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El Cid y La Quinta resucitan a la Maestranza; el presidente le devuelve la categoría

by Marko Florentino
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Jesús Bayort

Como el feriante que juró no volver al día siguiente, el aficionado salió renegando el miércoles de la Maestranza. Y un día después, allí estaban los dos: uno envuelto en antiampollas; el otro, movido por la fe. Con la esperanza depositada sobre el casillero ganadero y con el impulso del torero del momento. Como el viento que serpenteaba las banderas del graderío, los toros de La Quinta fueron un soplo de aire fresco en la moral de la afición. Lo cantaron en la taquilla del Paseo de Colón, al límite de colgar el cartel de la máxima categoría. Y no tardaron los Martínez-Conradi en responder a las expectativas: ovacionado Dorado en su salida, también ovacionado en la vuelta al ruedo postrera.

Como en sus mejores años, a Manuel Jesús ‘El Cid’ le volvieron a sacar la bolita de la fortuna; como en sus mejores años, Manuel Jesús ‘El Cid’ toreó con rotundidad y excelencia. Profundo y vibrante en una faena de dos orejas ante un toro de bandera. Lo de Manuel Jesús ‘El Cid’ y Dorado fue uno de los grandes momentos de esta Feria de Abril, que resucitaba a la Maestranza tras la prolongada cuesta abajo de los últimos días y daba por fin la estocada a la maldición de Juan Ortega y Florentino. Fue Dorado un toro perfecto: encajado dentro de la morfología de la casa, encajado dentro del arquetipo de la plaza. Con cuatro años, algo despegado del albero y tocado en su encornadura. Que mantuvo su virtuoso tranco de principio a fin, desde la categoría en su salida para el capote hasta la profundidad de la serie final.

Al compás de la plaza, se iba despertando lo mejor de El Cid, cabal en sus primeros lances, medido en la primera serie, roto a partir del ecuador de la faena. Volvía en sus filas el protagonista de la tarde anterior –Manuel Jesús ‘Espartaco’–, más reunido y anticipado en una buena suerte de varas. Vertical y sin grandes esfuerzos arrancaba el de Salteras, que caló rápido la fijeza, clase y ritmo supremo de este Dorado, cuyas virtudes se imponían sobre su mediana humillación. De la figura enhiesta pasaba El Cid a la versión apasionada, entregado en el cite y poderoso en su trazo. Crujió la plaza con una tanda por el pitón derecho, iniciada sobre una suerte de trincherazo para engarzar muletazos larguísimos, en el fondo y en la forma. Si el día antes caía el ánimo con la brevedad de las series manzanaristas, crecía este jueves la temperatura con la intensidad de cada serie del sevillano.

Y volvía a coger la izquierda, su mano, la de los años gloriosos. Atornillado en el cite, seco en el toque, soberbio tras el embroque. Aguantó lo árido de las primeras embestidas para terminar cuajándolo sin ninguna objeción. Sólo el ritmo de Dorado ya valía la vuelta al ruedo. Algo aburrido en su final, lo tapó lo elevado y rotundo del torero elevado, rotundo. Sobró el cierre trapacero, como sobró la pataleta final. Perdía los papeles el matador con la decisión del presidente, que tras la fea estocada sólo concedió una de las dos orejas que le pidieron. Hizo bien, aunque visto el nivel del serial…

No le pega a Manuel Jesús ‘El Cid’, en este momento dulce y liberado de su carrera, enfrascarse en una disputa por una oreja. Fue una faena de dos orejas, bien premiada con sólo una. Enhorabuena al torero, al ganadero y al presidente. No tomó vuelo lo de Jilguerito, el cuarto, que se llevó la ovación de toda la lidia en su salida. Hondo su cuerpo, blancos sus pitones, largas sus manos y fina su expresión. Que pareció tener más alegría en su destape que la que demostró en su final, agarrado y falto de celo.

Toreando con El Cid y con Emilio de Justo, no podía esperar Daniel Luque que el toro o el lote de la corrida cayesen en su bolita. Porque si el de Salteras se llevó el dulce primero, el extremeño se llevó el agradecido tercero. Palomito, que tuvo tela que cortar, que venía recién cortado del molde: bajo, recto de lomo y serio por delante. Que no se entregó hasta sentir la entrega del torero. No cabe duda de que hay un Emilio de Justo más superlativo con estas ganaderías. Preocupado siempre de la colocación, calmado hasta dar con la tecla.  Y no tardó en encontrarla, frente a la viveza de su mirada. Planchada la muleta, enfrontilado el matador. Toque seco, aguantando la probatura inicial, galvánico en el embroque. Y rompió la plaza, como Palomito, que dio lo mejor en esa primera serie. Con la emoción por bandera, con intermitencias durante el resto de la faena. Más recto y difícil por el pitón izquierdo. Exponía el torero, que bordó el volapié. Una de las estocadas de la feria. Si fue el conjunto y la rúbrica los que justificaron esa primera oreja, después serían el esfuerzo y la porfía al sexto los que le llevarían la segunda peluda. A Bienvenido, que recibió con una larga cambiada antes de fajarse frente a sus oleadas y complicaciones.

Pese a no tener mal estilo el lote de Daniel Luque, a los dos les faltó raza. Ibicenco, el segundo, tenía un gran embroque, aunque fea salida. Sin circunloquios lo trajinó el de Gerena, impactando en su soberbio momento. ¿Qué toro no le entra en la muleta? Muy reunido con éste, sin expulsarlo, buscando las vueltas, buscando una oreja más en su marcador. Como después con Ligero, el quinto, que salió como un tren. Espectacular su capa cárdena clara, como su figura: más amplio en su cara y largo, menos rematado que el resto. Le brindó a Álvaro Martínez Conradi (padre), en nombre de toda la afición: brindis al esfuerzo ganadero, brindis a la sublimación de un encaste. Lentísimo fue el planteamiento de Luque. Suave, al compás de este Ligero, que no era precisamente ligero. Con pulso de relojero mantuvo sostenida en la muleta su dormilona embestida, que no terminó de despertar. De esta manera cerró Daniel Luque su Feria de Abril: cuatro orejas y Puerta del Príncipe.

  • Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla.
    Jueves, 18 de abril de 2024. Decimosegunda del abono. Lleno. Presidió Fernando Fernández-Figueroa. Se lidiaron toros de La Quinta. 1º, con clase y codicia (vuelta al ruedo); 2º, buen estilo y limitada raza; 3º, exigente y bravo; 4º, falto de celo; 5º, con buen estilo y falta de raza; 6º, sin fijeza y descompuesto.
  • Manuel Jesús ‘El Cid’
    de azul noche y oro. Bajonazo (oreja); aviso entre estocada y pinchazo agarrado y dos descabellos (ovación).
  • Daniel Luque,
    de berenjena y azabache. Estocada (ovación); estocada y descabello (ovación).
  • Emilio de Justo,
    de catafalco y azabache. Estocada (oreja); aviso tras estocada (oreja).

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