibiría en la calle a través de un walkie talkie que el hombre llevaba en un bolsillo. Aún así, cogió su dinero —64.000 euros— y lo metió en una bolsa de plástico, donde también introdujo la escopeta que había mostrado a los empleados y otra arma corta que portaba entre su ropa. Salió despacio y al comprobar el dispositivo policial, se arrodilló en el suelo, puso sus manos en la cabeza y los agentes le echaron al suelo para ponerle los grilletes, maniobra realizada con cuidado para no hacer daño a una persona de 71 años. La investigación sigue abierta a la espera de identificar y detener a la persona que le esperaba fuera con el segundo transmisor de comunicaciones.

Mientras, Juan se encuentra ya de nuevo en prisión. No es fácil que una persona de su edad ingrese, pero en este caso la fiscal decidió hacerlo por la utilización de dos armas de fuego en este último caso y el largo historial que acumula. “Los atracos son su forma de vida”, insisten fuentes policiales, que enfatizan el contraste que supone la educación y amabilidad que muestra en su día a día con los delitos que comete. “Gracias por el trato, inspector”, dijo al jefe del grupo que le detuvo. “Esta iba a ser mi última vez”, añadió el atracador. Pocos le creen porque no es la primera vez que menciona esas mismas palabras.



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