Viendo los argumentos de Cerdán para tratar de librarse sin éxito de la cárcel no cabe más que acordarse de aquellos independentistas de buena fe -¡el pueblo!- que creían que España era un «estado fascista» y que la magistratura perseguía a sus líderes por motivos políticos. Muchos de ellos dieron parte de sus ahorros a las «cajas de resistencia» que servían para pagar la defensa de tantos encausados por el procés.
Uno de los que se benefició, directa o indirectamente de ello, fue el abogado Salellas, cuyo bufete hace gala de luchar por causas sociales y justas. Ahora ha asumido la defensa de Cerdán y ha dejado a los suyos en shock, porque no esperaban que un exdirigente de la CUP, comprometido con la independencia, defendiera con los mismos argumentos políticos a un dirigente del PSOE investigado en una trama de corrupción de las de toda la vida.
Salellas hizo sus pinitos como abogado de Jordi Cuixart en el Tribunal Supremo y mantuvo una estrategia de confrontación con el tribunal, con la vista puesta en Estrasburgo. Como admitieron jueces de la Sala Segunda, logró suscitar un «profundo malestar» en estos magistrados.
Esta defensa política la está aplicando ahora con Cerdán. En su cálculo parece no haber valorado el disgusto de muchos de los suyos, quien no lo pueden ver como un abogado cualquiera y le reconocían una dimensión moral y política.
Mientras la masa independentista creía en la inocencia de sus líderes, algunos de estos líderes y sus letrados no debían creer lo mismo, a la vista a de sus defensas políticas. Pero Salellas les ha abierto los ojos con la misma estrategia para el caso de Cerdán, que pasa por reventarlo todo y esperar a hallar algún aspecto formal que haga decaer la causa en Europa. Y es que cada vez son más quienes piensan que esto del procés fue ante todo un negocio de unas élites que se mofan de su pueblo.