Un amigo me contó que sus padres, votantes clásicos del PCE y de Izquierda Unida, que en los noventa llegaron incluso a comprar El Mundo porque era el principal medio que destapó la corrupción felipista, son hoy fervientes sanchistas. No lo son, me parece, porque se hayan moderado y virado de la socialdemocracia radical o el eurocomunismo a la socialdemocracia que representa Sánchez, que tampoco sé muy bien en qué consiste más allá de cuatro hombres de paja progresistas y un culto al líder. Es un fenómeno extendido y muy estudiado, pero no por ello deja de ser fascinante. La izquierda no existe, existe el sanchismo. El sanchismo es una especie de peronismo: en el futuro habrá sanchistas desde el trostkismo al liberalismo, como hay peronistas de izquierdas y derechas. El sanchismo, como el peronismo, es una patria dentro de otra patria. Y el sanchismo seguirá sin Sánchez porque es un virus de arrogancia, soberbia y superioridad moral que ha anidado en la izquierda.
En un artículo delirante en Público, el historiador Pablo Batalla escribe, precisamente en este momento de corrupción galopante en el PSOE, del antisanchismo. Porque el verdadero problema del sanchismo es… el antisanchismo. Habla del «derrotismo febril, una pulsión quintacolumnista, un ansia frenética de claudicación y martirio» de los antisanchistas, que van, según él, desde Eduardo Madina a Jiménez Losantos (doy la bienvenida a Madina al club facha, cada vez somos más). Derrotismo y quintacolumnismo. Como era de esperar, si aparece esa terminología aparecen también Queipo de Llano y Franco. «En todas sus formas, desde todos sus afluentes, la desembocadura es la misma: un gobierno de ultraderecha, un gobierno Orbán, un gobierno Trump», termina Batalla. Es un argumento muy poco sofisticado cuyo núcleo es sencillísimo: tiene que gobernar Sánchez a pesar de lo que quiera la gente.
«Yolanda Díaz tiene motivos para no mojarse contra el PSOE, ya que su vida política depende de Sánchez»
En otro texto igual de delirante, Antonio Maestre, otro ideólogo de la izquierda a la izquierda del PSOE, propone un cierre en filas parecido. El periodista dice que exigir la dimisión de Sánchez y la convocatoria de elecciones, como hizo el escritor Javier Cercas en un artículo en El País, «es una muestra soberbia de privilegio de escritor blanco, rico y sin contacto con las minorías en riesgo». Dice que «ceder el poder de manera voluntaria adelantando las elecciones es una irresponsabilidad de tal calibre que solo puede ser defendida por los beneficiarios económicos de ese cambio, pero desde luego tiene poco de izquierdas». El texto termina con la misma retórica que Batalla: «La doctrina marxista exige el análisis concreto de la situación concreta y en la actualidad estos derrotistas que trabajan para el advenimiento ultra son solo cómplices de la reacción». He leído discursos de la Komintern más frescos y estimulantes.
Son dos textos con un espíritu similar y muy sintomáticos: la izquierda a la izquierda del PSOE ha sido absorbida y anulada y neutralizada por el sanchismo. Y a esa izquierda le parece algo estupendo. No es una cuestión estratégica. Yolanda Díaz tiene motivos para no mojarse contra el PSOE, ya que su vida política depende de Sánchez. Pero los votantes del antiguo espacio de Podemos no solo están defraudados con el presidente por haber anulado la alternativa de izquierdas; están incluso contentos. ¡Viva Pedro! Y vivan sus cadenas.
