En Filipinas, la Navidad comienza el 1 de septiembre y termina el 31 de diciembre. Eso en el calendario oficial, porque en muchas regiones alargan aún más la fiesta hasta el Día de Reyes. En este vasto archipiélago con más de 7.000 islas se sienten orgullosos de tener la temporada navideña más larga del mundo, aunque nunca les quedó muy claro por qué los villancicos locales comienzan a sonar en bucle en los centros comerciales de Manila nada más terminar el verano a más de 30 grados de temperatura.
Con bastante diferencia, Filipinas, tras siglos de colonización española y décadas más recientes de dominio estadounidense, es el país más navideño de Asia. Mucho tiene que ver en esto que albergue la comunidad cristiana más grande del continente, más de un 80% de su población. Las celebraciones familiares son holgadas y las iglesias están llenas. En Davao, la segunda ciudad más poblada, son muy populares las Simbang Gabi, misas de medianoche que se celebran durante los nueve días previos al 25 de diciembre y en las que participa al completo uno de los grandes clanes políticos del país: los Duterte.
Rodrigo, el patriarca, que hace un par de años se paseó por Davao disfrazado de Papá Noel, es el ex presidente investigado en la Corte Penal Internacional por ordenar asesinatos extrajudiciales en su guerra contra las drogas. Sara, la hija, actual vicepresidenta, ha sido acusada de dirigir un «escuadrón de la muerte» integrado por policías retirados. Sebastian, el hijo, que ahora es el alcalde de Davao, antes de entrar en política era famoso por ser un musculoso surfista que tenía su propio reality.
Estas Navidades, los filipinos están entretenidos con el particular culebrón protagonizado por Sara Duterte (46 años) y el presidente Marcos, heredero de otra famosa dinastía política: la del dictador Ferdinand Marcos, que saqueó las arcas del Estado y huyó en helicóptero del país. En 2022, la alianza entre las dos familias arrasó en las elecciones. Ahora, Marcos y Sara no se comerán juntos el turrón en las fiestas.
La tensión entre el presidente y su vicepresidenta ha traspasado varios límites que amenazan seriamente la estabilidad de un país con una frágil democracia y un pueblo que tiende a venerar a líderes con muchos ramalazos autoritarios. Sara Duterte, tras decir en un acto público que soñaba con cortar la cabeza a Marcos, amenazó hace un mes con asesinar al presidente. Aseguró exactamente que, en caso de que un día ella apareciera muerta, había contratado a un sicario para que matara al presidente Marcos y a su esposa. «No es broma. No es broma», escribió en su página de Facebook.
Marcos denunció a su vicepresidenta por unas amenazas de muerte que el líder se ha tomado muy en serio, sobre todo después de recientes insinuaciones del ex presidente Rodrigo Duterte, quien sugirió que los militares podrían derrocar por la fuerza al Gobierno. Sara, además de la pelea con el líder filipino, enfrenta dos procesos de impeachment presentados en el Congreso por varios casos de corrupción. Así está el patio navideño en la política filipina.
