A complete unknown, el biopic sobre Bob Dylan, no obtuvo ningún Óscar. No es algo grave. No es una película perfecta (¡como si eso fuera el criterio que sigue la Academia!), pero es emocionante y genuina. Es quizá la mejor película que se puede hacer sobre Dylan. Entré en la sala con nerviosismo y la sensación de que iba a ver un accidente de tren. Salí con una ilusión renovada por Dylan.
A complete unknown consigue algo que solo ocurre con los mejores conciertos. Cuando la música deja de sonar, uno quiere seguir escuchando al mismo artista. De vuelta en casa tras volver del cine, repasé algunos de mis temas favoritos: la voz rana Gustavo en Peggy Day, de su disco Nashville Skyline; la melancolía crepuscular de Nettie Moore, quizá mi canción favorita suya, del disco Modern Times; Shelter from the storm, de su disco Blood on the tracks.
No es un filme especialmente sofisticado, ni a nivel narrativo ni visual. Pero es una película llena de cariño y buen gusto. Y esconde muchos matices detrás de su simpleza. En ese sentido, se parece un poco a Dylan. Los grandes artistas siempre hacen fácil lo difícil. Una de sus grandes virtudes es que no intenta desentrañar el misterio Dylan. Es algo que resulta muy irritante de algunos dylanistas, y en general de los fans fundamentalistas de cualquier artista, hermeneutas y académicos que acaban matando lo que analizan de tanto manosearlo; acaban convertidos en taxidermistas. Hay muchos dylanistas que quieren resolver la ecuación. Pero no hay nada que resolver. Todavía hay gente en 2025 indignada con que Dylan en sus conciertos hace lo que le da la gana, hace improvisaciones largas y toca las canciones más escondidas de su repertorio; pero es que lleva haciendo lo que le da la gana desde 1965, cuando se produjo su celebérrimo episodio en el Newport Folk Festival tocando rock entre los abucheos del público.
«Hay muchos dylanistas que quieren resolver la ecuación. Pero no hay nada que resolver»
Chalamet sabe exactamente qué hacer con el personaje. Sabe que el misterio de Dylan es insondable y actúa en consecuencia. Encaja perfectamente en el traje de Dylan, una mezcla de chico raro con Asperger y tipo duro y pasota que fuma con estilo (el momento en que Dylan y Johnny Cash se conocen es absolutamente brillante: Dylan cambia su careta constantemente de malote a niño vergonzoso, Chalamet está increíble). Chalamet está también perfecto interpretando los temas. No hay playback, no hay montajes extraños para que no se vea que no sabe tocar. Todo lo hace él. Y suena a Dylan pero también suena a la interpretación propia de Chalamet. Su interpretación de Song to Woody frente a Woody Guthrie en el hospital (me encanta que Guthrie tenga un rol tan importante en la película) es especialmente emocionante.
Aquí no hay epifanías ni grandes descubrimientos. Sí hay mucha gente que observa a Dylan con fascinación; todos son conscientes de que están ante algo que no son capaces muy bien de explicar. El espectador observa a otros observando a Dylan. En esa fascinación hay también resentimientos, reproches, desencuentros (con su mentor Pete Seeger, con su amante Joan Baez, con su novia Suze Rotolo). Y hay sobre todo una distancia. En el fondo, Bob Dylan está siempre solo. Y es así como quiere estar.