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Edmundo González, el embrujo zapatero, por Tadeu

by Marko Florentino
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La controvertida salida de Venezuela de Edmundo González para asilarse en Madrid puede justificarse (humano, demasiado humano…) desde el punto de vista de la integridad física de un político (uno por poderes, no se olvide, y en lugar de la líder real de la oposición, María Corina Machado), que se halla en el ojo del huracán y con riesgo para su vida, y que, en cierto modo, se lo ha repensado.

Un cambio en las prioridades. Nadie puede obligar a nadie a ser un héroe. Ni siquiera el que lo es a su pesar.
La firma de una carta grotesca e indigna (igual que su prosa) en la que promete autocensurarse y dejar de ejercer como opositor, así como reconocer las decisiones de los órganos corruptos de la sangrienta dictadura, o entra en el ámbito de la traición o bien en el de la coacción y el chantaje, que es lo que ahora apunta el interesado, cuando se ha hecho pública la carta y toda la puesta en escena.

«Nadie puede obligar a nadie a ser un héroe. Ni siquiera el que lo es a su pesar»

Pero ¿qué habría pasado si este documento, y un segundo sobre la seguridad de su hija y sus nietos en Caracas a cambio de algo (y que la dictadura amaga con hacer público) hubiesen permanecido confidenciales, como era la primera intención y consta en la propia carta?

Edmundo González tiene derecho a salvar su vida y proteger la de los suyos —se acaba de decir— y tomar determinadas decisiones, pero quienes lo votaron como presidente tienen, a su vez, también derecho a saberlo. Y la líder de la oposición antes incluso que ellos.

Obviamente, como presidente electo, reconocido como presidente electo por el Congreso español (la primera votación ética del PNV en años) y el Parlamento Europeo, Edmundo ha quedado muy disminuido, dejando en María Corina Machado toda la responsabilidad de liderar la oposición, desde la clandestinidad. El problema es que el candidato fue él, y, por tanto, él quien debiera asumir jurídicamente el cargo el 10 de enero de 2025. Difícilmente podrá hacerlo desde Madrid y habiendo tirado la toalla. Su exilio puede suponer años de demora en la caída del régimen criminal, ¡a menos de que Edmundo se revele un Dantés!

Harina de otro costal, igualmente muy poco blanca, es el papel del Gobierno de Sánchez, que oscila entre la equidistancia («no ganó Maduro, pero tampoco la oposición», Albares dixit), la mediación compasiva («Un héroe al que España no va a abandonar», Sánchez), o la denuncia franca «Venezuela es una dictadura», de Margarita Robles (la primera declaración ética en muchos años, ¡parece del PNV!). Pero en el exilio de Edmundo González el gobierno español ha jugado un papel de falso mediador, facilitando los propósitos de Maduro, con un chantaje y una extorsión perpetrados en la propia embajada.

Conviene saber qué papel ha jugado el expresidente Zapatero (y exmiembro del Consejo de Estado, las razones de su salida no son neutras…) en todo este asunto. A fecha de hoy sigue sin decir esta boca es mía; el Gobierno quería que se le dieran las gracias en una moción parlamentaria alternativa, que no prosperó. ¿Gracias a qué? Urge que comparezca en el Senado, donde el PP sí puede convocarlo.

Pero, ¿qué le debe el gobierno a Zapatero? Y ¿qué intereses tiene Zapatero en Venezuela, no ahora sino desde hace años? ¿Ha mediado España para descabezar la oposición a Maduro? ¿Con qué fin? ¿Sánchez quiere ser el mediador internacional cuando por fin caiga la dictadura?

Tantas dudas y tan pocas certezas.

Y luego está el papel del embajador, Ramón Andrés, el cooperador necesario de esta farsa extorsionadora. ¿Recibió órdenes directas de Zapatero, Albares, de Sánchez? ¿No conocía el contenido de los documentos que se iban a firmar en la embajada? (Delcy nunca debió entrar, por cierto, por estar en la misma lista que impidió que saliera de Barajas con sus maletas). El Convenio de Viena ha sido vulnerado en varios apartados y él es responsable de ello.

N.B. Han sido los socialistas portugueses Francisco Assis, Isilda Gomes, Sérgio Gonçalves, André Rodrigues y Carla Tavares los que han permitido que prosperase la moción en el Parlamento Europeo que reconoce a Edmundo González como presidente electo de Venezuela, anteponiendo su conciencia al hecho de que votasen el mismo texto unos diputados considerados ultras, como son los de los partidos de Meloni, Le Pen y hasta Alternativa para Alemania. Merecen ser repetidos sus nombres: Francisco Assis, Isilda Gomes, Sérgio Gonçalves, André Rodrigues y Carla Tavares. Votaron en libertad, con la única disciplina de su conciencia.

Coda 1) Trump and Harris. Nuevo intento de atentado a Trump, en grado de tentativa chapucera esta vez, sin apenas repercusión mediática ni trasvase de votos constatado. Como si fuera normal, atentar con él. ¿Qué pasaría si fuera Harris la quien estuviera en el punto de mira, nunca mejor dicho? Es como si después del debate ganado indiscutiblemente por Harris (más bien perdido patéticamente por Trump, incapaz de superar las risotadas e hilar dos frases seguidas con datos veraces y alguna propuesta racional) y de la desternillante acusación de Trump de que los haitianos de Springfield roban y se comen a las mascotas del barrio, toda la campaña se ha convertido en una parodia y un concurso de memes de humor, que es lo que acaban siendo los spots electorales. De fondo, la sensación de que poco importa lo que ocurra en las próximas semanas, pues según las encuestas, apenas unas decenas de miles de votos en algunos estados bisagras lo decidirán todo. Como siempre, de hecho, en un país polarizado y con un sistema electoral tan absurdo que permite que gane un candidato con varios millones de votos menos que su contrincante.

Coda 2) Hoja de ruta. Al calor del proceso del monstruo Pélicot, doscientos hombres franceses conocidos (músicos, escritores, cocineros, actores, etc.) han firmado un auto de fe en el que se reconocen potenciales violadores, y animan a todos los hombres a cumplir con esta hoja de ruta.

1. Dejemos de pensar que los cuerpos de las mujeres son solo cuerpos para ser utilizados. Asegurémonos siempre de contar con el consentimiento de nuestras parejas, dejemos de verlo como un obstáculo, sino como la base necesaria para todas nuestras relaciones.

2. Hagámonos cargo de nuestras emociones, dejemos de mirarnos el ombligo, dejemos de invertir la carga del victimismo y aceptemos cuestionarnos.

3. Desaprendamos lo que nos han enseñado y dicho sobre la masculinidad, dejemos de pensar que existe una naturaleza masculina que justifica nuestro comportamiento. No existe una naturaleza dominante, sino un deseo de dominar.

4. Examinemos nuestros numerosos privilegios y pongámoslos al servicio del bien común, y luego, a largo plazo, aceptemos perderlos por completo. Recordemos que el objetivo último es acabar con esta organización sexista que induce «una división jerárquica de la humanidad en dos mitades desiguales».

5. Formémonos continuamente y a fondo, y dejemos de pensar que por haber leído un libro feminista ya podemos contarles en plan mansplaining a las mujeres los entresijos de su lucha.

6. Aprendamos a tomarnos en serio las palabras feministas, y no solo cuando salen de la boca de un hombre. No hacemos más que repetir lo que las feministas llevan siglos diciendo. Sería una buena idea empezar a creer directamente a las personas que están detrás de estas teorías, sin esperar a que nos suene más la cara del mensajero porque se parece a nosotros.

7. Dejemos de perpetuar el club de los chicos y de proteger a nuestros homólogos masculinos. Solidaricémonos con las víctimas, no con los agresores.

8. Entendamos que si ninguna mujer de nuestro círculo nos confía la violencia que ha sufrido, eso no significa que no exista. Por ejemplo, que no haya proyectiles en el salón de tu casa no significa que no haya una guerra. La violencia machista es una realidad sistémica. Necesitamos urgentemente alejarnos de nuestras propias experiencias para forjar una visión más ajustada del mundo. También urge mostrarnos lo suficientemente dignos de confianza para que las mujeres puedan por fin contarnos sus realidades sin temer nuestras reacciones.

9. Escuchemos de verdad a las mujeres cuando nos hablan de sus necesidades y sus límites. Si dejáramos de estar a la defensiva durante dos segundos, probablemente nos sorprenderíamos de lo que podemos aprender cuando no estamos ocupados justificándonos. No nos limitemos a escucharlas cuando su tono es agradable. Están tristes y enfadadas por una buena razón, así que dejemos que nos lo digan.

10. No esperemos a que una mujer nos diga lo que tenemos que hacer para ponernos manos a la obra. Tenemos dos ojos para ver y analizar nuestro entorno, así que sabemos lo que hay que hacer. Porque también es una carga mental tener que decirnos las cosas.





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