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El cordón sanitario, por Jorge Vilches

by Marko Florentino
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Nuestra democracia está en peligro, pero no por lo que dicen quienes anudan el cordón sanitario. Si el grupo al que quieren excluir es contrario al orden democrático, a los derechos humanos y a las libertades, pongamos AfD, debería estar fuera de la ley y ser procesado. En una democracia sana se prohíben organizaciones de ese tipo, y cae sobre ellas el Código Penal y los tribunales de justicia para que no dañen a nadie. Sin embargo, esos partidos a los que se quiere aplicar el cordón sanitario cumplen la ley de palabra y obra, no son violentos, y aceptan los resultados de las urnas incluso cuando pierden.

El problema es que quienes hablan de cordón sanitario identifican la democracia con el mantenimiento en el Gobierno de los partidos tradicionales, y la defensa del consenso socialdemócrata de los países que constituyeron la Unión Europea. Ahí está el error. Confundir un programa político con la democracia es un fraude democrático y está abocado al fracaso. 

En España pasa con el llamado PSOE state of mind, forjado a comienzos de los 90 cuando los socialistas vieron que la derecha podía ganar las elecciones. Si ellos no gobernaban, dijeron, el país dejaba de ser una democracia. Esa idea la creó el felipismo agonizante, la retomó Zapatero y de ella vive Pedro Sánchez. En esto consistió el Pacto del Tinell de 2003, en montar un cordón sanitario en torno al PP, y lo ha cumplido el sanchismo: cualquiera menos el Partido Popular y Vox. 

El cordón sanitario del establishment es siempre una política estúpida, especialmente cuando a quien se quiere excluir ha forjado su identidad en la crítica al sistema. Esta reacción no hace más que reforzar el discurso de ese partido. Ha pasado con AfD, pero también con Vox y con Meloni. La política de enfrentamiento extremo, en lugar de la integración institucional, con cargos y presupuesto, les da la razón. Esa actitud defensiva de los partidos institucionales que han vivido de la alternancia en torno al consenso es la mejor arma electoral de esos «antisistema». Lo estudiaron bien Levitsky y Ziblatt, que esos cordoneros citan pero no han asimilado.

Luego está el argumento pretendidamente histórico. A ver, no estamos en la República de Weimar ni en la Europa de 1933. No hay un Von Papen y un Hitler. Vox, por ejemplo, ha pasado por varios gobiernos autonómicos y, tras el susto de los de siempre, se comprobó que no construyeron campos de concentración y exterminio, ni crearon una Gestapo, ni hubo unas Tropas de Asalto, ni dieron rienda suelta a la eugenesia, ni cerraron medios de comunicación, ni recortaron los derechos humanos, ni eliminaron la democracia, ni colonizaron el Estado, ni intentaron iniciar una nueva Era sobre las tierras de sus vecinos. Vox llegó, gobernó, se fue, y no pasó nada. 

«Hemos tenido a Pablo Iglesias y demás y sobrevivimos. ¿No será que la AfD y sus homólogos europeos no son de izquierdas?»

La experiencia, como Meloni en Italia, nos demuestra otra cosa. Si una democracia tiene un ministro de alguno de esos partidos y cae en el «fascismo» es que esa democracia está mal construida, porque todo buen sistema democrático tiene unos poderosos contrapesos que impiden la arbitrariedad. Por tanto, si los postulantes del cordón sanitario están diciendo que la presencia de la AfD en el gobierno alemán aboca a ese país al hitlerismo es que su sistema democrático es una birria. Si lo que dicen es que el 20% de los alemanes votaron «mal» al optar por los «neonazis» es que su democracia, la extensión de costumbres liberales, su educación, cultura, moral y experiencia de décadas han fracasado estrepitosamente. 

¿Su democracia, o la nuestra, es tan frágil que no puede soportar un ministro «antisistema»? La española sí. Hemos tenido a Alberto Garzón, Pablo Iglesias y demás parranda y sobrevivimos. ¿No será que la AfD y sus homólogos europeos no son de izquierdas? ¿Los comunistas sí son integrables y los derechistas no? ¿De qué democracia estamos hablando cuando sus gobernantes piden excluir a los que cumplen la ley, pero aplauden a los que defienden el fin del libre mercado y la deconstrucción de Occidente? 

Los del cordón sanitario dicen que podemos ir a una democracia iliberal si se abre la puerta a esos partidos. Puede ser cierto. Es lo que está ocurriendo en la España de Pedro Sánchez, pero a ninguno de esos se le ocurre decir que hay que excluir al PSOE de la política. Al contrario, hablan de un partido socialista «bueno», oculto, al que nadie ve, pero que mientras hay que pactar lo que se pueda con el sanchismo. 

Esos mismos cordoneros dicen que hay que excluir a los «populistas». Primera noticia. El nacionalpopulismo está instalado en la política española desde que el PNV y CiU pintan algo. Luego lo asumió con fortuna Podemos. Aquello desató el fenómeno, porque el populismo se extiende siempre al resto de formaciones e incluso a los medios. Hoy está señaladamente en el PSOE. Sánchez lo asumió como un modo de absorber el voto podemita. Hoy, el sanchismo es un populismo a lo Perón. ¿Al ser populista lo excluimos con un cordón sanitario, o mejor no porque forma parte de ese consenso, o porque es de izquierdas? ¿El PSOE de Sánchez es un peligro para la democracia liberal o es algo inventado que se dice para hacer política? 

«Apostar por el cordón para sacar un rendimiento electoral a corto plazo, como hace aquí el PSOE con Vox, es irresponsable»

Koen Absts, politólogo, ha estudiado la utilidad de los cordones sanitarios en estrategias agónicas (para ahogar) y antagónica (para aprovechar la dicotomía). Lo último, apostar por el cordón para sacar un rendimiento electoral a corto plazo, como hace aquí el PSOE con Vox, es irresponsable y daña la credibilidad de la democracia. Lo primero, la agonía, es lo más práctico, ya sea la colaboración normalizada o la acomodación circunstancial. El motivo es que las democracias sólidas y las sociedades maduras –esto último es candoroso– tienen sus propios mecanismos para excluir a quienes perturban el orden de cosas.

Por tanto, la aplicación de un cordón sanitario a un partido legal que nunca ha sido violento, que no arrastra muertos, como Bildu, no puede justificarse porque sea un peligro para la democracia. Es obligado que se cuente la verdad. Si molesta al orden de cosas de los que mandan, o ese partido es la voz de Putin, que se diga. Pero que no nos hagan creer que solo su Gobierno es la democracia porque entonces entenderemos que votar no merece la pena.





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