Hay libros premonitorios y el ltimo del filsofo alemn Philipp Hbl es uno de ellos. Advierte en sus pginas que donde pone «moralidad» en la etiqueta, no siempre hay moralidad dentro y analiza cmo la moralidad se ha convertido en un smbolo de estatus. Aplicado a la poltica, el razonamiento del filsofo sobre la exhibicin pblica de esta virtud es demoledor. «Cuando la autopresentacin moral se vuelve ms importante que la cuestin real, tenemos un problema», afirma en la entrevista con el Sddeutsche Zeitung, en la que no pone nombre a esos polticos que han hecho de la moral su patrimonio, aunque hay ejemplos recientes.
Y todo ello en sociedades que, sin ser demasiado moralistas, tienden colectivamente a moralizar. «Hoy da se puede encontrar un tono moral elevado e ineficaz en todos los bandos de las batallas poltico-culturales y del espectro poltico, desde la poltica de identidad progresista hasta el campo conservador-religioso», sostiene Hbl, que cita a modo de ejemplo las tormentas de mierda e insultos de los activistas del hashtag por frases que los famosos tuitearon hace diez aos mientras estaban borrachos o sobre asuntos oportunistas. El objetivo de esas crticas es enviar seales a tu propio grupo o usar la moralidad como arma contra la competencia, pero no de hacer del mundo un lugar mejor. As no es como nos desarrollamos como sociedad, as es como promovemos polticas simblicas superfluas e incluso investigaciones distorsionadas y medidas ineficaces contra la discriminacin».
Es un fenmeno antropolgico, asegura. «Nuestro estatus moral es importante para nosotros. Todo el mundo quiere crear una determinada imagen de s mismo en pblico. Si uno ayuda a organizar la fiesta de cumpleaos de un nio, tambin quiere que los dems padres sepan que ha sacrificado medio da para ello».
Opina Hbl que el espectculo moral se hizo especialmente popular hace unos 10 aos, cuando la mayora de las redes sociales introdujeron la posibilidad de reaccionar pblicamente ante el comportamiento de otras personas. Empez con los «me gusta», los «retweets«, los «compartir» y los «comentarios». Por aquel entonces, los trminos de justicia social se dispararon exponencialmente: «sexismo», «racismo», «inclusin», etctera. Fue una poca en la que la gente empez a darse cuenta de que todo lo que decan en Internet era juzgado moralmente por los dems. Como resultado, empezaron a realizar una gestin intensiva de su reputacin. En otras palabras, tuvieron en cuenta automticamente las reacciones negativas. Y eso favoreci debates sobre cuestiones que -independientemente de cmo se respondan- no mejoran ni empeoran nuestra sociedad. Y en cuanto ya no hay mejoras demostrables, surge la sospecha de que se trata ms de la puesta en escena que del agravio.
La poltica es una obra interminable de teatro y con la digitalizacin los polticos han llevado al mximo el espectculo de la moralidad. Si en un pueblo alguien alardea de ser servicial pero nunca estaba a mano cuando se necesitaba ayuda, la gente le llamara mentiroso. En los medios digitales nadie te conoce personalmente, pero miles de personas te juzgan. Son el caldo de cultivo ideal para saciar la sed de estatus, crearse un prestigio moral y demostrar lo moralmente intachables que son o o que estn siendo atacadas por el bando supuestamente equivocado.