Cuando el mayor Lin Wei despegó el pasado sábado a las 8:40 horas de la base aérea de Taitung, en la costa este de Taiwán, no sabía que ese día iba a recibir dos regalos. Uno era nada menos que el de conservar su vida. El otro era una corbata de recuerdo del que iba a ser el peor trago en los 34 años de su existencia.
El AT-5 Brave Eagle de fabricación nacional que pilotaba en un vuelo de entrenamiento se estrelló en aguas cercanas a la costa debido a una falla en ambos motores. Por fortuna, este único tripulante logró eyectarse a tiempo y fue rescatado sin lesiones graves. En el hospital donde le atendieron, tan solo apreciaron una fuerte hipotermia debido al lapso de tiempo que pasó en las gélidas aguas del Mar de Filipinas, donde fue recogido por los servicios de rescate.
Este hecho marca el primer accidente grave desde la introducción del aparato en 2021. Para su fortuna, el AT-5 llevaba uno de los asientos eyectables más avanzados del mundo: un Martin-Baker, en concreto el modelo X12J. No tiene un precio exacto, y depende del número de unidades adquiridas y montaje necesario, pero su factura podría rondar los 150.000 euros.
Más cara es su vida, la que salvó el asiento hecho a medida para su aeronave. Muy al contrario, más barata va a ser la corbata que reciba en unos días a modo de recuerdo, y con la que el constructor del asiento premia a todos aquellos que se eyectan y salvan el pellejo gracias al trabajo de sus ingenieros. El Mayor Wei fue el piloto número 7.777 que puede contarlo.
Si esa es la espectacular cifra que indica los pilotos que deben su existencia a la firma británica, no todo es perfecto. Existe un cálculo que apunta a que aproximadamente el 11% de los que se eyectan de un caza —ya sea gracias a este sistema u otros desarrollados esencialmente en Rusia— fallecen durante el proceso por diversas razones, mientras que un 42% sufre lesiones y solo el 47 % logra aterrizar ileso.
No solo eso, sino que debido a restricciones, no todas las fuerzas aéreas los pueden adquirir. Sin ir más lejos, en 2018 Argentina tuvo problemas en la compra a Francia de cinco Super Étendard modernizados. Estas aeronaves incluían los asientos, incluyendo los asientos eyectables Mk 4A; los aviones se podían comprar, pero sus asientos eyectables no.
Más tarde ocurrió algo parecido con una docena de aviones de combate ligeros TA-50 procedentes de Corea del Sur. Lo que ocurría es que, desde la Guerra de las Malvinas, el Reino Unido tiene vetadas las exportaciones de tecnología militar al ministerio de defensa de Buenos Aires. En fechas recientes han relajado un poco esta situación y se estudian los casos de forma específica.
El ensamblaje de un asiento eyectable Martin-Baker requiere de un complejo proceso de ingeniería que lleva entre seis y doce meses. Incluye el diseño, producción de sus elementos, montaje, pruebas exhaustivas y certificación, ya que cada asiento debe cumplir con estándares estrictos de seguridad. Los modelos más avanzados requieren de una integración específica según la aeronave, tanto en lo tocante al modelo, como modelo y versión concretos debido al grado de personalización que tienen en cada fuerza aérea.
La instalación en cada aeronave se completa en varios días, y lo que lleva más tiempo son sus pruebas, ajustes y calibración. Esta fase implica analizar medidas de cabina, puntos de anclaje y sistemas de integración para garantizar que cumpla con los estándares de seguridad; los militares no dejan nada al azar.
Un asiento eyectable está compuesto por más de un centenar de componentes que incluyen un motor cohete para propulsión, cartuchos explosivos para la eyección inicial y rotura de la cubierta, un paracaídas principal y su sistema de estabilización, una botella de oxígeno de emergencia, y una serie de arneses para sujetar al piloto durante la operación. Al conjunto se le suele añadir un kit de supervivencia, que puede incluir raciones de comida, sistema de señales, y hasta una lancha salvavidas.
Un historial intenso
El primer piloto que se salvó de una muerte segura fue Joe Lancaster, en 1949. Perdió el control de su Gloster Meteor, y gracias al mecanismo tocó suelo británico sin mayores consecuencias. Ocho años más tarde, Anthony L. Cook, en vuelo de la Royal Air Force en espacio aéreo de Rodesia —actual Zimbabue—, fue el primero en recibir un detalle por cortesía de Martin-Baker que se ha convertido en costumbre para el club de los eyectados. Desde entonces, todo aquel que vive para contarlo tiene una, y entre ellos hay varios españoles.
Los pilotos Eduardo Cuadrado e Ignacio Lombo sobrevivieron en 2002 a una eyección a gran altura. La aeronave experimental DA-6, el prototipo del Eurofighter asignado a la fuerza aérea española que tripulaban, sufrió una parada simultánea de ambos motores sobre Toledo. Una vez abandonado el aparato, siguió volando sin control unos kilómetros para estrellarse en la sierra de Altamira. La Guardia Civil encontró los restos en un paraje situado cercano al límite provincial con Cáceres. Ninguno de los dos militares sufrieron heridas de gravedad.
Más miembros del club
El último incidente registrado en territorio nacional fue el protagonizado por el capitán Daniel Pérez Carmona. Con más de mil horas de vuelo y tres lustros de experiencia, su formación y conocimiento, sumados a su asiento eyectable Martin-Baker Mk14, logró escapar a 1.200 km/h de un aparato que caía del cielo sin control. Aunque sufrió lesiones en la cadera y una pierna, su vida fue salvada. También recibió su corbata.
A muchos de los pilotos les quedan secuelas. Además, los hay que encaran dificultades para volver a volar debido a lesiones, generalmente en las piernas o columna, desadaptación al vuelo, o incluso fobia al avión tras la experiencia de eyección. Pero siempre será mejor eso, que no contarlo.
Es la razón por la que cada vez que los aviadores de combate se suben a sus aparatos, lo último en lo que quieren pensar es en corbatas. A pesar de todo, siempre preferirán recibir una en caso de que las cosas se pongan realmente mal. Será uno de sus regalos menos deseados, pero mejor aceptado de su vida.