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El ‘cura de la tele’ que defiende que Dios es un «bien público»: «Hemos sufrido una privatización de lo religioso»

by Marko Florentino
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«Soy un párroco de pueblo». Si le piden a Jesús Corbí que se presente, su respuesta es escueta y sin muchos rodeos. «Nací en un pueblo pequeño y agrícola (Casinos, Valencia), mis padres eran agricultores, una familia sencilla. Y desde pequeñito sentí la llamada para ser sacerdote, a lo que he dedicado toda mi vida. Primero, como párroco de localidades pequeñas, y luego el Arzobispado me trajo a Torrent. Pero me sentiré toda la vida un párroco de pueblo».

Lo que Corbí no cuenta en esta primera carta de presentación es que en la actualidad ejerce también como vicario episcopal, con lo que pertenece a lo que sería el consejo de gobierno del arzobispo de Valencia, Enrique Benavent. Pero, sobre todo, a Corbí se le conoce en su tierra como «el cura de la tele». Se ríe cuando se lo recuerdan: «La feligresía de la tele es como una gran parroquia. Llegar a más gente me hace sentir más cura, con una misión que trasciende aún más».

El párroco de Torrent, que imparte misa en la iglesia de La Asunción, lo hace también para los miles de telespectadores que cada domingo sintonizan la televisión autonómica valenciana À Punt. Lo que comenzó como un intento de proporcionar cierto consuelo a los fieles durante el largo encierro de la pandemia ha acabado consolidándose en la parrilla del ente público. Y no sin polémica, porque Compromís y Podemos, por ejemplo, cuestionaron en su día la cobertura de los actos religiosos en la televisión valenciana.

¿Debería considerarse un servicio público la retransmisión de la misa dominical por televisión? «Por supuesto», responde Corbí, que se remite a las palabras del Papa. «Los creyentes estamos convencidos de que Dios es un bien público y eso hay que proclamarlo. Dios no es sólo para la esfera privada, sino que es un bien para todos», afirma.

Jesús Corbí, junto al foco de À Punt.

Jesús Corbí, junto al foco de À Punt.DAVID GONZÁLEZARABA PRESS

Es más, apunta que entre los seguidores de la misa televisada hay gente agnóstica: «Me dicen que les parece interesante escucharme porque les hago pensar». De ahí que subraye que «para los no creyentes, la presencia de Dios facilita que la sociedad sea mejor, porque la fe predica los valores de justicia, paz, respeto o tolerancia». La retransmisión de la misa a través de los medios de comunicación públicos «contribuye al bienestar de la sociedad».

En este sentido, el párroco de À Punt, que además imparte sus misas en valenciano, advierte de que «una de las formas de minar precisamente la esencia de la fe es recluyéndola en la esfera de lo privado». «Hay una pretensión para lograr que todo lo religioso tenga que ver con lo privado o lo cultural», reflexiona. «Si Dios se reduce a la esfera de lo privado, pasa a ser algo subjetivo de la persona. Y si se reduce a algo meramente cultural, acabará como una pieza de museo». En su opinión, «si se convierte la fe en algo subjetivo e individual o en un fenómeno cultural, se vaciará del contenido religioso». «Los cristianos debemos proclamar sin imponer», explica.

Preguntado por si ve en el actual Gobierno de Pedro Sánchez ese intento deliberado de apartar de la esfera pública la religión, Corbí se muestra cauto. Prefiere mirar más allá: «Si atendemos a la evolución de la sociedad, en las últimas décadas hemos sufrido una privatización de lo religioso. Impulsada desde la política, sí, porque existen políticas para culturizar el fenómeno religioso, para vaciar de contenido religioso hasta las fiestas».

Pero aquí es donde pueden jugar un papel relevante las redes sociales. ¿Qué mejor manera de devolver la religión al ámbito público que viendo a influencers hablar con normalidad de su fe? «La Iglesia siempre ha sido creativa para llegar a más gente, aunque a veces nos den un poco de miedo los nuevos medios. Por eso son importantes, efectivamente, los testimonios de vida cristiana en las redes sociales».

A sus 60 años recién cumplidos y recuperándose aún de una operación delicada en los ojos, el párroco valenciano no duda en alertar en todo caso de que «hay una merma de la libertad religiosa». «A la hora de predicar en un medio público debes cuidar mucho las expresiones, ya no para no herir sensibilidades, sino para que no se malinterprete nada de lo que dices».

Porque si alguien pensaba que no afecta en nada oficiar una misa con una cámara de televisión delante, se equivoca. «Influye, y mucho». «La celebración de la eucaristía se hace siempre pensando en la gente que tienes delante, porque hay gestos, besos, abrazos… Pero la comunidad virtual hace más comprometida la predicación, pues no sabes quién te escucha», señala Corbí, quien procura entonces «adecuar la palabra de Dios a la diversidad, a la situación que pueda estar pasando la gente en cada momento».

Polarización

El párroco, que se muestra muy crítico con el actual clima de polarización -«me da tristeza ver cada día noticias llenas de violencia verbal y física»-, apunta incluso contra los debates políticos y televisivos: «Me sorprende que la gente ni se escuche».

Ahora bien, Corbí llama a los cristianos a participar del debate público, asumiendo en todo caso que «ninguna opción política se ajusta al Evangelio»: «No podemos ni debemos mantenernos al margen del debate público. Los cristianos somos ciudadanos». Otra cosa es que la Iglesia «no puede decir» a qué partido deben votar los católicos.

¿Y qué hay de los migrantes que en las últimas semanas han monopolizado el debate y el rifirrafe político? «A veces olvidamos que los inmigrantes son personas», subraya el párroco, que destaca el papel que desempeña la Iglesia «con voluntarios anónimos que los acogen y acompañan». «Un cristiano debe estar donde hay una persona que sufre», recuerda.

Donde Corbí sí ve que la Iglesia debe hacer propósito de enmienda -en ello está, asegura- es en el escándalo por los abusos sexuales perpetrados por el clero y silenciados durante décadas. «Es innegable que ha dañado la imagen de la Iglesia porque cualquier pecado de un miembro afecta a toda la Iglesia», admite, si bien defiende que se están dando pasos para reparar el daño a las víctimas. «Quizá no a la velocidad que se hubiera requerido, quizá nos pilló el toro…».





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