El Cachorro ha regresado a su lugar habitual de culto, el ábside del retablo mayor de la basílica que lleva su nombre, tras haber protagonizado uno de los hitos más importantes —si no el que más— en la historia de las cofradías de Sevilla en Roma, después de haber formado parte del Jubileo de las Cofradías, enmarcado dentro del Año Jubilar de la Iglesia.
El traslado, realizado por la empresa DSV, ha tenido lugar desde primera hora de la mañana del 19 de mayo, desde la carpa instalada para la procesión, hasta la entrada en la basílica en la noche del miércoles 21 de mayo. Por labores de mantenimiento del templo, el Señor no se podrá visitar hasta el viernes en horario habitual, es decir, a las diez de la mañana.
Tardará en olvidarse —o quizás nunca llegue a hacerlo— que la imagen de Cristo que ha representado al mundo en Roma ha sido el Cachorro de Triana. Cofrades de todo el mundo han peregrinado hasta la basílica de San Pedro, epicentro de la cristiandad, en el marco del Jubileo, donde el Cristo de la Expiración ha recibido culto, junto a la Piedad de Miguel Ángel, al lado de la tumba de San Pedro, del Papa Juan Pablo II, Benedicto XVI y muchos más.
Durante los tres días de estancia en la basílica de San Pedro, el Cachorro ha recibido la visita de miles de personas procedentes de todo el mundo. Peregrinos que han cruzado la Puerta Santa —abierta solo cada 25 años—, que han participado en la eucaristía de apertura del Jubileo celebrada en el altar mayor, a escasos metros del crucificado. Han podido contemplar al Cachorro cruzando las naves interiores del templo más importante para los creyentes, han estado en la basílica mayor de San Juan de Letrán para participar en un acto conmemorativo y, finalmente, han tenido el privilegio de vivir una procesión histórica por lugares tan emblemáticos como el Coliseo y el Circo Máximo de Roma.
Ahora todo regresa a la normalidad. El Cachorro está de nuevo en Triana, junto a sus hermanos y devotos, los que pudieron acompañarlo en Roma y los que no, y volverá a recibir este viernes sus plegarias diarias en el silencio de su basílica. Una imagen que, si ya era conocida y venerada, ahora lo será aún más, tras haber llevado el testimonio de la fe sevillana al corazón de la cristiandad.
