En el diagnóstico del problema de la vivienda en España, tanto en precios de compra como de alquiler, es habitual achacar parte del incremento de la demanda de vivienda a algunos factores bien identificados, como los grandes flujos migratorios que ha recibido España desde 2021, el crecimiento de las grandes ciudades y la mayor presión turística. Aunque estos factores sin duda explican una muy buena parte del fuerte incremento de la demanda de vivienda en los últimos años, hay un factor adicional que suele pasar desapercibido y que no solo es relevante para explicar el incremento de la demanda, y por tanto de los precios, sino que además puede ayudarnos a explicar una parte de las caídas en la propiedad de vivienda y subidas en las tasas de esfuerzo en el pago de la vivienda.
Este factor no es otro que el cambio en la composición de los hogares, con una tendencia cada vez mayor hacia los hogares formados por adultos solteros en hogares unipersonales. En primer lugar, entendiendo por soltero aquellas personas sin ningún tipo de cónyuge o pareja de hecho, con o sin base jurídica (una definición más amplia que únicamente el estado civil), no ha parado de aumentar en España en todos los tramos de edad. De forma especialmente preocupante, estos incrementos están comenzando a hacerse notar en tramos de edad intermedios, de los 30 a los 45 años.
La probabilidad que tienen los solteros de vivir en hogares unipersonales crece con la edad, a medida que estos comienzan a emanciparse, hasta estabilizarse en un 40% a partir de los 35 años, de modo similar a lo que sucede con la tasa de emancipación en España. Esto redunda en que, a igualdad de población, habrá un mayor número de hogares que, por tanto, impulsará al alza la demanda y los precios de la vivienda. Adicionalmente, si las tasas de esfuerzo en el pago del alquiler/hipoteca son más elevadas en los hogares formados por solteros, principalmente por su menor tamaño, esto conducirá igualmente a tasas de esfuerzo mucho más elevadas.
Con los mismos microdatos de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del INE podemos comprobar cómo el incremento en el porcentaje de solteros ha cristalizado en forma de un incremento igualmente importante en el porcentaje de adultos que viven en hogares unipersonales. Entre los tramos de edad de 30 a 34 y 35 a 39 años esta transformación ha sido especialmente relevante, con subidas de tres y cuatro puntos porcentuales respectivamente, lo que supone la creación de, al menos, varios cientos de miles de nuevos hogares con la misma población a nivel nacional.
El problema central de que el porcentaje de solteros y hogares unipersonales crezca en estos tramos de edad es que es precisamente en estos donde debería concentrarse el acceso a la primera vivienda en propiedad, algo mucho más inaccesible si en vez de pasar por ese proceso en pareja se hace en solitario. Durante 2024 esto se tradujo en una enorme brecha de acceso a la emancipación con vivienda en propiedad entre adultos con pareja y solteros. Esta brecha que ya es de veinte puntos entre los 25 y 29 años crece hasta los 32 puntos a partir de los 35 años y se estabiliza a partir de ese momento.
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En si mismo esto ya es un inmenso problema, ya que el menor acceso a la emancipación a través de la vivienda en propiedad se suple con la emancipación a través del alquiler, que presenta mayores tasas de esfuerzo con respecto a la media de los hogares hipotecados, y tiene el inconveniente añadido de que limita tremendamente la acumulación de ahorro de ese segmento de la población a lo largo de todo su ciclo vital. A esto hay que sumar el segundo factor, hogares más pequeños se traducen en tasas de esfuerzo aún mayores.
Mientras que los adultos que residen en hogares formados por parejas muestran tasas de esfuerzo que rondan el 20% de su renta neta, un nivel razonable y alejado del 30% que se establece como límite máximo, los adultos solteros muestran tasas de esfuerzo medias que van desde el 33% entre los más jóvenes al 28% entre los adultos de 50 a 55 años. De hecho, estas diferencias permanecen incluso tras controlar por los ingresos individuales de cada adulto. En otras palabras, los hogares formados por solteros (más pequeños) no logran suplir las economías de escala de las que disfrutan los hogares más grandes.
La relación entre la composición de los hogares y las variables del mercado de la vivienda son bidireccionales. Es decir, la forma en la que se crean los hogares afecta a la demanda, precio y acceso a la vivienda, pero la carretera es de ambos sentidos, y el mercado de la vivienda también afecta a las decisiones personales de cómo formamos hogares en las primeras etapas de nuestra vida a medida que nos emancipamos. Esta doble relación ha sido relativamente poco estudiada en España y, más allá de intentar sentar cátedra sobre el asunto, los últimos datos son preocupantes independientemente de la dirección de la causalidad.
Si esta tendencia hacia un mayor peso de hogares unipersonales formados por solteros continúa al alza, independientemente de si su origen está en cuestiones sociológicas o el desequilibrio del mercado de la vivienda, solo podemos esperar caídas aún más acusadas en el dato que determinará el futuro de un sinfín de variables en España, el acceso a la propiedad de vivienda.



