Sánchez es como un hipopótamo que vive y se mueve veloz en el fango. Cuando tiene un problema en casa no duda en buscar nuevas distracciones, vengan de Argentina cuando los problemas arrecian a su esposa o de Israel cuando los inconvenientes los tiene con la ley de amnistía. Como buen populista enturbia las aguas y encuentra nuevas narrativas que le permiten salir a la superficie y si es necesario dar una dentellada a aquellos que hace poco eran sus aliados.
El presidente tiene ahora por delante las elecciones europeas que en España se votan en clave nacional. El caso Begoña Gómez y la ley de amnistía en lugar de doblegarle, hacen que doble la apuesta. Como los comicios europeos son de segundo orden y el presidente necesita movilizar a sus huestes, no duda en polarizar el ambiente todo lo que puede. Sánchez pone a España como ejemplo de freno a la «internacional ultraderechista» en la sitúa a Milei, Netanyahu, Trump, Orban, Abascal y hasta al remilgado de Feijóo. Pero el inquilino de la Moncloa siempre va más allá con el fango de la desinformación que ahora fluye hacia Europa. Su partido no duda arremeter contra su antigua aliada, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, tras mostrarse partidaria de pactar con Giorgia Meloni después de las elecciones europeas. A la primera ministra italiana, el PSOE también le dedica el piropo de «fascista», pero el presidente español no dudará en acudir a la reunión en Italia del G-7 a la que ha sido invitado por la líder de Fratelli d’Italia. No estaría mal que, en el saludo protocolario, la italiana contestará a Sánchez con un «aquí la fascista de la Meloni».
«En España, ante la polarización extrema de la campaña, los ciudadanos pierden la fe en los políticos y se preguntan si realmente defienden sus intereses»
Sin embargo, el líder del PSOE tiene una excepción a la fachosfera nacional e internacional: aquél que le sujeta en el Gobierno de España con sus escaños. Un partido independentista populista y xenófobo, que es contrario a la igualdad ante la ley, que ha quebrado el principio de legalidad y degradado el Estado de derecho con la aquiescencia del presidente y de todos sus socios de Gobierno. Para Sánchez el «molt honorable» prófugo de Waterloo no solo no es extrema derecha, si no un adalid de la concordia al que si es necesario le dará llave en mano un referéndum ilegal para que pueda declarar la independencia y un cupo económico que generaría pérdidas a los ciudadanos del resto de España. Pero, el apóstol del fango lo hace por la conciliación de todos los españoles con Cataluña y por la estabilidad del país.
Para Sánchez, el Junts de Puigdemont sí que es homologable a la democracia y a los valores de una Europa en la que las encuestas vaticinan una subida de la extrema derecha. La incertidumbre y el miedo generados por una crisis económica que no se ha superado por la pandemia y la guerra en Ucrania, la poca confianza en el futuro y en el liderazgo político, así como la falta de soluciones de los partidos políticos tradicionales son aprovechados por políticos populistas de todo el espectro político europeo que prometen el paraíso y recetas milagrosas para acabar con la inflación, los problemas de vivienda, la inmigración ilegal o el desempleo juvenil.
En España, ante la polarización extrema de la campaña, los ciudadanos pierden la fe en los políticos y se preguntan si realmente defienden sus intereses. Ante esta situación no sería de extrañar que caiga la participación en las elecciones. Sin embargo, la resiliencia de la democracia europea suele reaccionar y vencer a los populistas que levantan muros en el fango mediante la construcción de grandes coaliciones de entendimiento.