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Ferrer-Dalmau devuelve a la vida al «mayor hombre de Estado de la historia de España»

by Marko Florentino
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Huele a pintura el estudio del maestro; a eso, y a las glorias pretéritas que transmiten tres décadas de lienzos prestos a poner imágenes a la historia patria. ABC caza a Augusto Ferrer-Dalmau pincel en mano, cual francotirador paciente en busca de retoques que abatir. Se le conoce como el pintor de batallas, que no es poco, pero admite que su nuevo trabajo abarca mucho más. «He dado un paso adelante; este es un cuadro histórico. Refleja a un personaje importantísimo de nuestro pasado y, además, pone el acento en un actor destacado a lo largo de los siglos: la Iglesia», sentencia.

Frente a nosotros se alza, impávido y gozoso, Francisco Jiménez de Cisneros; el Cardenal Cisneros, vaya. Lo hace tras la que fue su gran gesta militar: la conquista de Orán, acaecida allá por 1509. Y lo hace también mostrándose tal y como era en vida: un hombre que tenía España a sus pies, sí, pero que jamás abandonó la austeridad por la que clamaban los franciscanos.

«La escena cuenta mucho de él. Mira su montura», afirma Ferrer-Dalmau mientras señala el centro de la escena. En efecto, el que fuera confesor de Isabel la Católica, arzobispo de Toledo, regente y tercer inquisidor general de Castilla no viajaba en jamelgo… ¡lo hacía en mula!

No es el único secreto que esconde el lienzo, uno de los más grandes que ha alumbrado el pintor de batallas en su dilatada carrera –2,5 metros de alto por 2 metros de ancho–, pero sí se cuenta entre los primeros que saltan a la vista. Tras don Cisneros y su querido burro –Benitillo le llamaban– arriban un torrente de personajes que trasladan al espectador hasta la toma de la, hoy, urbe argelina; el último anhelo que había dejado Isabel I en su testamento.

Porque sí, el Cardenal, al que Ferrer-Dalmau ha devuelto a la vida con facciones dura y rostro afilado, se marchó de este mundo como el último protector de los deseos de Su Majestad Católica.

Gloria a Alcalá

«Es un cuadro imponente. Ferrer-Dalmau es el pintor historicista de carácter épico mejor valorado, es un privilegio haber llegado hasta él». A la conversación se suma, a través del teléfono, José Félix Huerta, presidente de la bicentenaria Sociedad de Condueños. Su grupo, nacido en 1850 para preservar la «manzana fundacional de la Universidad Cisneriana» de Alcalá de Henares, se halla tras el encargo. Con voz firme, admite que buscan recuperar bienes muebles de la ciudad para exponerlos en una suerte museo. Y qué mejor que incluir un cuadro del Cardenal en esa sala. Porque sí, fue este religioso el que fundó e impulsó la famosa institución de enseñanza en una fecha tan temprana como 1499.

Aunque, como todavía queda tiempo hasta que transformen la sala histórica de la Sociedad de Condueños en ese museo anhelado, por el momento el lienzo reposará en la misma Universidad.


Boceto del cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau


AFD

«Mientras se adecua la instalación, lucirá en la capilla donde está enterrado Cisneros; es la zona más visitada», sentencia Huerta. Allí, el espíritu del Cardenal descansará junto a una instantánea de la que fue su gran gesta militar. «Le planteamos a Augusto la posibilidad de que le retratara poniendo la primera piedra de la Universidad, pero él lo tuvo claro: tenía que ser una hazaña bélica», añade el presidente. ¿Y por qué?, preguntamos. «En parte por la carga heroica… ¡Aunque creo que porque en Orán podía poner caballos, que los adora!», bromea.

Aquí o allá, en Orán o en Alcalá, Huerta recalca que la grandiosidad de Cisneros fue inigualable. Y usa las palabras del hispanista Joseph Pérez para definirle: «Fue el mejor gobernante y el mayor hombre de Estado de España». A continuación, enumera sus logros, que fueron muchos; entre ellos, la fundación del que fue motor del Siglo de Oro. «Los grandes personajes del mundo de la cultura, las artes y el ejército pasaron por la Universidad. Los grandes capitanes Alejandro Farnesio y Juan de Austria son dos ejemplos, así como los clérigos que fueron a América», suscribe. Tal fue el éxito de la institución, que su modelo se exportó luego al otro lado del Atlántico.

Reformador

La Biblia políglota, el impulso de la imprenta… Las glorias de Cisneros se cuentan a manos llenas, como bien explica a ABC María Fidalgo. Al otro lado de la línea, la doctora en historia del arte y asesora de Ferrer-Dalmau nos desvela también un secreto del cuadro: «Ha pintado un detalle que pocos conocen: el Cardenal tenía labio leporino. En principio, esa característica le debería haber impedido hablar con normalidad, pero la realidad es que era un orador extraordinario». Es una sombra, nada exagerado, pero lo bastante marcada para que el público capte. La guinda del pintor.


Cuadro de la conquista de Orán


AUGUSTO FERRER-DALMAU

Aunque lo que de verdad le llama la atención a Fidalgo es el reto mayúsculo que se ha planteado Ferrer-Dalmau. «Es un cuadro muy innovador. Nunca había hecho figuras de estas dimensiones. Son personajes tan grandes que casi invaden el espacio del espectador», completa. El artista sonríe y responde: «Lo mío me ha costado. ¡Unas diez horas diarias durante tres meses!». Ahora, confirma, le espera El Álamo. ¿Cómo que el Álamo?, preguntamos. «Ya os contaré…».



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