En el suroeste del Océano Índico, frente a las costas de Kenia, Tanzania y Mozambique, faenan decenas de atuneros chinos. La gran mayoría son de la empresa pesquera estatal Zhejiang Ocean Family, líder en las cadenas de suministro de productos del mar. Una parte importante de las capturas de esta compañía, que lleva años salpicada por acusaciones de pesca ilegal y trabajos forzados, termina en la Unión Europea. En España, los lomos de atún de los buques chinos se venden a empresas que los enlatan para las marcas blancas de grandes cadenas de supermercados.
El año pasado, la Organización de Productores Asociados de Grandes Atuneros Congeladores (OPAGAC), formada por 48 atuneros españoles que faenan en los principales océanos del mundo, presentó ante la UE una protesta por la «violación de los derechos humanos» por parte de los barcos que enarbolan la bandera de China, país que cuenta con la flota pesquera más grande del mundo.
El foco volvió esta semana a ponerse sobre los pesqueros de Pekín después de salir a la luz una investigación de la ONG británica Environmental Justice Foundation (EJF): buques de propiedad china que faenan en aguas lejanas, concretamente en el suroeste del Índico, utilizan mano de obra norcoreana, en la mayoría de casos forzada, con marineros que permanecen en el mar hasta 10 años sin pisar tierra porque los capitanes de las embarcaciones tratan de evitar que autoridades portuarias se den cuenta de su presencia, la cual está prohibida por una resolución de la ONU.
Estos trabajadores norcoreanos habrían sido asignados directamente por el Gobierno norcoreano para subir a bordo de palangreros atuneros chinos. Sus salarios acaban casi íntegramente en manos del régimen de Kim Jong-un, que lleva décadas financiando sus programas nucleares y de misiles balísticos con buena parte del dinero que ganan los que trabajan en el extranjero, sobre todo en China.
El Departamento de Estado de Estados Unidos aseguraba en otro informe que el Gobierno norcoreano se queda con hasta el 90% de los ingresos extranjeros de sus ciudadanos. En 2017, una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU exigió que, con un margen de algo más de dos años, los países debían de repatriar a estos trabajadores norcoreanos. China y Rusia, que habitualmente reman a contracorriente de estas resoluciones, hacen caso omiso.
China y Rusia
Según las estimaciones de analistas internacionales que se dedican a monitorizar las actividades de Corea del Norte, de los alrededor de 100.000 trabajadores norcoreanos que hay en el extranjero, 80.000 estarían en China y 10.000 en Rusia (aunque esta última cifra no incluiría a los 10.000 soldados norcoreanos enviados a luchar contra el ejército ucraniano). «Estos trabajadores son contratados colectivamente en China a través de empresas comerciales norcoreanas controladas por el Gobierno de Kim Jong-un. Desconocen sus verdaderos salarios, ya que reciben su paga sólo después de que el empleador les deduce los fondos que se cobra Pyongyang», explica Cho Han-bum, analista del Instituto de Unificación Nacional de Seúl.
La investigación sobre los pesqueros chinos que ha realizado EJF, que se basa en decenas de entrevistas con otros marineros (de Filipinas e Indonesia) que aseguran haber trabajado con los norcoreanos, señala que al menos 12 atuneros con bandera china utilizaban mano de obra de Pyongyang entre 2019 y 2024. Además, al menos cuatro de estos atuneros aparecen en una lista publicada por la Dirección General de Salud y Seguridad Alimentaria de la Comisión Europea sobre empresas extracomunitarias autorizadas a exportar a la UE.
Según datos del Parlamento Europeo, de 2020 a 2023, China envió un promedio anual de 35.000 toneladas métricas de atún a la UE. Entre 2015 y 2022, el gigante asiático aumentó su participación en este mercado del 9 al 24%. Las fuentes del sector español señalan que, en 2023, España importó 18.695 toneladas de lomos de atún de procedencia china.
«Es una lacra para nosotros porque competimos en el mismo mercado con flotas chinas que, además de la pesca ilegal, trabajan al margen de la ley laboral. No cumplen con la cuota de pesca ni pasan inspecciones laborales ni sanitarias. También se da una circunstancia particular en el caso del atún, que está libre de aranceles en Europa cuando entra entero congelado, independientemente del origen. Todo esto hace que el precio de la lata que ellos venden sea mucho más barata», explica en una llamada telefónica el biólogo marino Julio Morón, director ejecutivo de OPAGAC.
Más importaciones
«Las importaciones de estos productos no paran de aumentar. Nosotros sólo pedimos competir en igualdad de condiciones, empezando por que todos cumplamos con el convenio laboral y las mismas inspecciones. Pero desde la UE se escudan en el mercado libre, sin importar las condiciones de esclavitud que se dan muchas veces dentro de los barcos chinos», subraya Morón.
«Las tripulaciones norcoreanas, para evitar desembarcar, son generalmente transferidas a buques hermanos en el mar antes de que los barcos chinos atraquen, y luego regresan de nuevo. Los marineros chinos y de otras nacionalidades pueden usar sus teléfonos para llamar a sus familias, pero los norcoreanos ni siquiera tienen móviles. A la mayoría les quitan el pasaporte para que no puedan huir», relata el informe de EJF, que también presenta capturas de vídeos donde aparecen a bordo los marineros norcoreanos.
«El efecto dominó de esta situación puede sentirse a lo largo y ancho del planeta, ya que el pescado capturado con esta mano de obra ilegal llega a los mercados de marisco de todo el mundo. China tiene la mayor parte de la responsabilidad, pero cuando los productos contaminados por la esclavitud moderna pueden encontrarse en nuestros propios platos, está claro que los países y los organismos reguladores también deben asumir su parte de responsabilidad», afirma Steve Trent, director general de EJF.
En otras investigaciones, la organización de Trent ha documentado cómo barcos chinos en aguas lejanas capturaban y mataban a especies protegidas, como tortugas y focas. También ha recogido testimonios de tripulantes indonesios y filipinos que denunciaron haber sufrido violencia física a bordo. A muchos de estos trabajadores, al igual que a los norcoreanos, les confiscaron sus pasaportes para que no pudieran escapar. Desde Pekín aseguran que llevan años luchando contra la pesca ilegal y que, desde 2016, han suspendido a más de una veintena de empresas -en 2023 había 177 compañías y 2.551 buques que cuentan con la autorización para operar en aguas lejanas- e impuesto multas por más de 130 millones de euros.
