“¿Sabes cuándo llegará a Madrid lo nuevo que han hecho los de La Calòrica?” Es un mensaje de wasap de una amiga madrileña muy aficionada al teatro, de unos 60 años, y que ha caído en las garras de esta compañía catalana que, tras picar mucha piedra (como cualquier compañía teatral) se ha convertido en un valor seguro (como tan pocas compañías teatrales) y (como tan pocas compañías teatrales) se mantiene fiel a los principios con los que nació, en 2010: un teatro humorístico, crítico, satírico, irónico, de texto, cercano, desvergonzado, creíble, político, comprometido, divertido… “Y sorprendente, sobre todo para nosotros mismos”, añade Israel Solà, director de los espectáculos de la compañía. “Nos gusta mucho ponernos a prueba, no contentarnos y no hacer siempre lo mismo. Y esto nos genera muchos debates”.
La Calórica (el nombre viene de “hacer un teatro de escudella, con muchos ingredientes, a fuego lento… muy calórico, claro”, explica Esther López, una de las actrices) son Joan Yago (dramaturgo), Israel Solà (director) y los actores Júlia Trullols, Aitor Galisteo-Rocher, Xavi Francés, Marc Rius y Esther López. El secreto de su éxito debe de ser secreto. O un misterio. ¿Quizás la vigencia de lo que hacen? Ahora han prorrogado hasta finales de mayo en el Espai Texas Fairfly, una obra del 2017. El argumento: cuatro compañeros de trabajo reciben un correo electrónico informándoles que la empresa realizará un Expediente de Regulación de Empleo. Sus puestos de trabajo están en peligro y se reúnen para ver cómo deben actuar: ¿arrastrarse para mantenerse en las condiciones que sea? ¿Hacer frente a la compañía? ¿Organizar un comité de resistencia? O capitalizar el paro (“se dice así, ¿verdad?”, se preguntan) y crear una start-up y… ¿cambiar el mundo? “¿Cambiar el mundo? ¿Seguro que queremos cambiar el mundo…?”, se preguntan. Estamos en 2024 y seguimos igual.
“Pues el texto no ha cambiado nada”, reconoce Israel. “Lo único que hemos cambiado ha sido ‘Facebook’, que ya está muy desfasado, por ‘Instagram”. En Els ocells (2018), otra de las obras que sigue haciendo bolos (como Feísima enfermedad y muy triste muerte de la reina Isabel I), el texto prácticamente no lo han variado aunque la situación política y social sí que ha cambiado. Y mantiene su vigencia: “Simplemente, el espectador lo interpreta desde otra óptica”, dice Solà. “Hay un personaje en el que aquí, en Cataluña, muchos vieron a un político muy reconocido, pero fuera de Cataluña este político no lo conocía nadie”. Ahora, el mismo personaje recuerda clarísimamente a otra política: “Ahora la gente ve a Ayuso, y cuando estrenamos la obra nadie sabíamos quién era Ayuso!”, sentencia Esther. Els ocells está inspirada (muy libremente) en el clásico de Aristófanes. Y lo que tienen los clásicos es que no pierden vigencia. “A ver, a ver…”, interviene Aitor: “Habla del populismo, ¡y el populismo existirá siempre!”
‘Els ocells’ habla del populismo… ¡y el populismo existirá siempre!
Aitor Galisteo-Rocher
Sin embargo, Israel reconoce algunos sustos: “Hay un chiste, en el texto, que dice más o menos que ‘ahora por cualquier cosa te acusan de terrorismo’. Decir esto en Cataluña es una cosa. Pero todos recordamos el silencio que se hizo en la sala la primera vez que representamos Els ocells en el País Vasco. Ay, madre…” Se cambian pequeñas cosas, sí, como explica Solà: “En Feísima enfermedad… [estrenada en el 2010 en el Versus Teatre] hay un maltratador y la madre de la chica le decía ‘no pasa nada, que en el fondo te quiere ‘. Ahora le dice ‘no te ama, y nunca te amará’. La madre tenía que hablar a su hija como mujer… Ahora, en Le congrès ne marche pas [última obra de la compañía] en Madrid [del 2 al 22 de octubre en el Centro Dramático Nacional, coproductor del espectáculo junto con el Lliure] como tenemos tiempo haré cambios, nada vital: ¡Margaret Thatcher no desaparecerá!” Solà también reconoce que otras obras han quedado algo desfasadas: “Ahora no podríamos hacer Sobre el fenomen de les feines de merda [2015] porque tiene cosas que ahora serían políticamente incorrectas pero entonces no lo eran.
La evidencia de que estas obras resisten al paso del tiempo es que se están representando fuera de España y se adaptan perfectamente a la realidad de esos países. Versiones de Fairfly se han hecho en Canadá, en Turquía, en Grecia…. “El otro día vimos el vídeo de Fairfly en griego y… ¡Ostia, sabemos griego!” , ríe Aitor. En Fairfly, que en su día se representó en el Tantarantana con el público en el escenario, rodeando la mesa en la que transcurre la acción, la proximidad es absoluta. Entran ganas de levantarse y participar de todo lo que están diciendo, de los problemas que tienen, porque son los de cualquiera. Es parte del estilo de La Calórica. “Nuestro sello es tan tonto como la poética emocional de Joan [Yago] mezclada con mi poética y con la de los actores y actrices”, dice Solà. “Todo genera ese imaginario que acaba en esta forma de entender el teatro, en este compromiso político, en este sentido del humor”. Pero llegar a esa sencillez ha sido y es complicado. “Hace tantos años que nos conocemos que las cosas salen solas. Cuando te pones un vestuario ya estás”, deja claro Aitor. De hecho, Joan Yago sabe en quién piensa cuándo empieza a escribir. Incluso lo supo cuando empezó la escritura de De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda: pensaba en Mónica López. La veterana actriz se hizo fan de La Calórica al ver a Bluf (2014) y cuando se le propuso trabajar para la compañía dijo que sí antes de leer el guion.
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Volviendo al éxito de La Calórica… “El éxito es sentirnos orgullosos de lo que estamos haciendo”, dice, orgulloso, Israel. Esther está de acuerdo, pero añade: “El éxito es tener una gira por Cataluña y que la gente te espere, llene los teatros”. Y lo razona en términos pragamáticos: “Antes no podíamos vivir de La Calòrica. ¡Ahora sí! Y si nos llaman de otra compañía, podemos valorarlo. Cuando Júlia [Trullols] estuvo en el Lliure nos daba visibilidad, cuando volvía la gente la conocía”. Marc Rius ha estado ahora en Els Watson, en el TNC… La compañía se ha hecho un hueco en el panorama teatral. “Ya no somos el alto y el bajo, somos Xavi y Aitor”, resalta Galisteo-Rocher, en referencia a él mismo y Xavi Francés.
Mientras ya están debatiendo todos el próximo proyecto, del que no explican nada, van enumerando los referentes. La lista es larga y variopinta…: “Monty Python, Los Simpson, Animalario, todo el humor inglés (L’escurçó negre, Els joves….). Y todo el teatro catalán de compañías que para nosotros es tan importante: Joglars, Comediants, La cubana… Hemos bebido de todo esto”, coinciden. “Yo he ido a ver, gracias al Lliure y a la Sala Beckett, un Martin Wuttke haciendo de Arturo Ui, que recordaré toda mi vida”, dice Israel Solà. “Y Heiner Muller, Robert Lepage, Rigola…” Todo este abanico enriquece a La Calórica, que no pierde su sello de autenticidad.
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