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el caso Trump, por Ignacio Vidal-Folch

by Marko Florentino
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Días antes de que el presidente norteamericano, Donald Trump, decidiera bombardear Irán, la legendaria editora norteamericana Tina Brown –The New Yorker, Vanity Fair, Newsweek, etcétera— respondió a las preguntas del periodista David Frum en una entrevista para The Atlantic que acaba de publicarse, sobre el tema «¿Por qué los multimillonarios  se vuelven locos?» en la que se explaya sobre Trump, viejo conocido suyo. Reproducimos algunos extractos de la entrevista que se refieren a la importancia, para perder el contacto con la realidad, de disponer de un avión privado, y algunas anécdotas de «The Donald» que realmente ayudan a ver al funesto personaje.

Brown: Tienes que haber volado en un avión privado para entender eso y poder ser un poco empático al respecto. Yo, de hecho, he volado en los aviones privados de un par de amigos muy ricos, y una vez que has experimentado ese cuero suave, ese hundirte en el asiento, se acabó el correr temiendo perder tu vuelo. ‘No, el avión va a esperarte’. Para ti no existe eso de perder tu avión. Te espera. Y despega cuando tú estés listo. Y luego el asistente viene y te da lo que sabe que te gusta, y así sigue todo hasta que aterrizas, medio dormido, ni siquiera con el cinturón puesto la mitad del tiempo. Aterrizas en algún lugar precioso. De ahí sales y te subes a una especie de coche tipo caravana y te llevan directo al barco o a donde sea que vayas.

Estas experiencias, de alguna manera, te cambian para siempre, y piensas: ‘No hay nadie a quien no sobornaría, traicionaría o con quien no me acostaría con tal de librarme del olor a sudor del transporte público.’ Ese es el tema. Así que, una vez que han experimentado esto, ya no pueden volver atrás. Y se vuelve cada vez más importante para ellos. Sus familias quieren estar en el avión, quieren llevar en él a sus amigos a las villas de invitados. Esto domina sus vidas.

Así que esto, por supuesto, hace que para los ejecutivos corporativos el avión siempre sea una parte importante de la negociación de sus aumentos. Sea cual sea el bono que reciban, lo principal que tienen que tener es: ‘Y también quiero el avión privado, no solo un par de veces al año para ir a una conferencia, sino cuando yo quiera este avión privado, con quien yo quiera en este avión privado, y también poder usarlo durante mis vacaciones’. Y así sigue y sigue. Al final ese avión privado lo domina todo.

De hecho, le pregunté a un amigo mío multimillonario —a quien aprecio mucho, que es muy inteligente, muy discreto y todo lo que quieras-: ‘¿Cómo te cambió el dinero? Porque estoy bastante obsesionada con el momento en que eso le ocurre a los muy ricos. ¿Cuál es el momento de inflexión en el que pierden pie, cuando una persona que es muy trabajadora y ambiciosa se convierte en esta otra criatura? ¿Cuál fue el detonante? ¿Qué fue lo que realmente cambió, lo que el dinero cambió en ti?’ Y él respondió: ‘No fue que el dinero me cambiase a mí. Cambió a los demás. Cambió la forma en que la gente respondía ante mí, y esa fue la diferencia. Es como que ahora todos los que conozco quieren algo de mí, y sé que la conversación en realidad oculta lo que realmente quieren de mí, que es algo determinado, que no es solo mi conversación, mi compañía, lo que sea. Es: en realidad quiero que me des dinero para mi organización benéfica, mi esto, mi aquello; consígueme un trabajo’. Creo que eso hace sentir [a los multimillonarios] extremadamente inseguros, y también hace que solo quieran relacionarse entre ellos.

«Periodistas y escritores estamos en la base de la pirámide en cuanto a recibir respeto por parte de las fortunas digitales de Silicon Valley»

Pero ¿sabes qué? La única otra cosa que realmente me saca de quicio, en realidad, es que siento que estos multimillonarios no tienen ningún respeto, básicamente, por lo que hacemos los demás. No tienen respeto por ello, de la misma manera en que Trump no tiene absolutamente ningún respeto por lo que la gente hace en estas agencias del Gobierno o en estos lugares… Sienten respeto por alguien que puede ser un absoluto tonto, pero que tiene 150 millones de dólares, que luego sepa convertir en mil millones, pero no respetan a alguien que entiende de ciencia o salud, o que escribe grandes frases, o lo que sea. La verdad es que los periodistas y los escritores estamos en la base de la pirámide en cuanto a recibir respeto por parte de las fortunas digitales de Silicon Valley, al menos desde mi punto de vista.

Frum: Hablando de personas que han cambiado: tú estuviste ahí en los días —recuerdo esto de los Vanity Fair Diaries [las memorias profesionales de Tina Brown, llenas de glamour y salpicadas de nombres de celebridades]— en que Donald Trump era divertido. Y mi esposa, Danielle, y yo tuvimos una breve experiencia. Ella se sentó junto a él en una cena en 2006, justo antes de The Apprentice [el programa de TV que hizo famoso a Trump], y me lo describió como alguien muy divertido. O sea, un tipo algo desagradable, y un idiota, pero muy divertido. ¿Dónde perdimos eso? ¿Qué hicimos para perder al Trump divertido?

Brown: Bueno, mira, él entonces era ese tipo grande, atrevido, como una caricatura de The New Yorker. Torres doradas, todo grande. Lo conocí  en un almuerzo que había organizado su entonces esposa, Ivana. Y yo estaba sentada junto a Trump. Teníamos a una persona entre nosotros —él tenía un compañero de almuerzo aburrido y yo también— y al final terminamos hablando uno con el otro por encima de los demás. Y él decía cosas como: ‘Oh, sabes, fui a la ópera. Anoche Ivana me arrastró a la ópera. O sea, nunca más. ¿Pavarotti? ¿A quién le importa? Duró cinco horas’. Y me hizo reír. Era gracioso. Decía esas cosas —en lo que siempre ha sido bueno— que la gente piensa pero no dice, ¿sabes? Criticar la inauguración del Met con Pavarotti, algunos no querrían hacer eso en aquel círculo, pero a él no le importaba, y lo gritaba por encima de la mesa. Así que era entretenido.

Pero creo que las cosas empezaron a cambiar con él, primero, la primera vez que sus finanzas empezaron a irle mal, cuando tuvo su primera bancarrota. Hasta entonces nuestra cobertura [en Newsweek] había sido presentarle como aquel personaje divertido y glamuroso, o sea con alguno de esos artículos de revista sobre la vida y los tiempos de Donald Trump, con su decoración dorada y sus fiestas y todo eso. Y encargamos a Marie Brenner que hiciera un reportaje sobre él justo en aquel momento de bancarrota, y ella escribió un artículo muy duro, y de hecho contaba el maravilloso detalle de que él tenía una copia de los discursos de Hitler. Y él detestó el artículo, lo odió absolutamente. Bien, estábamos en esa cena en Tavern on the Green, y ella estaba sentada, vestida de noche, y él pasó por detrás, y ella sintió algo frío. Se dio la vuelta… y Donald Trump le había vaciado una copa de vino por la espalda.

«Lo enfureció no solo aquel Obama tan ‘cool’, sino aquella sala llena de lo que él veía como medios liberales, todos riéndose de él»

Bien, ese fue un momento en el que ves cuán increíblemente, escandalosamente vengativo podía ser cuando se sentía traicionado, y le echó una mirada terrible.

Yo también estuve allí la noche en que Obama lo ridiculizó durante la famosa cena de corresponsales de la Casa Blanca, justo antes de que realmente decidiera postularse para la presidencia. Aquella noche yo estaba sentada detrás de Trump, detrás de su mesa, y vi cómo su cuello pasaba de un salmón pálido a un magenta encendido, de pura furia. Y creo que lo que realmente lo enfureció no fue solo aquella atmósfera de élite, aquel Obama tan cool, rebajándolo, sino simplemente aquella sala llena de lo que él veía como los medios de comunicación liberales, todos riéndose. Todos riéndose de él, ¿sabes? Y con Obama.

Y creo que volvió a su hotel, e imagino que simplemente golpeó las almohadas y se volvió, quiero decir, loco, estoy seguro, aquella noche. Porque tiene una herida tan profunda en su ego, causada por Dios sabe qué… El caso es que hay una herida real en Trump cuando se trata de la humillación. Es decir, es tan frágil respecto a ese sentimiento de ser humillado, que tal vez viene de cuando iba a la escuela. O sea, fue a esa escuela militar, y quizá lo acosaban constantemente. ¿Quién sabe? No creo que realmente hayamos llegado al fondo, por así decirlo, de la verdadera causa de la enorme vulnerabilidad de Trump ante cualquier tipo de crítica y de cómo se pone a la defensiva si ve que algo se le enfrenta, lo percibe como una falta de respeto.

Y creo que fue ahí cuando realmente se volvió oscuro, y se ha ido volviendo cada vez más oscuro porque, esencialmente, necesitaba encontrar su tribu de una vez por todas. Y esa tribu era la gente que se sentía como él, que se sentía humillada. Y esa fue, obviamente, la génesis de MAGA. Esas personas que, según ellos, habían sido humilladas por la élite que siempre les hablaba con condescendencia. Creo que no están equivocados. Y una vez que encontró su tribu, creo que vio la verdadera oportunidad política de explotar esa tribu, como ha seguido haciendo desde entonces.

«En esos años, los Estados Unidos se volvieron cada vez más adictos a los ‘reality shows’»

…Creo que parte de eso también responde al cambio completo hacia la cultura del entretenimiento que ahora es Estados Unidos, ¿verdad? En la cual él jugó un papel importante, en cierto sentido, con The Apprentice. Pero en esos años, los Estados Unidos se volvieron cada vez más adictos, si se quiere, a los reality shows—las Kardashian, toda esa celebración del brillo… que él representaba.

Sabes, recuerdo su primera convención republicana, cuando habíamos tenido poco antes a Hillary Clinton: increíble, todas las estrellas del mundo. Fue una convención [demócrata] increíblemente glamorosa. Y en cambio su convención fue tan… ni siquiera pudo conseguir grandes estrellas para que actuasen, y así sucesivamente. Parecía que sólo iba a ser una especie de convención republicana cursi y patética.

Pero el avión de Trump aterriza, y cruzando la pista aparece toda la familia Trump con él. Y ahí están todos, ella con su cabello rubio y largo, él con su corbata roja y su avión que dice ‘Trump’.

Yo pensé: ‘Dios mío. Va a ganar’. Porque en cierto sentido, los Trump eran lo que todos querían ser en aquel momento. Quiero decir: los seguidores de Hillary Clinton pensaban que todas las mujeres querían ser esencialmente como Hillary Clinton, ¿sabes?, trabajadoras. No, muchas mujeres quieren sentarse junto a la piscina con gafas oscuras, como Melania. Creo que hay más mujeres que quieren ser como Melania que como Hillary Clinton. Eso es lo que buscan ser. Quiero decir, si te toca la suerte tienes ese dinero, ese avión y un esposo con hombros anchos y corbata roja.

Y todo eso era como una especie de estereotipo fantástico de cierto tipo de aspiración. Verlo fue iluminador.



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