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Empresas en tiempo de guerra, por Manuel Pimentel

by Marko Florentino
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Estamos en guerra sin terminar de saber muy bien quiénes son los nuestros. Los líderes europeos se reúnen para decidir qué hacer en estos momentos de la verdad. ¿Enviaremos tropas a Ucrania aunque EEUU la abandone? ¿O solo dinero y armas? ¿Nos limitaremos a las buenas palabras o pasaremos a la acción? No lo sabemos, pero la dinámica en la que estamos inmersos es extraordinariamente delicada y peligrosa. Por mucho menos explotaron guerras sangrientas en el pasado. Odiamos a las guerras, pero, periódicamente, acudimos feroces a su llamada. Mala noticia, porca realidad. Analizaremos sucintamente algunos aspectos que, en su caso, influirían en el gobierno de las empresas, sin entrar en las causas ni razones de una guerra que, nos guste o no –y no nos gusta nada–, terminaría por arrastrarnos en caso de estallar.

Y guerra significa muerte, menos personas. Acabo la lectura –muy recomendable– del ensayo ¿Un mundo sin personas? (Almuzara, 2025), de Rafael Pujol, una de las principales referencias españolas sobre demografía y población. De manera amena desmantela algunos de los mitos y leyendas urbanas más habituales, al tiempo que comparte algunas conclusiones curiosas. Como sabemos, los índices de fecundidad y natalidad caen en el mundo entero, aunque con diferente intensidad y cronología.

En Europa, en especial en Italia y España, el crecimiento vegetativo es negativo, ya que fallecen más nativos de los que nacen. El autor, muy ponderado y, a mi parecer acertado, aboga por una mezcla de políticas de fomento de la natalidad con una gestión inmigratoria realista y eficaz. Sin personas, nada seremos. Y visto el panorama, debemos prepararnos para la conocida como guerra por las personas, en las que los países y las empresas lucharán por atraer a las personas adecuadas que precisan.

Pues bien, en este contexto de caída de la natalidad se desarrolla la guerra de Ucrania. Según lo publicado –y corroborado por varias fuentes solventes– la suma de fallecidos por ambos bandos supera ampliamente los 500.000, pudiendo alcanzar, incluso, el millón de personas. Una auténtica carnicería que marcará el futuro de sus poblaciones, sobre todo de Ucrania, que no encuentra ya combatientes para enviar al frente.

Seremos menos en el futuro y, encima, parece que estamos empeñados en destrozarnos entre nosotros. Los vientos de guerra, desde siempre, agitaron la sinrazón suicida. Ya veremos hasta dónde nos llevan en esta ocasión.

«Un horizonte de impuestos elevados, aún superiores a los actuales, se presenta como el escenario más probable»

Pero no es nuestra intención reflexionar sobre geopolítica, sino sobre empresa. ¿Cómo gestionar una empresa en tiempos de guerra? ¿Cuáles serán sus principales tendencias? Tras décadas de paz, no tenemos experiencia ni comparativas, por lo que nos limitaremos a esbozar algunas líneas y dinámicas ciertas y dejar en el aire algunas preguntas que solo el tiempo podrá responder.

Las guerras destrozan a los países en los que se desarrolla, al tiempo que endeuda a todos los implicados, aunque se encuentren lejanos. Escuchamos a nuestros líderes europeos reiterar la necesidad de incrementar la inversión militar, aunque para ello tengamos que relajar nuestras propias normas fiscales. Esto es, países y UE vamos a engrosar nuestra ya abultada deuda, por lo que un horizonte de impuestos elevados, desgraciadamente aún superiores a los actuales, se presenta como el escenario más probable.

La guerra por las personas se agudizará, como vimos con anterioridad. Si ya cuesta en muchos de nuestros sectores productivos encontrar mano de obra, ¿qué pasaría si se incrementara sensiblemente el personal y el sueldo del ejército tal como apuntan sus responsables? Pues ya sabemos la respuesta, más tensión para el mercado laboral, que no tendría otra que de continuar trayendo a las personas que necesitamos.

Nuestro ejército es profesional, por lo que, en principio, y salvo fuerza de causa mayor, no habría levas entre la población joven. Pero miremos lo que ocurre en Israel, donde cientos de miles de reservistas jóvenes han sido llamado a filas y enviados a combatir. Algunos países europeos estudian el retorno del servicio militar obligatorio. A parte del drama humano, figurémonos lo que significaría esto para el tejido productivo, ya netamente demandante del escaso talento joven, motivado y formado. Como es normal, en esas circunstancias, todo confabulará para atrasar la edad de jubilación. La empresa deberá aprender a gestionar adecuadamente el factor edad, la diversidad y la convivencia generacional.

«Las corporaciones y clientes públicos aumentan su peso en tiempos de guerra, la economía se nacionaliza de alguna manera»

La gestión de expatriados tendrá muy en cuenta a dónde y cómo se envían. Los aseguramientos de distinta naturaleza se incrementarán.

La guerra destroza los territorios donde se desarrolla, pero estimula la economía de los países cercanos y no afectados, como ya ocurriera en España durante la Primera Guerra Mundial. Si la guerra se centrara en países del este de Europa y en el Medio Oriente la actividad económica en España se aceleraría con fuerza en un amplio espectro de sectores, no solo en la obvia industria militar. Pero España, en este azaroso juego geopolítico que nos arrastra, podría tener problemas en el futuro con Marruecos, lo que nos metería el conflicto en casa. En todo caso, en estas circunstancias, las empresas que puedan se protegerán con más margen para sortear riesgos e imprevistos. Las corporaciones y clientes públicos aumentan su peso en tiempos de guerra, la economía se nacionaliza de alguna manera, lo que genera un nuevo ecosistema comercial al que adaptarse.

Si los perfiles sobre sostenibilidad, diversidad y tecnología han sido demandados para los consejos, los expertos en geopolítica serán incorporados a los órganos de decisión más importantes. La globalización, aquello tan hermoso de fronteras abiertas sin cortapisas para todos, no es más que un dulce recuerdo. Aranceles, aduanas, cupos, restricciones de todo tipo, encarecerán y dificultarán el mercado internacional, con el consiguiente encarecimiento para el consumidor y la patita de la inflación enseñando de nuevo sus garras afiladas por debajo de la puerta, lo que desacelerará, si no es que invierte, la bajada de tipos que tanto nos beneficiaba. La cadena de suministro se modificará y el concepto de garantía de suministro tomará fuerza frente al criterio exclusivo de precio, el hasta ahora usado en igualdad de calidad. Todo ello animará a acercar la producción a casa.

Sabotajes, pirateos, hackers acelerarán las cuantiosas inversiones que ya se realizan en el ámbito de la ciberseguridad. El temor justificado de gobiernos y empresas harán que multipliquen sus inversiones en estas materias, ya de por sí complejas y onerosas. La consultoría y los consejeros con conocimiento y experiencia serán todavía más solicitados que hasta ahora lo fueron.

«La necesidad de producción podría ocasionar que el sistema fuera menos complaciente con las bajas sin suficiente justificación»

La salud mental ha empeorado sensiblemente en estos últimos años, según nos indican las estadísticas disponibles. Depresiones, ansiedad, ataques de ira son cada día más frecuentes. Si finalmente la guerra fuera a más, el estrés consiguiente catalizaría las enfermedades mentales y desequilibrios psicológicos, lo que cebaría la tendencia ascendente del absentismo. Pero, al tiempo, la necesidad de producción y ciertos cambios en los paradigmas dominantes podrían ocasionar que el sistema fuera menos complaciente con las bajas sin suficiente justificación. Es decir que, paradójicamente, el absentismo podría reducirse, como ya ocurriera en lo peor de la crisis de 2008, cuando bajó, para subir con fuerza una vez que regresara la bonanza económica.

Los criterios ESG impuestos por ley, así como el intervencionismo para garantizar políticas de igualdad, por ejemplo, están siendo puestas en cuestión en estos momentos, desde luego en EEUU. Ya veremos que influencia tienen por nuestros lares. Las nuevas circunstancias, ¿modificarán el tipo de liderazgo que ha prosperado en los últimos tiempos? ¿Se evolucionará hacia perfiles más volcados en la eficiencia y los resultados o se mantendrán los más atentos a las cuestiones sociopolíticas que conocemos? ¿Qué piensa usted?

En todo caso, el suelo se mueve bajo nuestros pies. La geopolítica nos devuelve al escenario del peligro, el riesgo y de lo real. Al parecer, se acabaron los tiempos de lírica, la épica nos arrastrará, lo que modificará sin duda la forma de gobierno de países y empresas. Estemos atentos, que quién avisa no es traidor.





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