el modelo de negocio de las bodas llega a la muerte

«Normalmente llamo por teléfono para que alguien muy cercano al fallecido me cuente cómo era. Necesito llegar a ‘conocerle’, pero huyo del estilo Wikipedia», explica Borrazás. «Me gustaría que la mayoría de la gente empezara a tomarse la muerte como si fuera una boda… Mínimo con un año de preparación». Pero además de ‘oficiar’ la ceremonia, esta organizadora de exequias ofrece numerosos servicios. Es ella misma la que selecciona la música que sonará durante el homenaje al fallecido e incluso coordina los vídeos-resumen de la vida que cada vez más personas eligen proyectar. «Si, por ejemplo, se trata de honrar a una mujer que mantenía una relación especial con los árboles, escojo una canción que hable de la naturaleza. Si el fallecido es joven, me gusta mucho una de la banda Metallica».

Las películas suelen ser montajes de fotos de la vida de la persona que se fue y se utilizan drones para grabar aquellos lugares que marcaron la biografía del difunto. También está tratando de recuperar, dice, el servicio ‘at home’, una vuelta a los velatorios en casa tan presentes en la tradición española. «Si hay un jardín, allá que vamos. Lo ideal sería poder instalar carpas y flores y llevar el féretro a hombros. Aportarle calidez».

Todos estos servicios, desde luego, tienen un precio que va encareciendo la ceremonia. El discurso puede valer unos 200 euros; el vídeo biográfico, otros 200; la foto grande del difunto sobre un «altarcillo con velas», 50. Los catálogos del gremio están divididos en tres grandes paquetes de productos: ‘pre-mortem’, ‘mortem’ y ‘post-mortem’. Antes del fallecimiento, por ejemplo, se venden libros para que el muerto, en vida, determine los aspectos de su funeral y, después de las ceremonias, se ofrecen recuerdos del día con semillas plantables.

El surgimiento del ‘funeral planner’ responde a una mayor personalización de las exequias, según afirma Alejandro Quinzán, secretario general de la Asociación Nacional de Servicios Funerarios. Según la última radiografía del sector, realizada por esta asociación, el porcentaje de ceremonias laicas no ha parado de crecer en los últimos años. En 2021 suponían el 12% del total; en 2022, el 15%; y en 2023 (último dato disponible), el 16%.

«Hemos sido un país muy enterrador»

Quinzán precisa que este aumento se produce, sobre todo, en las ciudades y no en la España rural. Además, el porcentaje de incineraciones aumentó tres puntos en 2023, y ya alcanza el 47, 78% del total de defunciones. «Esto es un cambio significativo pues, tradicionalmente, hemos sido un país muy enterrador por influencia del catolicismo. Las creencias han ido cambiando», señala este profesional.

Las costumbres se mantuvieron inalterables en España hasta mediados del siglo XX. «La casa mortuoria, la parroquia y el cementerio eran el marco de todos los rituales en torno a la defunción», recuerda Luis Manuel Usero, profesor de Antropología en la Universidad de Valladolid y experto en ritos funerarios. En la década de los sesenta y los setenta, el cambio en las actitudes en Occidente coinciden con la aparición de un nuevo tabú en torno a la muerte. «El fallecimiento, antes público y con trascendencia comunitaria, se transforma en Europa en algo privado y oculto, casi vergonzante. Se prefiere la incineración a la inhumación, que dificulta el recuerdo posterior del desaparecido», afirma este doctor en Antropología.

España y la «cultura de tanatorio»

Sin embargo, dice, la transformación de las antiguas prácticas funerarias en España ha estado impulsada por el peculiar negocio funerario nacional y la llamada «cultura de tanatorio» que nos diferencia del resto de países europeos.

Según cifras de la Asociación Nacional de Servicios Funerarios, en España existen actualmente 2.500 tanatorios y 540 hornos crematorios. Sólo en nuestro país hay tantos como en Francia, Italia y Alemania juntos. Esto ha supuesto, en opinión del antropólogo consultado por ABC, un cambio radical en la ritualidad funeraria y no solo en los aspectos más evidentes (despedidas ‘comunitarias’ en lugar de auténticos funerales, pésames de cafetería de tanatorio en lugar de velatorios tradicionales o cremaciones en lugar de entierros), sino en aquellos asociados a la personalización de los servicios, «operaciones de mercadotecnia donde priman tendencias del marketing».

El resultado es que se ofertan tanto ceremonias religiosas como laicas con todo tipo de sofisticaciones ceremoniales, algo al estilo de las ofrecidas por Cristina Borrazás, nuestra ‘funeral planner’. «Se puede incluir cualquier rareza ‘customizada’, como los cuadros-urna con las cenizas del fallecido reproduciendo su retrato, la conservación y custodia del ADN del difunto, o se puede convertir al ser querido en un diamante por 5.000 euros, que se puede engarzar en un anillo».

Pero quizás el punto máximo de distorsión en los ritos funerarios tradicionales se produjo como consecuencia de la pandemia, con fases en las que se impidió la celebración de velatorios de cualquier tipo y de funerales en las iglesias parroquiales, limitándose los asistentes a los entierros. «Entonces pudo percibirse con claridad la necesidad de buscar alternativas de despedida, aunque no se supiera cómo sustituir los antiguos ritos religiosos por otros nuevos», remata Luis Manuel Usero.

Nos miramos en el espejo estadounidense

En España hay sólo dos fórmulas legales que son la inhumación (el entierro tradicional) y la incineración. Sin embargo, en países como Estados Unidos, donde se entienden los ritos funerarios de forma similar a los nupciales desde hace años, hay varias fórmulas que permite la ley. A pesar de que pueda haber diferencias entre estados. En 2023, la tasa de cremación alcanzó en EE.UU. el 60,5%, según la asociación estadounidense de directores de funerarias. Además, se prevé que este porcentaje supere el 80% en 2035.

Uno de los procesos más recientes de incineración y que goza de una gran popularidad allí es la hidrólisis alcalina o cremación líquida. El cadáver se coloca en una cámara con una solución que disuelve el cuerpo, a excepción de los huesos. Es un proceso por el que se mite menos dióxido de carbono, sin embargo, desde la asociación nacional de servicios funerarios indican a ABC que, al margen de que hoy por hoy sea ilegal, «es una solución que no sería idónea para España, puesto que requiere de un gran gasto de agua».

Lo que sí que tiene cada vez más tirón en nuestro país son los llamados «entierros verdes», para aquellos que prefieran un servicio funerario más sostenible con, por ejemplo, maderas menos contaminantes. El marketing, además, se ha inventado el concepto de los «bosques del recuerdo» donde plantar árboles y esparcir las cenizas de los fallecidos.

En el universo anglosajón, la ‘nupcialización’ del rito funerario está llegando a límites insospechados y ya se ofertan incluso creaciones con las cenizas del fallecido. En Reino Unido una empresa las comprime en un disco de vinilo con la canción que uno escoja y también hay tatuadores que mezclan las cenizas con la tinta que quedará sobre la piel. El funeral tradicional está en su lecho de muerte.