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El PP no da miedo

by Marko Florentino
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Con este octubre negro para Sánchez no es comprensible el perfil flácido del PP. La prueba de que este tipo de oposición es cómoda para el sanchismo son los resultados de las encuestas del CIS, donde Feijóo gana o pierde por poco. No hay mejor estrategia que permitir que el enemigo confíe y persevere en el error. Ya ocurrió al final de la campaña electoral de las últimas generales, el 23-J, cuando el PP se retiró de escena al fiarse de las encuestas. 

La imagen es que existe cierta debilidad en la tarea fiscalizadora de la oposición en las instituciones. No ha pasado solo con el asunto de la Comisión de Justicia del Congreso que permitió la ley que recorta la condena a los etarras, sino por la actuación del Senado. El electorado de la derecha se las prometía más felices ante la situación quebradiza de Sánchez y la mayoría absoluta senatorial. Sin embargo, los populares han sido incapaces de inducir el más mínimo traspiés a la política del Gobierno. Fallan los tiempos, el contenido y, por tanto, es muy posible que no estén al mando las personas adecuadas. Si fuera una empresa privada habría cambios en la dirección ante la ausencia de resultados positivos. 

Tampoco el discurso enamora. En un tiempo en que la retórica es fundamental en su maridaje con la tecnología audiovisual y el reinado de los sentimientos, el PP transmite como si a una rave te llevas un casete. Donde debería haber contundencia y eslóganes cortos, titulares, uniformidad de mil voces, hay considerandos y susurros. No hay más que comparar la fuerza discursiva del PSOE con la del PP: ni lenguaje propio, ni conceptos ni frases hechas. ¿No hay presupuesto para contratar a un par de buenos publicistas de la política? El marco mental y las palabras son propiedad del sanchismo, y el PP va a rebufo. Me resulta difícil pensar que en Génova crean que están enamorando a su electorado. 

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Seguro que hay quien dice en la sede del PP que ese discurso flácido sirve para atraer al votante socialdemócrata, o desmotivar al socialista bueno y que no vote al PSOE. Sin embargo, condicionar la estrategia por un porcentaje tan pequeño y volátil no es rentable y, además, se están jugando el repudio de su elector tradicional. Esta estrategia -hay que llamarla de alguna manera- justifica los remilgos dialécticos con el caso de corrupción de Begoña Gómez y lo que le cuelga. Tampoco tiene sentido. El PP no puede soltar esa presa, sobre todo cuando sabe que hace muchísimo daño a Sánchez y que le lleva a perder los estribos.

En esta misma indefinición con sifón, la derecha electoral no entiende las medias tintas con el PNV y Junts. Ese flirteo se hace después de varias negativas de los partidos nacionalistas que, por otro lado, son acusados de egoístas, rupturistas, golpistas y delincuentes. No se entiende. Quizá es que soy de Madrid y mi ADN me impide comprender la idiosincrasia sinérgica y contingente con los nacionalistas «periféricos de derechas». Es ironía. ¿De verdad al PP le gustaría pactar con el PNV que traicionó a Rajoy para poner a Sánchez, y con un Junts dirigido por el golpista y fugado Puigdemont? Estas ligerezas hacen que el electorado de la derecha desconfíe del rumbo tomado por el PP. Y si no es así, los populares lo están explicando muy mal. 

«No se entiende que Feijóo no esté más en la prensa con declaraciones, dando la sensación de que hay un líder, no un patriarca lejano»

Si parece que no tienen un par de publicistas de la política a los que exprimir, tampoco deben tener a juristas. La querella contra el PSOE por financiación ilegal ha pinchado por precipitación. Génova quiso apuntarse un tanto muy pronto y se ha equivocado. La Audiencia Nacional necesita que avance la investigación, según ha dicho el juez Pedraz. Esto no quita que más adelante se tome en consideración, pero ahora no es el momento ya que no ha hecho más que dar los primeros pasos. De hecho, tras ser desestimada, el PSOE ha presentado una querella contra el PP por «injurias y calumnias». Ahora parecerá que los sanchistas son monjitas de la Caridad, y los populares, pues eso. 

Por último, no se entiende que Feijóo no esté más en la prensa con declaraciones y entrevistas censurando a Sánchez, opinando sobre cada cuestión, dando la sensación de que hay un líder, no un patriarca lejano. ¿Da miedo que el jefe del PP meta la pata? Porque esa es la imagen ante el electorado, que quiere verse representado en las palabras del líder de la oposición, empatizar con él, incluso vengarse de las maldades de Sánchez a través de las palabras de Feijóo. Las portadas positivas son propaganda gratis.

Lo último de esta deriva equivocada ha sido la comparecencia de los presidentes autonómicos populares ante la llamada de Sánchez para bendecir el cupo catalán. Unos han ido, y Ayuso ha dicho que no va. Da igual qué postura es la adecuada, pero solo puede haber una. La unidad de los presidentes autonómicos cuando el partido está en la oposición se antoja más que básica. Sabemos que toda organización partidista es una oligarquía que maneja una máquina electoral, pero asumido que existe este monstruo que por lo menos dé miedo.



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