El acuerdo entre los socialistas y ERC habla de “establecer un nuevo modelo de financiación para Cataluña basada en la negociación bilateral con el Estado”. El pacto que ha hecho presidente a Salvador Illa establece que sea la Generalitat “quien gestione, recaude, liquide e inspeccione todos los impuestos”, y asegura que solo después se establecerá “la aportación catalana a las finanzas del Estado”, en función “del coste de los servicios que el Estado presta a Cataluña” más una aportación a la “solidaridad”. Esquerra bautizó ese pacto como “concierto fiscal” desde el primer minuto. Socialistas de gran octanaje como Josep Borrell hablan también a las claras de “concierto”. Las derechas y la opinión publicada de sesgo conservador y ultraconservador han ido mucho más lejos: del “cupo catalán” y el “confederalismo” fueron ascendiendo al ya tradicional España se rompe, y de ahí queda poca distancia hasta el Apocalipsis de San Juan y los hongos nucleares.
Ese pacto, en fin, es ambiguo. Como todos los pactos que se firman entre dos partes que están muy alejadas. Tiene un par de escapatorias –no hay mayorías para sacarlo adelante, y la solidaridad tiene que pactarse entre los socialistas catalanes y los socialistas españoles— y todo hace pensar que difícilmente se va a aplicar: es un acuerdo pensado, lisa y llanamente, para investir a Illa. Esquerra obtiene un dividendo jugoso en términos de relato, y se saca de encima definitivamente a Junts. El PSC accede al poder después de muchos años, y abrocha ese sintagma tan cascabelero de “fin del procés”. ¿Qué sacan el PSOE y La Moncloa? Esa respuesta fue desde el principio más difusa. Algunas voces hablan simple y llanamente de una posible triquiñuela consentida por Esquerra, a través de la ambigüedad y las escapatorias citadas más arriba. Los más locuaces apuntan a que Sánchez suele disparar primero y preguntar después: puede decir que ha pacificado Cataluña, y que ha hecho president a Illa, y si luego resulta difícil sacar rentabilidad política de ese acuerdo —si es que el acuerdo llega a aplicarse—, ya se verá. Hasta ayer estaba claro que los socialistas catalanes estaban relativamente tranquilos con ese pacto, y que del Ebro para abajo había mucha más preocupación. Nadie ha entendido cómo durante semanas se le ha dado todo el espacio a Esquerra para fijar la narrativa del concierto (más allá del hecho de que de ERC dependía la presidencia de Illa). Nadie termina de entender cuál es el plan maestro de Sánchez para el sistema de financiación de las autonomías, que es otra manera de hablar de la reforma del modelo de Estado.
María Jesús Montero, vicepresidenta del Gobierno, alto cargo del PSOE y máxima responsable de esa reforma de un modelo de financiación que lleva años caducado, apareció este miércoles desde Rota para decir que todo es mentira. No hay concierto, y el que diga lo contrario, miente. “No es un concierto económico, ni una reforma al uso del sistema de financiación”, “y el que diga lo contrario miente”. ¿Qué es, entonces? Un esplendoroso ni fu ni fa. Después de casi un mes de silencio, es llamativo que ahora Montero salga a desmentir a Esquerra con esa contundencia.
Hace justo 20 años, el periodista Ron Suskind acuñó el término “comunidad basada en la realidad” para calificar las industrias y andanzas del Gobierno de George W. Bush en Irak. “Un asesor [de Bush] me dijo que tipos como yo estaban en lo que llamamos la comunidad basada en la realidad, que él definió como la gente que cree que las soluciones proceden del estudio racional de la realidad. Asentí y murmuré algo sobre los principios de la ilustración y el empirismo. Me cortó: así ya no funciona el mundo, me dijo. Ahora somos un imperio y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras vosotros estudiáis esa realidad, nosotros actuamos de nuevo creando otras realidades, que también podéis estudiar, y así es como son las cosas”. Eduardo Mendoza lo dijo una vez aún más claro: “La vida [léase la política en este caso] es así, como el fútbol: unos cuantos juegan y el resto lo comenta”. ERC y los socialistas firmaron un pacto con ambigüedades y escapatorias hace unas semanas, probablemente inaplicable, y Montero lo reinterpretó ayer para calmar a la familia socialista. Sigue sin conocerse el plan maestro del PSOE sobre el modelo territorial, si es que lo hay. Quienes pensaban que el pacto entre PSC y ERC era una suerte de indicador adelantado, tras el desmentido de Montero deberían releer a Suskind y su comunidad basada en realidad. Illa es ya president y la inestable alianza entre socialistas y Esquerra sigue ahí, a pesar de las amenazas de los independentistas; esos eran los dos objetivos. Para todo lo demás hay que acordarse de un refrán caribeño, “lo más seguro es que quién sabe”.
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