Tras una década al frente del sindicato mayoritario en la Comunidad, Roberto González se despide y cede el relevo a Carlos Lage. Entre los dos analizan la situación de la policía gallega

Once años después de su nombramiento como portavoz del Sindicato Unificado de Policía en Galicia (SUP), mayoritario en la Comunidad, Roberto González (A Merca, 1982) da «un paso al lado». Lo hace manteniendo intacta su vocación sindical, y convertido en rostro visible de las reivindicaciones policiales de la última década. De Galicia partieron reclamaciones que cambiaron el día a día de los agentes en toda España, como la exigencia «un policía, un chaleco» tras la muerte de la agente Vanessa Lage en un atraco en Vigo. Este suceso sirvió para sensibilizar a los responsables políticos sobre la falta de protección de los efectivos destinados a seguridad ciudadana, que a partir de la batalla iniciada por el SUP gallego disponen de chalecos antibalas en cada una de sus intervenciones. Para González, la pérdida de esta compañera fue uno de los peores momentos al frente de la portavocía sindical. Hubo otros complicados también, recuerda, como la detención de varios compañeros en el marco de la operación ‘Zamburiña‘, una presunta trama de corrupción policial que judicialmente quedó en nada, pero que quebró la carrera de varios de los señalados. «Sabíamos que estaban haciendo su trabajo investigador en la línea roja, para intentar sacar a delincuentes de la calle, y los detuvieron por eso. Ese momento fue difícil», rememora el portavoz saliente, que siempre confió en su inocencia. González tampoco pasa por alto los suicidios de algunos amigos de profesión, que ponen el punto de amargura a diez años con un balance «muy positivo».
En la lista de logros, el orensano suma la petición de una pistola táser para todas las patrullas. En la actualidad, concreta, ya hay un número importante de este tipo de dispositivos y en todos los servicios hay al menos un compañero con titulación capaz de manejarlas, algo «que nos ayuda sobremanera». En cuanto a instalaciones, en los últimos diez años se ha logrado que se incluyan en el plan de infraestructuras nuevas comisarías para Lugo, Ferrol y Pontevedra. «Y también la del distrito centro de Vigo», anota González. En cuanto a unidades de prevención y reacción (UPR) se ha conseguido una para Lugo y están solicitadas la de Pontevedra -a raíz de los últimos sucesos violentos en la ciudad- y también la Ferrol.
Pero el principal caballo de batalla para el sindicato mayoritario de policía es la reivindicación de profesión de riesgo para lograr una jubilación al nivel de su desempeño laboral. Una pelea que también se inició en Galicia. «Un agente tiene una pérdida retributiva de un 30 por ciento cuando se jubila, y dos tercios aún pertenecen al régimen de clases pasivas, eso no puede mantenerse en el tiempo», clama González a la hora de pasar el testigo al nuevo portavoz autonómico.

Carlos Lage, nuevo portavoz del SUP en Galicia
El discurso de Carlos Lage (Lugo, 1980) enlaza con el de su compañero y pone el foco en una jubilación «digna» para quienes a diario salen a proteger las calles. Lage llega al SUP tras una carrera ligada al sindicato, y con el apoyo de sus compañeros. «Nos estamos jubilando con una pérdida adquisitiva muy grande, y con sentencias que hacen diferenciaciones entre policías», conecta. Esta, adelanta, será una de las cuestiones que ocupen un espacio central en su mesa los próximos años, pero hay más.
En términos generales, la reforma de catálogos de las comisarías es otra vieja reclamación que sigue sin desatascarse y que exige de una reestructuración profunda, «más allá de los parches de los últimos años». «Están obsoletos», arranca Lage, que se queja de las mínimas correcciones de personal ante el crecimiento de ciudades como Vigo o La Coruña o ante las aglomeraciones que vive la capital gallega. «Galicia necesita al menos 300 personas más», coinciden los dos portavoces. «La dotación de efectivos es la misma que hace quince años, pero la carga de trabajo es más. Se necesitan como mínimo un 10 por ciento más de agentes en Galicia», incorpora González. Sobre los índices de criminalidad que arroja la Comunidad, Lage indica que sobre todo está despuntando la ciberdelincuencia. Y el obstáculo aquí, revela, es que no hay agentes suficientes destinados a estas unidades, que además se retraen de otras. «Lo que se está haciendo es vestir a un santo para desvestir al otro», resume sobre el escenario actual, en el que de forma obligada y urgente deben entrar más participantes que ayuden a aligerar la carga de trabajo.
Tierra de policías por tradición, Galicia es uno de los destinos donde más cuesta hacerse con una plaza de policía. De media, calcula Lage, unos 17 años. «Volver aquí como policía de escala básica implica pasar muchos años fuera, sucede un poco como con Asturias», afirma el sindicalista, dejando constancia de que la Comunidad gallega es una importante cantera de agentes, y de que la competencia por este destino es extrema. Este escenario de incertidumbre afecta directamente en la salud mental de muchos agentes, critica Lage, que pasan años en otros destinos, «sin poder conciliar ni estar con su familia». Toda una paradoja en un territorio ansioso de ampliar plantillas y donde el músculo policial y sindical es, a todas luces, más fuerte que nunca.