«A nadie le ponen un apodo por un día de visita», dice la hermana María Soledad Calzado, superiora general de las religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa, una de las dos congregaciones sevillanas fundadas en la segunda mitad del siglo XIX por el … padre Francisco Jerónimo García Tejero, conocido en su época como «el cura de los corrales».
Fue en su etapa como párroco de San Roque, extramuros de la ciudad, cuando conoció de primera mano la extrema pobreza, la marginación y la miseria en que vivía aproximadamente un tercio de la población de Sevilla, marcada por las profundas injusticias sociales. El padre Tejero, como lo conocen sus hijas espirituales, se comprometió en «perseguir amorosamente» a los necesitados para «buscar, instruir y santificar» a los pobres de Cristo.
De su labor en una treintena de casas de vecinos donde predicaba y ejercía su pastoral ayudado de un nutrido grupo de catequistas colaboradores nació en 1884 la congregación de las Misioneras de la Doctrina Cristiana, que regenta el colegio Mercedes, sito en la calle de Heliópolis cuyo rótulo honra a su fundador. Y de su apostolado en el Hospital de las Cinco Llagas había nacido en 1859 la congregación de las Religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa, que ocupan el convento de Santa Isabel y el colegio anexo, junto a la parroquia de San Marcos.
Ambas comunidades femeninas están celebrando desde el 11 de mayo pasado el bicentenario del padre Tejero, cuya vida se entrecruza en la Sevilla finisecular del XIX con otros sevillanos, ejemplares a los ojos de la Iglesia, de biografía más conocida: los beatos Spínola y Torres Padilla y Santa Ángela de la Cruz, que tejieron una «red de santidad» cuyos nudos exploraron el martes pasado el historiador Manuel Martín Riego, las hermanas Soledad Calzado (filipenses), María Victoria Puertas (Doctrina Cristiana) y María Isabel Macarro (esclavas) y la delegada diocesana para la Causa de los Santos, Monte Chacón.
El padre Tejero dirigió el retiro de diez días anterior a la ordenación diaconal del beato Marcelo Spínola y éste, ya como párroco de San Lorenzo, costeó la renta de la casita de la calle Guadalquivir donde iniciaron su labor las misioneras de la Doctrina Cristiana. A su vez, dirigió espiritualmente al beato Torres Padilla, cofundador de la Compañía de las Hermanas de la Cruz de sor Ángela. Tejero fue el encargado de anunciar a las monjas de madre Angelita el fallecimiento de su impulsor. Monte Chacón quiso resaltar el clima de anticlericalismo virulento de la Sevilla de la época para tomar perspectiva del tiempo actual.
Pero fue la intervención al alimón de las hermanas María Soledad Calzado y María Victoria Puertas la que permitió calibrar en toda su magnitud la labor pastoral del padre Tejero, que llegó a ser prepósito del Oratorio de San Felipe Neri de Sevilla.
Fue precisamente la dispersión de los oratorianos durante el bienio progresista (1854-1856) la que determinó su adscripción a la parroquia de San Roque, donde descubrió «otro mundo». Y fue un encuentro fortuito con una mujer de la calle en el hospital central -donde el sacerdote experimentaba que el «corazón parece estallar de dolor»- el que lo movió a fundar una casa de arrepentidas en un sótano de la calle Jamerdana regida por Rosario Muñoz Ortiz, la primera congregante de las Religiosas Filipenses.
Ambas religiosas, superioras de dos congregaciones nítidamente sevillanas, subrayaron algunos aspectos de la biografía del padre Tejero de mucha actualidad en la Iglesia dos siglos después de su nacimiento: la opción preferencial por los pobres, la búsqueda incesante de caminos para evangelizar, la lectura de los signos de su tiempo y hasta la sinodalidad.
«Estaba lleno del Espíritu Santo», apuntó la hermana María Victoria Puertas tras parafrasear al jesuita Ignacio Ellacuría, asesinado en El Salvador en 1989. «Fue profundamente humano y profundamente espiritual, hasta el punto de convertirse en transparencia de Dios», dijo la hermana Soledad Calzado: «Los pobres lo experimentan como una bendición de Dios», remachó.
La conmemoración del bicentenario del padre García Tejero ha tenido como hitos principales la misa inaugural el 11 de mayo en el oratorio filipense de San Alberto, el encuentro intercolegial de noviembre y una jornada de catequistas el sábado 8 de marzo.