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El opio de nuestros intelectuales, por Jorge Vilches

by Marko Florentino
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François Furet fue comunista en su juventud, dejó de serlo, pidió perdón por haber sido un instrumento de la barbarie, y escribió un libro imprescindible titulado El pasado de una ilusión. Por supuesto, cuando desnudó la verdad del comunismo como una dictadura totalitaria y destructiva fue despreciado e insultado por muchos intelectuales de izquierdas. La denuncia podía ser cierta, decían, pero criticar el dogma comunista era hacer el juego a la derecha. En suma: Furet fue honesto, y sus críticos, no.

Ahora vemos que algunos intelectuales progresistas, periodistas y gente de la cultura en España piden a Sánchez que dé un paso atrás y deje el PSOE a otra persona. Lo sugieren después de aplaudir el sanchismo desde 2017, y de haber votado a su partido dos veces en 2019 y otra en 2023. Es decir; dieron su máxima confianza a Sánchez a pesar de que fueron conociendo al tipo. Hoy se apartan, la mayoría tímidamente, pero no porque hayan asumido que la idea socialista y sus medios no funcionan, sino porque ha fallado la persona que a su juicio los encarnaba. 

Esos intelectuales progresistas votaron y apoyaron al amo del PSOE a pesar de que fue separado de la secretaría general en 2016 por intentar un pucherazo en el partido, y por buscar un pacto con Podemos y los independentistas. Nada de esto les hizo sospechar que Sánchez no era de fiar, como tampoco cuando dejó su acta de diputado para no abstenerse con su grupo parlamentario para permitir el Gobierno de Rajoy. Ahora esos intelectuales le reclaman que sea responsable y que se vaya para facilitar la gobernabilidad. ¿En serio? ¿Y en 2016, no? ¿Qué parte del «No es no» les pareció conciliador? 

Se pusieron de perfil o blanquearon el plagio en la tesis doctoral, a pesar de defender la cultura y la educación pública. Luego asumieron una moción de censura apoyada por ERC, Bildu y demás partidos rupturistas, en junio de 2018, como si un voto parlamentario fuera gratis. ¿Pensaron que el supuesto programa social de Sánchez merecía el coste de ceder al chantaje de independentistas que habían dado o aplaudido un golpe de Estado ocho meses antes? Hoy alegan que no se dieron cuenta, que Sánchez les engañó, y, sin embargo, presumen de detectar a la primera las supuestas mentiras del PP. La verdad es que su vanidad intelectual les impidió reconocer la incoherencia y el riesgo. Sus prejuicios hacia la derecha hicieron el resto. 

Nada dijeron cuando el sanchismo colonizó el Estado. Cualquier intelectual de verdad sabe que un partido que conquista de forma espuria las instituciones no es para mejorar la democracia, sino para ponerlas a su servicio arbitrario. Aplaudieron esta corrupción política, y dejaron que se degradaran el CIS, RTVE, Correos y Renfe, entre otras muchas, pero también y sobre todo el Tribunal Constitucional. El Estado, lo público, se llenó de mediocres servidores de Sánchez, no de profesionales, y esos intelectuales progresistas no dijeron nada. Si lo hubiera hecho cualquier partido de la derecha, su indignación habría sido ensordecedora.  

«También estuvieron callados cuando Sánchez purgó el partido para convertirlo en un apéndice personal»

También estuvieron callados cuando Sánchez purgó el partido para convertirlo en un apéndice personal, cuando echó a Redondo Terreros, a Joaquín Leguina y a tantos otros, cuando maniobró para ganar las primarias, y cuando insultó a los históricos del PSOE, como González y Guerra. Tampoco alzaron la voz frente a las presiones sobre la prensa libre, al revés: repitieron los desprecios. ¿Y qué decir cuando se supo que Ábalos el feminista manejaba un catálogo de prostitutas? 

A los pocos intelectuales progres que chistaron se les llamó «traidores», y se les acusó de estar a sueldo de la derecha. Otros decidieron guardar silencio hasta el último momento, al salir lo de Santos Cerdán, cuando pensaron que el estercolero socialista perjudicaba su imagen de intelectuales, periodistas o culturetas. Su vanidad podía estar en shock, pero no veían que nuestra democracia está en la UVI. 

Aturdidos por el opio del intelectual que cree venir a salvarnos de nosotros mismos, tragaron con los indultos, la amnistía y la cesión de competencias y privilegios a los independentistas. Sabían que esas entregas eran el precio para mantener a Sánchez en Moncloa, y lo asumieron. Preferían la indignidad a que gobernara la derecha. Lo sabían y no abrieron el pico hasta que fue muy tarde.

No quisieron admitir que se habían equivocado, que apoyaron a un narcisista tan engreído como ellos, con unas trazas autoritarias que de haber sido de derechas les habría empujado a salir a la calle a gritar y manifestarse. Cuántas columnas, ensayos, horas de radio y de televisión alertando sobre el peligro «ultra» cuando en realidad la amenaza estaba sentada en Moncloa. La feligresía los cegó y se convirtieron en colaboradores necesarios de la deriva hacia una democracia iliberal. 

«Resulta ridículo aplaudir de forma acrítica a esos intelectuales que se bajan del sanchismo en el último momento»

De hecho, cuando empezaron a salir los casos de corrupción, como los de Ábalos y Begoña Gómez, afirmaron que era una campaña de la «ultraderecha» y de la «máquina del fango». Algunos incluso repitieron el argumentario sanchista aludiendo al supuesto lawfare y al «golpe de las togas». Como un equipo sincronizado transmitieron el miedo que había que tener a los «ultras» y aplaudieron cualquier iniciativa para que hubiera un «cordón sanitario» contra el PP y Vox. 

Esos intelectuales y demás personajes han estado callados durante siete años mientras todo se iba a la mierda. Ahora que ven a Sánchez al borde la imputación piden que se vaya y que deje su puesto a otro. Y lo hacen sin pedir perdón por su colaboracionismo con el desgobierno y con el estado de crispación anómalo en el que vivimos, que nos aleja de las democracias liberales. Se han comportado como los personajes retratados por Raymond Aron en El opio de los intelectuales: unos vanidosos con complejo de superioridad moral, convencidos de ser los mesías de una farsa sentimental, tiránica y corrupta. 

Resulta ridículo aplaudir de forma acrítica a esos intelectuales que se bajan del sanchismo en el último momento. Está bien que rectifiquen, sí, pero deben asumir su responsabilidad, como hizo Furet. Los demás no debemos ser ingenuos. Volverá a ocurrir. Una vez que Sánchez desaparezca, esos hombres y mujeres de las artes y las letras actuarán igual porque no han renunciado a la idea, sino a la persona que creían que la encarnaba. No han aprendido nada ni piensan hacerlo. No serán más escépticos la próxima vez, ni más racionales o críticos, sino que venderán la misma ilusión que lleva a la tiranía corrupta solo porque no gobierne la derecha.



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