En octubre de 2016 el Comité Federal del PSOE, bajo la batuta de Susana Díaz, arrojó por la ventana a quien era el secretario general, Pedro Sánchez, pero nadie bajó las escaleras a comprobar si el personaje defenestrado estaba muerto. Y no lo estaba, sino que había agarrado su automóvil para recorrer España y, al final, derrotar de manera aplastante a Susana.
Y así comenzó su aventura política, buscando, en primer lugar, cualquier pretexto para echar del Gobierno a Rajoy y lo consiguió con el apoyo de una patulea que él llamó progresista. Una coalición en el Gobierno con una extrema izquierda (Podemos) políticamente más pasada que un traje viejo. Como apoyo a ese Gobierno contó con unos grupos parlamentarios separatistas que odian a España y detestan nuestra Constitución.
Sánchez y los suyos, dueños de las siglas PSOE, no han hecho otra cosa que bajarse los pantalones para dar acogida a los disparates de sus socios de Gobierno (ley de igualdad, ley trans…) y a las demandas separatistas: indultos para los partidos golpistas catalanes. Envío al País Vasco de los presos de ETA y la alcaldía de Pamplona para EH Bildu y la promesa de un nuevo estatuto para el PNV…. Y luego llegó Puigdemont.
En efecto, tras las elecciones generales de julio de 2023 Sánchez, para seguir con el Gobierno de progreso, necesitó unir a su tribu al huido Puigdemont, dueño y señor de Junts, para lo cual hubo de arrastrar por el suelo sus pantalones caídos y aprobar una ley de amnistía que perdonaba los graves delitos cometidos por los separatistas. Hasta ahí el destrozo y a partir de ahí la parálisis legislativa que ha dejado sin presupuestos al país y sin posibilidad alguna de legislar sin tener que ir entregando la herencia recibida a los enemigos de España.
«Habrá que plantearse qué hacer cuando Sánchez desaparezca para impedir que jugadas como esta puedan repetirse»
Leamos a José Antonio Zarzalejos:
«El Estado democrático y de Derecho convulsionado con tensiones segregacionistas tratadas complacientemente para mantener el poder, el funcionamiento de las instituciones, colonizadas, responde a intereses de parte, el orden jurisdiccional está siendo invadido, la política exterior es instrumental al servicio de criterios opacos y las libertades están siendo amenazadas por prácticas incompatibles con su plena vigencia».
Y a esto se están uniendo, sin ninguna perspectiva de futuro para España, la ruptura en favor de Cataluña del modelo de financiación autonómica, las reiteradas amenazas a la libertad de expresión y el mantenimiento en su cargo del actual fiscal, cuyas acciones son dictadas por los intereses personales de Sánchez y de su Gobierno.
A la vista de esta situación habrá que plantearse qué hacer cuando Sánchez desaparezca para impedir que jugadas como esta sanchista y otras peores puedan repetirse.
Para empezar, habría que abordar la aprobación de una nueva ley electoral que elimine para siempre la posibilidad de que fuerzas políticas con muy pocos votos se puedan convertir, como ahora ocurre, en piezas claves para la gobernabilidad del país.
Desde el punto de vista social sería posible consensuar políticas razonables en torno a asuntos como la inmigración, que sean apoyadas por la mayoría de españoles que están a favor de la integración necesaria de los inmigrantes. Inmigrantes que reclama una demografía española que necesita más habitantes o caerá en picado.
