Que en España el tablero político está inclinado, y que en la conversación pública no se aplica el mismo rasero para valorar los delitos y faltas de unos u otros, es evidente. Pero este argumento –como lo fue el «y tú mas» en su momento– tiene poco recorrido y solo sirve para alimentar a los ya convencidos. Hablo de Pilar Rahola. Que, a riesgo de parecer sufrir de TOC, su argumento más recurrente es el trato injusto que la «izquierda» y los «medios» dispensan a Israel. Sin analizar lo que hace Israel.
En sus últimos comentarios en X critica el relato «maniqueísta» de la izquierda con el país hebreo. O carga contra Televisión Española, que se pronunció a favor de la paz en Palestina durante la emisión de Eurovisión, por no haber tenido el listón tan fino «cuando informaba sobre los partidos del Mundial en Catar, país que destruye los derechos fundamentales» y «financia el terrorismo».
Todo lo que dice Rahola en sus tuits es cierto. Dicho esto, ¿tiene algún argumento respecto a lo que hace Netanyahu en Gaza? ¿Es libre para cuestionarlo, plantear algún matiz o, incluso, defenderlo sin ambages? Y es que se puede negar que Israel cometa un «genocidio» y, al mismo tiempo, llamar a Netanyahu «asesino de la estirpe de Putin», como hizo Arcadi Espada. O criticar que frene la ayuda humanitaria. Pero hay silencios atronadores.
El día de Sant Jordi coincidí con una conocida periodista catalana que defiende a ultranza la existencia de Israel, con convicción y honestidad intelectual. Lleva en la parte trasera de su móvil una pegatina con la bandera del país. Sus argumentos eran razonables, como que, si cae Israel, caemos todos los demás.
Al finalizar la conversación, me comentó que, en su caso, defiende a ese país sin ganar nada a cambio. No hizo falta que añadiera nada más para que yo sospechara de quién podía ser un ejemplo de todo lo contrario. Y es que la gritona Rahola a veces revela mucho más cuando está callada.