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En la crisis de Valencia se apreció falta de mando, por THE OBJECTIVE

by Marko Florentino
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Ante una previsible catástrofe, los servicios de seguridad no van, están. La experiencia nos enseña que si se va, siempre se llega tarde. Un pensador chino hace 3.000 años nos advertía «al enemigo no hay que dejarle que actúe como pez en el agua, hay que ir a buscarlo».

Día tras día y a 400 kilómetros, observo en los medios de comunicación, las medidas adoptadas por las diferentes unidades de seguridad que se enfrentan a la emergencia de Valencia, así como al triste resultado al que hemos llegado.

Desde los tiempos más primitivos, sedentarios y nómadas, para sobrevivir, establecieron normas que son la base de nuestra civilización, apoyándose en los principios de propiedad y seguridad.

Si observamos la seguridad, apreciamos como las diferentes administraciones, a lo largo de los siglos, han apoyado su desarrollo, como instituciones propias del Estado.

El último eslabón ha sido la creación de la UME; militar que igualmente hubiese sido posible su carácter civil, como refuerzo del servicio de bomberos; esta última decisión dio lugar a sopesar la participación de la seguridad en órganos administrativos estatales y no autonómicos. La decisión adoptada de carácter militar permite potenciar los esfuerzos de seguridad del Estado, unificando su operatividad a través de los servicios de seguridad.

«No cabe la autorización para poder actuar. Al lema de los acuartelamientos ‘Todo por la Patria’, bien se podría añadir ‘a la catástrofe no se va, se está’»

Disponemos de unas 200.000 personas componentes de la seguridad del Estado. El frontispicio de la Dirección General de Protección Civil de Suiza, señala que por cada miembro de la fuerza armada que causa baja, miles y miles de ciudadanos desaparecen. Sin duda falta legislación para sensibilizar y movilizar a los ciudadanos ante casos similares a lo vivido.

Analizando la catástrofe para buscar los caminos más apropiados para disminuir los efectos perniciosos, se aprecia que lleva implícito dos campos de acción, uno relacionado con la vida y otro con los daños. Qué duda cabe, que el primordial es la vida, donde se deben volcar todos los esfuerzos para favorecer la misma.

Ante esta decisión, la operatividad de las unidades de seguridad deben tener presente los parámetros de tiempo y espacio. Hay que actuar en el mínimo tiempo y el máximo espacio. No cabe la autorización para poder actuar. Nos recuerda el lema de los acuartelamientos «Todo por la Patria», bien se podría añadir «a la catástrofe no se va, se está», pero de lo contrario la experiencia nos dice que siempre se llega tarde.

Una de las funciones prioritarias es el control (prevención de la situación crítica), donde se participa desde el primer momento, para lo que están preparados, su operatividad debe apreciarse desde el primer momento; a lo largo de la misma se puede complicar la situación y se pondrá en marcha la legalidad señalada por órganos superiores. No basta con el control de la situación de emergencia, es necesario apoyarlo con acciones propias de los servicios de seguridad del Estado.

Una de las fases de la catástrofe es la defensa de la vida. El potencial humano y material que se moviliza para esta fase, está concentrado en las unidades de seguridad del Estado, bien en sus Órganos Superiores que toman decisiones, como en las unidades operativas de llevarlas a cabo. Entre otros, los Órganos Superiores son: el Centro Superior de Seguridad (Presidencia), Dirección General de Protección Civil y Emergencias (Interior), Fuerzas Armadas y UME (Defensa), AEMET y Confederación Hidrográfica (Transición Ecológica). Estos organismos son los que estudian y analizan la situación presente, dando a conocer la alerta del momento para iniciar la movilización y operatividad de las unidades de seguridad.

El lugar del desastre está representado por la Delegación del Gobierno, que a través del Centro de Coordinación Operativa, dispone y organiza que todas las unidades de seguridad del Estado se pongan en situación de preemergencia o emergencia. En esta primera fase la actuación de la Comunidad queda muy reducida para tomar decisiones, más que pedir refuerzos humanos y materiales para intervenir, debe ofrecer los reducidos servicios que dispone para esta primera fase de la vida; tales como Servicios Policiales Municipales, Servicio de Bomberos, y fundamentalmente el Servicio Sanitario.

Servicio Sanitario que debe cambiar de estrategia en su operatividad, organizándose no solo para recibir damnificados en sus centros médicos, sino con medios adecuados, acercándose al lugar de la catástrofe, y ser operativo en el mismo.

La operatividad de las unidades de seguridad del Estado se apoya en tres equipos: operativo, logístico y de mando. El equipo operativo apoyado por todas las unidades de seguridad se refuerza con el servicio médico en el lugar de las catástrofes. El equipo logístico dirige y pone en circulación los recursos humanos y materiales, así como los damnificados, señalando y acompañando las posibles evacuaciones. El equipo de mando señala la zona en la que se concentrarán los refuerzos a recibir, y distribuirá los mismos, designando un mando en la zona catastrófica señalada.

El desarrollo de la emergencia se apoya en dos órganos fundamentales, el CECOP y el CECOVI. Órganos cuyo fin fundamental es la coordinación, es decir, el mando, basado en las dos fases de la catástrofe, una la vida y otra los daños. A través del CECOP, instalado en las dependencias del representante del Gobierno, Delegación del Gobierno, se desarrollará primordialmente la función básica en las unidades operativas de la seguridad del Estado.

El nudo gordiano de la emergencia, es señalar el grado de alerta, que se conoce a través del Ministerio de Transición Ecológica, que a su vez se informa de la AEMET y Confederación Hidrográfica. Conocido el grado de alerta por el CECOP, se trasmitirá a las unidades operativas de la seguridad del Estado y a la población de la zona, para pasar de la preemergencia a la emergencia.

Sin solución de continuidad, la información recibida del CECOP se pasa al CECOVI, órgano adecuado para el desarrollo de la segunda fase de la emergencia, los daños. El CECOVI está compuesto, entre otros, por los distintos Consejeros Autonómicos. Su función es dar a conocer las posibilidades de recursos humanos y materiales de cada uno, que en gran medida se pondrá a disposición de las unidades de seguridad del Estado, así como iniciar la reconstrucción.

La urgente necesidad de la presencia de la autoridad de la Autonomía no se aprecia al estar informado permanentemente a través de la Consejera de Emergencias para tomar las decisiones más oportunas.

En esta fase se ha puesto de manifiesto la profesionalidad de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como la sensibilidad de los ciudadanos en busca del bien común, que ha rayado en lo sublime, no obstante se ha apreciado la falta de mando en las zonas catastróficas.





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