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«En Cádiz vendemos muchos más libros de autoayuda que en Sevilla»

by Marko Florentino
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Rafael Rodríguez Núñez lleva 26 años en el negocio del libro. Trabajó durante mucho tiempo en Librerías Beta, donde llegó a ser jefe de compras y coordinador de la cadena en Sevilla, Huelva, Cádiz y Córdoba. Cuando esta empresa entró en quiebra hace nueve años, dos empleados y él se quedaron con varias librerías y desde entonces han ido abriendo otras nuevas (en la calle Asunción, donde cerró una ortopedia) o quedándose con otras como El gusanito lector, en la calle Feria, o la antigua Librería Reguera, en Santa Catalina, tras la jubilación de su dueño. La quinta y última librería sevillana de «Botica de Lectores» abrió sus puertas a finales del año pasado en la calle Luis de Morales, en el barrio de Nervión, donde durante veinte años acogió a sus clientes la librería Tharsis.

-¿Por qué le pusieron a sus librerías «Botica de Lectores»?

-Mi socia tenía una clienta con un niño, que ya es un hombre, que le decía: «Vamos a la tienda de los lectores porque no le salía la palabra librería». Nos llamó la atención esa expresión y en el diccionario descubrimos que la segunda acepción era botica. Aunque está asociada popularmente a farmacia, su significado es el de una tienda, en general. Los boticarios antiguamente vendían de todo y se nos ocurrió jugar con ese término con la idea de que los farmacéuticos recetan para el cuerpo y nosotros somos algo así como los farmacéuticos del alma.

-Y lanzaron un manifiesto que acabaron exponiendo en sus cinco librerías de Sevilla…

-Sí. Estuvimos meses dándole vueltas y al cabo del tiempo leímos un artículo de Elvira Lindo en el que hablaba de las librerías como boticas y que lo incorporamos también. Decimos esto: «Los libreros somos los consejeros que encuentran el libro adecuado para cada lector y lo hace, además, en función del momento concreto de su vida, ya que no siempre disponemos del mismo estado de ánimo ni necesitamos el mismo tipo de lectura. Al igual que un médico prescribe medicamentos para paliar enfermedades del cuerpo, un librero de cabecera es un tipo especial de boticario que recomienda libros para curar las enfermedades del alma, origen de muchos de nuestros males».

-Están desapareciendo muchos libreros de cabecera y cerrándose librerías. En Sevilla han caído Verbo, Caótica, Yerma, Tharsis, El Gusanito Lector o La Isla de Papel, entre otras. ¿Cree que su profesión se acabará extinguiendo?

-Confío en que no. Es verdad que las librerías independientes vamos muy justas como negocio, pero cada una de esas librerías ha ido cerrando por diversas circunstancias. Algunas no se recuperaron de la pandemia y en otras se jubiló el dueño y no había relevo familiar.

-Dice usted que en España se lee igual que hace diez años. Eso no cuadra exactamente con el cierre de librerías.

-Yo creo que se lee igual, pero es cierto que el consumo de libros ha variado. Antes en este negocio había libros y ahora hay libros y productos, estos especialmente en literatura juvenil y romántica. Hablo, por ejemplo, de productos de influencers que le ponen su firma pero que ni siquiera los escriben ellos sino escritores de las editoriales. Y venden miles de ejemplares, especialmente a chavales. En nuestra generación nosotros empezábamos con los cómics y en ésta parece que empiezan con estos productos.

-O sea, que los jóvenes actuales leen.

-Sí, leen bastante. Y después de leer estos productos, pueden pasar a literatura de cierta calidad. Especialmente, las chicas, que leen más que los chicos.

-El editor, escritor y librero Javier Menéndez (Siltolá) dice que los libros de ahora son como los tomates de los supermercados: que no saben a tomate.

-Estoy de acuerdo con él. Pero también entiendo al librero que acepta vender estos productos porque necesita ventas para poder ofrecer a sus clientes más formados libros de calidad. Como este tipo de productos no deja de ser un fenómeno en alza, para que un librero pueda tener una buena sección de poesía, necesita tener las ventas que les garantizan este tipo de productos. Lo importante, en todo caso, es que uno sepa lo que está leyendo. Pasa igual que con las películas de Santiago Segura: sabes que te vas a hartar de reír, pero tampoco esperes más. Además, no siempre tenemos ganas de ver una película de autor o leer un ensayo sesudo o a un clásico.

-¿Los libros-tomate pueden convivir con los libros de toda la vida?

-Sí, perfectamente.

-Decía también Javier Menéndez que «las grandes editoriales venden los libros como verduras» y que «los libros no son pimientos».

-También tiene razón. Por eso yo hablaba de productos, no de libros. Pero el editor sabe que, para poder publicar libros de calidad, tiene también que vender estos productos. Hay quien dice que esto es una forma de prostitución, pero bueno… No podemos olvidar que esto es un mercado.

-¿Las librerías tendrían que cerrar si no ofrecieran (y vendieran) estos «productos»?

-Las librerías tenemos unos gastos fijos de alquiler, luz, agua y nóminas. Y tenemos que garantizar un nivel de ventas para poder seguir con nuestros establecimientos. Hay que generar ventas. Yo me siento librero, pero también soy empresario y veo las cuentas y la necesidad de tener ingresos. Esa faceta es la más ingrata de un librero y podría decir que a mí me toca bailar con la más fea.

-¿En Sevilla se lee más o menos que en otros sitios de España?

-Sevilla siempre sale a la cola de Andalucía, según datos oficiales. Por detrás de Málaga, Granada y otras.

-¿De Andalucía y de España?

-Sí, porque Andalucía está a la cola de España, según datos oficiales. Incluso Cádiz, que es más pequeña, aparece con más lectores que Sevilla. Aunque los datos pueden tener su trampa o distorsión y estamos intentado afinar con CEGAL esos datos porque creemos que no está afinado.

-¿Cuántos libros vende diariamente cada una de sus cinco librerías?

-Un día corriente podemos vender unos 50/60 libros en las más pequeñas y unos 120/150 en las más grandes.

-Las librerías se quedan con el 30 por ciento de cada libro, cuyo precio oscila entre 20 y 24 euros. ¿Es posible pagar alquiler, facturas y nóminas con esas ventas?

-Vamos muy justos. Estamos todos los días jugando en el alambre. Si te desequilibras, puedes no recuperarte. Y el margen es pequeño. Si en un año te recuperas, ole, pero si no te recuperas, cierras, porque los proveedores ya no te facilitan los libros con los que puedes recuperarte. Ahora cierra la librería República de las Letras en Córdoba porque no se ha recuperado. Lo mismo le pasó a Panella en los Remedios.

-¿Amazon sigue siendo el enemigo de los libreros?

-Ellos están en este negocio, pero nuestro cliente es diferente. Nosotros asesoramos a los clientes y seguimos formando libreros. Y tenemos a los más antiguos libreros de Sevilla trabajando con nosotros.

-¿Qué leen los sevillanos?

-De todo, sobre todo narrativa, como los de cualquier otra ciudad. Pero en Sevilla hay una gran venta de libros locales, libros que hablan de la historia de Sevilla, de las fiestas de Sevilla, de las hermandades, etcétera. En otras ciudades andaluzas no hay tanta venta local.

¿Se compran muchos libros de autoayuda en Sevilla?

-No muchos. En Cádiz, sin embargo, sí se venden muchos libros de este tipo. Es curioso.

-¿Cada librería tiene una clientela diferenciada?

-Sí, cada librería es un mundo y ninguna es igual a otra. Cada librería es una pequeña isla. Incluso las muy cercanas. Nosotros tenemos dos en los Remedios, muy cerca una de otra, y la clientela es muy diferente. En la de Asunción, que es muy familiar, se venden muchos libros infantiles. Van los abuelos y los compran a sus nietos. En la de República Argentina, que es mucho más generalista, compra quien va al médico, al abogado o a la clínica dental. O el que se baja del metro. El perfil de compras es diferente y el escaparate de esas dos librerías es muy diferente. Y no es lo mismo tener una librería en los Remedios que en la calle Feria: nosotros nos tenemos que adaptar al barrio.

-¿Hay libros que le hayan dado una sorpresa de ventas?

-El último, ‘A sangre y fuego’, de Chaves Nogales. Hemos vendido 400 ejemplares de ese libro. Esa es la tirada habitual de una novela que no sea de autor conocido. Hay muchas sorpresas: ‘La península de las casas vacías’ se está vendiendo mucho. El bestseller de nuestra librería de la calle Feria es ‘Canijo’, que retrata el barrio. Siempre se repone y está en el escaparate.



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