Gustavo O. ha hablado por primera vez sobre lo que sucedió en su casa la noche del 2 de abril de 2023. La noche en la que abrió a la policía desnudo y bañado en sangre, con un crucifijo en la mano y hallaron a su pareja, Pedro L. G. muerto en el suelo. Nunca antes había explicado, ni ante los investigadores de homicidios, ni ante un juez, qué sucedió en la vivienda, qué desató el crimen ni qué le pasó por la cabeza. Sus explicaciones han sido vagas, ha asegurado que no recuerda el momento del homicidio, pero sí que momentos antes discutió con la víctima y se le nubló la mente después de tomar un café.
—Yo no salí, pero Pedro sí y cuando volvió a casa yo había hecho la maleta porque había encontrado un libro de rituales detrás de un cuadro mientras entrenaba.
Según su relato, los hombres comenzaron una discusión verbal en la que Gustavo, que tenía entonces 34 años, le aseguró que se marchaba de casa. Después de que el acusado le recriminara que siempre le montaba “el show“ y le amenazaba, Pedro, de 52 años, se fue a dormir y le dijo que dejara las llaves en la entrada. “Me tomé un café y me empecé a sentir mal. A partir de ahí no recuerdo nada”, ha concluido su relato de la noche de los hechos. Desde ese momento, blancazo, hasta que despierta en el hospital, según su versión. Lo que pasó después, tal y como acreditan las pruebas forenses, es que la víctima sufrió un centenar de agresiones con destornilladores, un martillo y un cuchillo, que probablemente la agresión comenzó en el dormitorio y continuó por el pasillo hasta el salón.
Los hombres eran pareja desde 2019. Primero convivieron en el barrio del Pilar y en 2020 se trasladaron a Puente de Vallecas. El acusado trabajaba como relaciones púbicas de varias discotecas, cada verano se trasladaba a Torremolinos (Málaga), porque era “cuando se hacía más dinero”. En una ocasión, lo echaron de uno de estos trabajos por culpa, según él, de su pareja. “Lo pillaron pasando droga y me corrieron”, ha explicado. Gustavo era consumidor habitual de metanfetamina, como él mismo ha admitido y ha quedado probado con el análisis de orina que le hicieron el día del homicidio.
Según el acusado, la relación sentimental se había acabado en 2021, pero seguían conviviendo porque Pedro lo “manipulaba”. “Siempre me decía que si lo dejaba se suicidaría o me denunciaría y me deportarían”, ha afirmado. Según relataron familiares de la víctima, la realidad es que Pedro ya lo había denunciado en el pasado por una agresión en la que lo golpeó con una piedra en a cabeza, aunque después retiró esa acusación. Al juicio no ha acudido ningún amigo del acusado que pudiera corroborar esta narración. “No sé por qué no han venido, tendrán miedo”, ha aventurado.
La declaración de Gustavo ha resultado algo deslabazada. “Estoy medicado, llevo cuatro días sin dormir y hace dos meses tuve un intento de suicidio”, ha argumentado. Según su versión, se ha ido enterando de todo lo sucedido en los meses posteriores al crimen. “La primera vez que tuve consciencia de lo ocurrido fue cuando me desperté en el hospital”, ha indicado.
También, según él, conoció con posterioridad dos vídeos clave en la causa, que este miércoles se han emitido en la Audiencia Provincial de Madrid. Son dos grabaciones de apenas unos segundos. Con la primera, algunas personas que se encontraban en la sala han apartado la mirada de la pantalla ante la dureza de lo que se mostraba. En las imágenes se observa el estado en el que quedó el salón de la casa en el que yace el cuerpo de Pedro, con un centenar de heridas de arma blanca, incluidos tres destornilladores clavados. En el pecho lleva tatuado el nombre del hombre que lo asesinó. De fondo se oye a su pareja y homicida, quejándose de que algo le duele mucho. Son los grilletes que ya le ha puesto la policía después de entrar en la vivienda de Puente de Vallecas, tras la alerta de los vecinos de gritos. La otra grabación la hizo el propio autor antes del crimen, porque aún se ve la casa limpia y en silencio. En ese vídeo se le ve a él sujetando dos maderas en forma de cruz y una imagen religiosa, sonriendo y diciendo: “Lo siento”.