Toña y Dolo son dos mujeres de 63 y 58 años que viven en Puerto de Vega, un pueblo de Navia (Asturias) que no supera los dos mil habitantes bañado por el Cantábrico, en el que hace más de 200 años murió Jovellanos. Toña y Dolo están en Madrid este sábado porque toca Iron Maiden en el Metropolitano. Son las 9.45 y las dos están vestidas ya de concierto con camisetas de Iron Maiden. Han visto a AC/DC, han visto a Metallica. Preguntan por el Resurrection Fest, el maravilloso aquelarre heavy que se organiza cada año en Viveiro (Lugo). Son metaleras y organizan un festival, Unirock, en su pueblo.
Esta mañana Toña y Dolo están donde le pide el cuerpo a dos rockeras: en Ferraz. “Hemos venido a curiosear”. Dentro de unos días, ya en Puerto de Vega, les será difícil distinguir el Comité Federal del PSOE del concierto de Iron Maiden. De momento, y antes de que empiece la cumbre socialista, eldiario.es ha madrugado con un bombazo: el nuevo adjunto a la secretaría de Organización, Francisco Salazar, uno de los nombramientos para borrar la mancha de Santos Cerdán, ha sido acusado por varias subordinadas de “comportamientos inadecuados”. Una de ellas, de “actitudes babosas”; otra, directamente, de “acoso sexual y abuso de poder”. La noticia se publicó a la una de la madrugada. Todo el mundo aquí está hablando de ello. Pero la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, llega a Ferraz casi a las 10 diciendo que no ha leído nada pero que, en cualquier caso, “Salazar es un hombre íntegro”. Nada, tampoco Iron Maiden, supera un arranque así.
Hay un pequeño grupo proPSOE de gente sobre todo mayor en una esquina de la calle. Un cartelito pequeño (“Pedro, aguanta, te queremos”) y una bandera socialista junto a una española. Aplauden y gritan al paso de los miembros del Comité Federal; abuchean a las furgonetas que, con una cara diabólica de Pedro Sánchez y el letrero gigante ‘corrupto’, llevan semanas paseándose por Madrid. Un hombre, de hecho, les hace el símbolo de los cuernos con las manos. Toña y Dolo, a distancia, se estremecen.
Pilar Alegría cosecha una ovación de aúpa y, cuando termina, un vozarrón (una voz imposible, una voz entrenada para poner a temblar las farolas) grita: “Pilar Alegría, mamporrera de Ábalos en el parador de Teruel”. Resulta que el hombre (edad avanzada, camisa blanca, gafas de sol de aviador) protagoniza a su extraña manera una escena incalificablemente civilizadora. Pegado a él, delante, otro hombre de edad parecida grita: “¡Cien años más de socialismo!”. Y acto seguido, es respondido: “¡Ladrones, devolved lo que os habéis llevado!”. Y vuelta: “¡Cien años más de socialismo!”. No se miran, no hay ningún mal rollo personal: gritan sus cosas, furiosamente antagónicas, y siguen a lo suyo. Quizá hasta son vecinos de escalera; quizá esta mañana se saludaron al cruzarse en el ascensor, se pusieron uno junto al otro en una acera de Ferraz, y empezaron esta coreografía del desencuentro.
Las aceras están cortadas por mucha policía. Los vecinos tienen que pedir permiso a los agentes para acceder a sus portales o para desayunar en los pocos bares que quedan dentro del cordón. En la otra esquina, frente al Santuario del Inmaculado Corazón de María, los detractores de Sánchez le insultan y le reclaman cárcel o cosas peores. La penitencia de esta iglesia de los misioneros claretianos es curiosa: ningún centro religioso soporta a sus puertas desde hace años mayor número de exabruptos, malos deseos y odio; es como quedar todos los días delante de un restaurante vegano a comer carne, siendo los carnívoros clientes del restaurante y con el responsable haciéndoles ojitos.
Es un mundo difícil, complejo, impredecible. Los fans socialistas de Sánchez señalan incómodos: “Cuidado con EL PAÍS que se está escorando”. Hubo un momento, nada actual, en que informar de la verdad, tan contrastada que hasta tu propio partido toma medidas, empezó a a ser “escorarse”. Entre los más fanáticos no les molesta tanto que los suyos se hayan apropiado supuestamente de dinero público para sus vicios y sus ahorros, sino que se cuente. Es “dar munición” a la extrema derecha, dicen.
El dislate es morrocotudo, pero no es día de que nadie entre en razones. Los ánimos están encendidos. El amor por “Pedro” lo excede todo en ese reducido grupo. A cien metros, a las 10.23, se produce una sonada conversación entre una pareja adulta y una señora que arrastra el carrito de la compra. Están en la calle Juan Álvarez de Mendizábal. De lejos parece, por el tono alto, una gran discusión, pero no. La pareja le explica a su vecina, a gritos, que ellos no están con el PP ni Vox. “Yo le peleo a todo”, dice la mujer. “Yo lo que quiero saber es dónde están las maletas con el dinero. Como están aforados, están protegidos. Yo me voy a aforar mañana y a robar un banco”.
Muchos de los miembros del PSOE que acuden al Comité Federal bajan hasta la sede por la calle del Buen Suceso y lo primero que ven es una clínica de traumatología llamada Trauma Ferraz porque las calles, a su manera, nos cuentan nuestra vida, sólo hay que saber escucharlas. El discurso de Sánchez podría cantarlo a su manera horas después Bruce Dickinson, vocalista de Iron Maiden, en su tema Resurrection Men: “Algunos dicen que caminamos sobre tumbas, en verdad, cavamos. / Mi nombre es Lázaro, resucito a los muertos. / Así que levántense, espíritus, levántense”. Pasado un rato de discurso, Sánchez da el titular: “El capitán no se desentiende cuando viene mala mar, se queda a capear el temporal y a llevar la nave a puerto”. Hay un verso apropiado de Jesús Lizano para esta ocasión: “El capitán no es el capitán. El capitán es el mar”.








