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Formar una familia y tener una carrera profesional sin salir de su pueblo

by Marko Florentino
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El año pasado en nuestro país más de un millón de personas cambiaron de puestos de trabajo en solo seis meses. La rotación laboral se ha convertido en una constante. La estabilidad más allá de las grandes ciudades parece un lujo al alcance de muy pocos.

Según la Estadística de Migraciones y Cambios de Residencia del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2023 más de 1,7 millones de españoles cambiaron de municipio, con grandes capitales como Madrid y Barcelona como destinos predominantes, lo que evidencia una tendencia clara: el desplazamiento hacia grandes urbes sigue creciendo, en detrimento de las oportunidades en pueblos y zonas rurales.

No es el caso de historias como las de María Isabel Cuartero y Abraham García, que cumplen 25 años trabajando en Pascual. Un cuarto de siglo cerca de los suyos. Dando lo mejor, cerca de ti.

María Isabel recuerda con cariño sus primeros días en la empresa. «Cuando entré en Pascual buscaba estabilidad, crecimiento personal, nuevos retos. Hoy, después de 25 años, cada día sigo aprendiendo algo nuevo y eso es lo que más valoro», asegura desde su despacho en el Complejo Industrial de Aranda de Duero, a tan solo siete minutos de casa. Sin atascos. Y sonríe: «Es la leche… nunca mejor dicho».

«No todos queremos vivir en Madrid»

Para Abraham, operario de mantenimiento en la planta de Bezoya en Trescasas (Segovia), la estabilidad también ha sido clave. Empezó siendo un joven de 19 años, recién salido de unas prácticas laborales en torno y fresado. Hoy es padre de tres niñas, vive a quince minutos del trabajo y valora cada instante cerca de su familia. «No todos queremos vivir en Madrid. Yo necesito estar cerca de los míos, aquí está mi gente, mi hogar.  Se puede decir que estoy donde quiero», admite orgulloso.

Abraham García.

La realidad que han vivido María Isabel y Abraham es hoy una excepción. Cada vez es más complicado asentarse en un mercado laboral cuyas grandes oportunidades parecen (solo parecen) estar en las grandes ciudades. Por eso, especialmente en lugares que no son grandes urbes, la solución más sencilla puede ser desplazarse y formar un proyecto de vida en un gran núcleo de población. Pero esa decisión no siempre convence a todo el mundo.

Así, para ofrecer alternativas, empresas como Pascual llevan décadas apostando por otra opción en sus centros industriales: empleo estable y de calidad, también en lugares alejados del ruido de las grandes urbes. La compañía arandina ha convertido la estabilidad en un valor central, ya sea en las ciudades o en las zonas rurales donde tiene ubicadas sus fábricas, porque entiende que tras un buen trabajador hay, ante todo, una persona que necesita seguridad para crecer y la posibilidad de hacerlo en el lugar que mejor se adapte a sus preferencias o necesidades.

Un lujo llamado estabilidad

María Isabel vive esa estabilidad en el área de Incidencias de Transportes del Complejo Industrial que Pascual tiene en Aranda desde hace 10 años, aunque antes pasó por otras áreas también dentro del mismo centro. «Me encanta resolver cuestiones, ayudar a gestionar la movilidad en la carretera, conectar con agencias, delegaciones, fábricas. Cada día es una historia diferente», cuenta con entusiasmo. Y añade algo fundamental: «Estar cerca de casa después del trabajo me ha permitido disfrutar de mi familia, formar un hogar y encontrar la tranquilidad personal y económica que todos buscamos».

Abraham coincide plenamente. Desde el área de Mantenimiento en Bezoya, ha crecido profesionalmente tocando todos los palos técnicos: electricidad, electrónica, mecánica… Y ahora, incluso, estudia para convertirse en Técnico Superior en Construcciones. «La empresa me ha dado la oportunidad de seguir formándome, de crecer. Me siento muy bien al hacer bien mi trabajo, ayudar a mis compañeros en lo que pueda y yo también seguir aprendiendo», señala.

Ambos tienen claro que el entorno también ayuda. María Isabel adora Aranda por la calidad de vida, la Virgen de las Viñas, el lechazo, el Sonorama… Abraham está enamorado de Segovia, de su gente y de la vida que ha podido construir allí. «Aquí tengo libertad y flexibilidad. El trabajo no es rígido, me dejan encontrar mis propias soluciones», subraya él.

Cuando se les pregunta qué dirían a los jóvenes tentados de marcharse, ambos responden de forma similar. María Isabel aconseja «buscar primero oportunidades cerca, valorar pros y contras antes de irse lejos». Abraham es aún más directo: «Aquí, cerca de casa, hay oportunidades para crecer, para tener estabilidad y ser feliz. En mi caso, se puede decir que, aunque no hay que dar nada por hecho y, la vida da muchas vueltas, estoy contento». El hecho de que existan fábricas y centros industriales en los pueblos da la oportunidad a que los jóvenes se queden en pequeñas localidades y puedan asentarse y formar una familia donde han crecido desde pequeños.

En tiempos donde todo parece pasajero, historias como las de María Isabel y Abraham recuerdan que, a veces, quedarse puede ser la mejor decisión posible. Un lujo cotidiano llamado estabilidad, algo que es más que posible en compañías como Pascual



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