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«Al cabo de tres años, Italia vuelve a estar donde merece: en la Serie A», proclamó Giorgia Meloni este miércoles en el Senado, antes de volar a Bruselas para el Consejo Europeo. La frase, mitad balance y mitad mensaje electoral, resume el … relato de una primera ministra que hoy celebra su tercer aniversario en el Palazzo Chigi. Italia, país que se caracterizaba por gobiernos efímeros, exhibe desde el 22 de octubre de 2022 una rareza: estabilidad.
El Ejecutivo de Meloni es ya el tercero más longevo de la República, solo por detrás de dos liderados por Silvio Berlusconi, al que superaría el 4 de septiembre de 2026. En las encuestas supera el 46% de valoración personal, apuntalando esa idea de «normalidad» recuperada.
El relato oficial, amplificado hoy por las redes sociales, presume de indicadores: empleo en máximos, descenso del paro al 6%, refuerzo de policía (37.400 nuevos contratos) y bomberos (6.100), récord de fondos para la sanidad, «freno» a la inmigración irregular –Chigi habla de un 29% menos de llegadas y un 52% más de repatriaciones en los primeros nueve meses de 2025 respecto a 2022–, desalojados okupas en 4.000 casas o edificios ocupados, y un país «más atractivo para la inversión».
Pragmatismo, base de su éxito
El giro de Giorgia Meloni ha sido notable. Cuando era líder en la oposición denunciaba la «austeridad dictada por Bruselas», hoy se presenta como garante de unas cuentas «prudentes» y de una Italia «creíble ante los mercados». En lo esencial, su política económica ha mantenido la brújula de su antecesor Mario Draghi: déficit a la baja, sin aventuras fiscales, y una ley de Presupuestos con las cuentas pública en orden.
El éxito de la primera ministra se debe a su pragmatismo y capacidad para exhibir una doble faceta política. Por un lado, está la Meloni que vocifera en mítines, lo que le asegura el núcleo duro de su voto. Por otro, emerge una figura más moderada y seria en la escena internacional, la Meloni con la que «se puede negociar», hasta el punto de jugar un papel destacado en asuntos europeos y transatlánticos, manteniendo su firme apoyo a Ucrania.
En este giro hacia la moderación, Meloni ha adoptado medidas presupuestarias que dan confianza a los mercados. Esta cautela ha sido destacada y elogiada por figuras críticas como la exministra de Trabajo, la profesora Elsa Fornero, quien ha ironizado, en un artículo en ‘La Stampa’, dándole la «bienvenida a la austeridad,» en referencia a la prudencia fiscal que el gobierno ahora practica, pese a haberla criticado desde la oposición.
Ucrania, Gaza y las «locuras verdes»
La intervención de la primera ministra este miércoles en el Senado fue un claro reflejo de esta dualidad y su ambición de liderazgo internacional. En relación con la guerra de Ucrania, Meloni reiteró el «pleno apoyo a Kiev» para alcanzar una paz «justa y duradera», aunque fue tajante al afirmar que «Italia ha aclarado que no prevé el envío de soldados en territorio ucraniano».
En cuanto a la crisis en Gaza, delineó una postura firme: «Hamás debe desarmarse y nosotros estamos listos para reconocer el Estado de Palestina», aunque bajo la condición de que el grupo terrorista «acepte no tener ningún papel en la gobernanza transitoria» del futuro Estado. Además, ofreció la participación de Italia en una eventual «Fuerza internacional de estabilización» en Gaza y la co-organización de una Conferencia sobre la reconstrucción de la Franja.
La primera ministra arremetió contra el enfoque «ideológico» de las políticas climáticas de la UE, lo que llamó «locuras verdes». Advirtió que Italia «no podrá apoyar la propuesta de revisión de la legislación europea sobre el clima tal como está formulada», exigiendo un «cambio de enfoque» basado en la «neutralidad tecnológica» para salvar las cadenas de producción clave, como el sector automotriz.
Finalmente, destacó que la casa y la inmigración siguen siendo una prioridad de su Gobierno. En el debate que siguió al discurso de la primera ministra, el exprimer ministro y senador vitalicio Mario Monti le pidió que «utilice su simpatía y su credibilidad ante el presidente estadounidense Trump, para lograr la no hostilidad hacia el desarrollo de la única área de esperanza para Italia, que es Europa».
Reformas pendientes
A pesar de la estabilidad y la prudencia fiscal, la prensa internacional y los analistas coinciden en una importante reserva: la falta de ambición reformista y el riesgo de inercia. Meloni no ha abordado las profundas reformas estructurales que la economía italiana necesita desesperadamente (bajos salarios, burocracia, productividad). «Una característica distintiva del gobierno Meloni,» escribe el semanario ‘The Economist’, «es que no hace –o mejor dicho, no cambia– mucho.»
El reverso de la estabilidad es el estancamiento económico. La principal razón por la que la economía italiana no ha caído en recesión, señalan algunos economistas, es la masiva inyección de 194.000 millones de euros provenientes del Fondo de Recuperación y Resiliencia de la Unión Europea (PNRR). La gran incógnita, y la verdadera prueba de fuego para el Gobierno, comenzará cuando estos fondos se agoten en 2026.
Los analistas de Teneo, firma global de asesoría estratégica, apuntan a una «total falta de ambición» para el cambio estructural, incluso con una mayoría parlamentaria fuerte y una oposición muy débil y dividida. La fortaleza de Meloni se explica también, en gran medida, por la incapacidad de la oposición de centro-izquierda para unirse y presentar una alternativa creíble.
En definitiva, la líder italiana ha devuelto a su país a la «Serie A» de la estabilidad, pero la permanencia en esa élite dependerá de las reformas que aún están pendientes.