Gael García Bernal (Guadalajara, 1978) está más vivo que nunca. Vaya lo evidente por delante, porque justo después de ver Another end, de Piero Messina, asaltan las dudas. Ambientada en un lugar perfectamente reconocible y, sin embargo, turbadoramente irreal, la película recién presentada en la Berlinale habla del futuro pero se diría conjugada en riguroso presente.
Se ocupa de los muertos (de ahí la precisión del principio), pero su objetivo es analizar el dolor de los vivos. Y así. El actor mexicano da vida a un hombre al que se ofrece la oportunidad de resucitar la memoria de su mujer muerta, pero en el cuerpo alquilado de una extraña. Cosas de la tecnología.
- ¿Cuánto le preocupa la muerte a un mexicano?
- No fue repensar la muerte lo que me llevó a esta película. Fue más bien la controversia que plantea sobre la separación entre el cuerpo y el alma. Según la tradición judeo-cristiana una no tiene nada que ver con el otro. Y no parece tan claro. Y esta misma polémica es traducible a lo que nos está pasando a la humanidad y nuestra relación con la naturaleza. ¿Realmente somos entidades diferentes? Parece que no y el cambio climático nos lo demuestra. En la tanatología, por ejemplo, es muy importante reconocer el cuerpo sin vida. Es así como aceptas la muerte. Ante un cadáver decimos que eso ya no es la persona que conocimos, pero ese cuerpo es importantísimo para comprender la muerte. Por eso la frustración y la ansiedad que viven los que tienen familiares desaparecidos.
- Ese argumento es discutido en España por los que se oponen a que se abran las fosas de los muertos de la Guerra Civil…
- Y en México está el mal karma que nos estamos generando con, creo, 120.000 desaparecidos desde 2006. Es casi un país. Es terrible lo que está sucediendo.
- Sería capaz de hacer lo que hace tu personaje: trasladar «el alma» de la persona amada y fallecida a un nuevo cuerpo?
- No, definitivamente. Y si lo hiciera no lo comentaría. Ahora que la memoria se puede encapsular con todo tipo de fotografías y datos no podemos comerciar con ella. La memoria necesita de una reinterpretación y esos datos no son memoria.
- Ya hay comercio de memoria.
- Sí, eso es lo que pretende Instagram. Pero el problema serio realmente es que nos negamos a aceptar el dolor. Esto se ve con la crisis de los analgésicos en Estados Unidos. Y no, la vida duele. La edad te lo demuestra. Te acuestas y al día siguiente te levantas y parece que te han dado una paliza. Hay que aceptar que si no te duele algo es que estás muerto. Esa anestesia social es la que nos está matando. El dolor es el termostato de la existencia.
- Y nada hace sufrir más que el amor, sería la moraleja de la película.
- Lo romántico también fue completamente maquillado hoy día y desprovisto de la muerte. Y no, el género romántico es amor y muerte. La muerte como el gran relativizador y el amor como lo único a lo que te puedes agarrar.
- La película está dirigida por un italiano e interpretada por un mexicano, una noruega [Renate Reinsve] y una francesa [Bérénice Bejo]. ¿Esto es un accidente o un síntoma de algo?
- Es síntoma de algo que está pasando y busca retratar la película. Ahora mismo todas las ciudades son idénticas, son no-lugares con las mismas calles y las mismas tiendas. Y eso es otra de las anestesias sociales.
- En los pocos días de Berlinale, se ha hablado de Gaza, de Ucrania, de la extrema derecha, de Irán…
- Sí, pero eso no evita reconocer la pérdida de poder del cine. Antes la palabra política del cine era punta de lanza. Ahora ya no es así. Y en parte es culpa de nosotros, los que hacemos cine, y del nuevo ecosistema de las plataformas que diluye todo en la inmensidad de su oferta. Si no hay estrenos no hay conversación.
- Hablando de política, en España se ha empezado a hablar de descolonización. ¿Cómo asiste un mexicano a esta polémica?
- La gran ventaja del mundo hispano parlante sobre otros tipos de colonizaciones es que somos mestizos. Ya lo dijo Carlos Fuentes, tenemos que escuchar a nuestra parte indígena y africana, pero también a la europea. Me molestan las soluciones maniqueas.
- Ahora solo hace falta que desde Europa se haga la misma reflexión.
- Sí y creo que España tiene que aprender a reconocerse mestiza.