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Dos periodistas a los que ETA intentó asesinar cuentan su calvario en el juicio: «Nos marcó la vida entera»

by Marko Florentino
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Los dos periodistas a los que el comando Gaua de ETA intentó asesinar en noviembre del año 2000 colocando una maceta con dos kilos y medio de dinamita a la puerta de su casa, en la ciudad de San Sebastián, han narrado lo ocurrido este lunes ante el tribunal de la Audiencia Nacional que juzga por tres asesinatos terroristas en grado de tentativa a Patxi Macazaga, Jon Zubiaurre, Imanol Miner y Asier García Justo, quienes han reconocido los hechos. «Supuso cambiar toda nuestra vida, todas nuestras relaciones. Marcó toda la vida», han explicado. Se trata de la pareja que conformaban Aurora Intxausti, que trabajaba en el diario ‘El País’, y Juan Palomo, que se desempeñaba para Antena3, ambos destacados en País Vasco. Tenían un hijo de 18 meses de edad y, según han detallado ante el tribunal, no es que se sintiesen amenazados, pero sí marcados por ETA, sobre todo ella, que tuvo que ver su nombre en una pintada cuando aún embarazada, se dirigía al médico y soportó una campaña del diario etarra Ekin acusándola de encarcelar a la gente con sus publicaciones. Aquel 10 de noviembre, se disponían a salir de casa como cualquier otra mañana pero Palomo escuchó «algo parecido a un petardo» cuando abrió la puerta del piso, un sexto, en el que vivían. Se asomó y encontró sobre el felpudo una maceta con una planta. De la tierra asomaba cableado. Ella estaba «poniendo un gorrito al niño» para llevarle a la guardería cuando él le dijo que soltase al bebé y se asomase también a mirar. Lo siguiente fue encerrarse con el niño «a jugar a los lego» en la habitación más alejada de la entrada mientras él llamaba a la Ertzaintza y llegaban al domicilio. Noticia Relacionada Invita al Senado a acudir al Constitucional estandar Si El Congreso mantiene que actuó conforme a derecho con la ley que beneficia a etarras Patricia RomeroUno de los agentes que subió a la carrera los seis pisos de escaleras hasta llegar a la maceta, daba fe en la sala de juicios de la Audiencia Nacional de lo que encontró: «un cable negro y uno rojo» asomaban de la tierra. Desalojaron el edificio y luego llegarían las comprobaciones. Había «dos kilos y medio de dinamita y dos kilos y medio de tornillería», metralla letal oculta bajo el helecho que ETA había colocado sobre la alfombrilla, tras manipular el acceso del portal para garantizarse una entrada y salida limpias del edificio. Tenía que haber explotado al abrirse la puerta. «Yo pensaba que nos habían puesto un gato negro en la puerta como amenaza o algo. Y cuando vi el tiesto con el cable saliendo, empecé a descontrolar. Cogí al niño, se puso a llorar y nos fuimos a una habitación y saqué los legos y nos pusimos a jugar. Entras en una nebulosa en que no sabes cómo funciona el tiempo», explicaba ella como testigo en el juicio. Expulsados del País Vasco«Mi vida cambió radicalmente -proseguía-. Tuvimos que abandonar el País Vasco, nos vinimos a Madrid… Pero es que cambió nuestra vida y la de todos los periodistas del País Vasco que no comulgaban con ETA», añadió. Fue un punto de inflexión para los informadores, pues los que se quedaron llevarían escolta a partir de aquel momento. Eso fue lo que se ofreció a esta pareja, dos policías para acompañar a cada uno durante el resto de sus días en País Vasco. Pensaron que no era forma esa de cuidar a un hijo o, en palabras de Intxausti, cuatro son muchas personas «para empujar al niño en el columpio». Y se marcharon de allí. «Hay amigos que perdieron un bebé al escuchar la noticia en la radio», completaba Palomo, cuyo padre, que padecía del corazón, falleció dos años después y hubo que celebrar un funeral completamente blindado por la Ertzaintza. «Toda mi familia y mis amigos quedaron marcados» , añadió. Ella, «24 años y 15 días después», como ha señalado, sigue medicada. La Fiscalía ha pedido cerca de 75 años de cárcel para cada uno de los acusados por los tres asesinatos terroristas en grado de tentativa y el delito de estragos, que han reconocido con un breve asentimiento su participación en los hechos. La pena incluye un destierro respecto de las víctimas: cinco años a contar una vez cumplida la pena en los que no podrán acercarse a ellos ni a sus familias.



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