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Grietas en la ‘primavera’ de libertad de Siria: «Todos estos movimientos religiosos hacen lo mismo. Cuando tienen el poder suficiente acaparan el control»

by Marko Florentino
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«¿Usted no es de aquí, no?». Malky Mardini se dirige al fotógrafo español que intentaba retratar la escena. «Se nota, nosotros no usamos aquí esas cosas», afirma señalando a los aretes que llevaba el extranjero en las dos orejas. «¡Ya verás como te vea Golani!», añade en referencia al presidente sirio, Ahmed al-Sharaa, que era apodado así -Golani- cuando lideraba la franquicia de Al Qaeda en este país.

Los asistentes, varias decenas, acogen la broma con una estruendosa carcajada. La misma con la que reciben la representación que hacen dos de sus compañeros sobre la disparatada conversación de un miembro de la temida muhabarat (el servicio secreto de Bashar Asad) y un taxista.

En ese instante se escucha un tiroteo en el exterior y otro de los humoristas asoma la cabeza a la calle y regresa diciendo: «Ya vienen a por nosotros los del HTS (la facción fundamentalista que lidera Sharaa)», algo que el público recibe con más risas.

El escenario elegido por los integrantes de Styria para su espectáculo concuerda en espíritu y decoración con la desternillante puesta en escena de los cómicos. «Que tu vida sea como el papel del váter: larga y útil», se lee en uno de los carteles que adornan los muros del café. «Vive, ama y ríe», afirma otro.

Durante semanas, tras la caída del régimen sirio el 8 de diciembre pasado, los integrantes de Styria protagonizaron un espectáculo que llamaron Corre, Asad, corre, donde dirigían su ácido humor hacia la figura del ex dictador, que tras ejercer como un autócrata omnipotente durante 24 años se ha convertido ahora en motivo de chanza no sólo para humoristas como Mardini sino para toda la población local. A escasos metros del establecimiento donde actuó Stytiria, en pleno centro de Damasco, los viandantes pueden adquirir ahora calcetines grabados con caricaturas representando al antiguo hombre fuerte del país donde se lee «lo pisoteamos».

Para la más de media docena de componentes de Styria, la posibilidad de dar rienda suelta a la ironía sin necesidad de preocuparse por la reacción de la citada muhabarat constituye una conmoción tan absoluta como para el resto de la sociedad siria asistir al tsunami de actividades artísticas irrestrictas que se están sucediendo en la nación árabe.

El fundador de Styria, Sharif al Homsi, admite que el periodo por el que pasa el país es una especie de «sueño». El mismo fue un personaje «buscado» durante meses por una simple broma que hizo y que llegó a oídos del Ministro de Cultura. «¡Tuve que pagar cientos de dólares para sacar mi nombre de la lista de personas buscadas! ¡Si me llegan a pillar hubiese terminado en Sednaya (la peor prisión de la última dictadura)», opina en una conversación tras concluir su actuación.

Sharif no excluye de la mofa al propio Ahmad al-Sharaa, de quien dice que si sigue «evolucionando» va a terminar siendo un hipster o uno de esos que saluda a otros dirigentes mundiales al estilo de los raperos: «Yoooo, ¡qué tal, cabrón!».

Sin embargo, su compañero Jude Joher admite que si antes la línea roja era cualquier alusión a Bashar o la política de sus acólitos, ahora tienen otras: «La religión y el sexo». «Hemos vivido décadas de miedo y el miedo sigue ahí, pero si un Gobierno se siente insultado por una broma debería caer», le secunda Sherif.

La multiplicación de galas de Styria se inscribe en la agitada agenda de la escena artística siria, donde no hay semana en la que no se organice un nuevo concierto, obra teatral o evento público para celebrar la victoria de la revolución. Toda una acumulación de actos que se han desarrollado hasta ahora en la mayoría de las ocasiones sin la interferencia de los responsables de Hayat Tahrir Al Sham (HTS), el movimiento salafista que lidera Ahmed al-Sharaa, que no hace mucho defendía un pensamiento extremista donde la música, la mezcla de artistas de ambos géneros o las pinturas que incluyesen recreaciones humanas, estaban prohibidas.

El recuerdo de la ‘primavera de Damasco’

Sin embargo, un significativo número de integrantes de esta élite intelectual, no han olvidado los orígenes del militante reconvertido en político y observan el periodo de libertad actual con tantas esperanzas como recelo. Son conscientes de que Siria ya acometió un experimento similar entre el año 2000 y 2002: la llamada primavera de Damasco.

Tras la muerte de Hafez al Asad, cuya égida se caracterizó por una represión brutal, Bashar Asad, permitió la multiplicación de foros de discusión democrática -los recordados muntadat– donde se reunían lo más granado de la oposición y la élite intelectual del país para hablar de democracia y libertad. El espejismo comenzó a desvanecerse en el verano del año subsiguiente, cuando el régimen inició la detención de los mismos personajes a los que había permitido organizar esos encuentros.

El escritor y antiguo comentarista político Yaarab al-Eissa fue uno de los participantes en aquellas reuniones de principio de siglo pero no cree que esa sea una comparación «ajustada». Para él es mejor mirar a lo que ocurrió en Irán tras la huida del Sha en enero de 1979, cuando la nación persa pasó de estar dominada por una autocracia secular al absolutismo religioso meses más tarde.

«Todos estos movimientos religiosos hacen lo mismo. Se dan un tiempo hasta que consideran que tienen el poder suficiente y entonces acaparan el control total», comenta.

La galería Zawaya de Damasco, con retratos de desnudos.

La galería Zawaya de Damasco, con retratos de desnudos.Albert Lores

El novelista cita dos ejemplos que azuzan su aprehensión. La designación de Shadi al-Waisi como ministro de Justicia, al que se ha vinculado a la ejecución de dos mujeres acusadas de prostitución en 2015, y la prohibición que sufrió la conferencia sobre derechos humanos que había organizado el Centro de Estudios Jurídicos e Investigación sirio. La cita debía celebrarse en Damasco el pasado día 27, pero tuvo que suspenderse cuando los invitados intentaban entrar al hotel donde se iba a desarrollar.

«Les dijeron que habían llamado los del HTS y que no les podían dejar entrar», explica Eissa.

La decisión provocó una contundente crítica del presidente de dicha organización, Anwar al Buni -un conocido defensor de los derechos humanos-, que dijo en X que la medida «nos hace regresar a los tiempos criminales del régimen (de Asad)».

La desconfianza de Eissa es compartida por la propietaria de la popular galería artística Zawaya, Rola Sleiman, de 39 años, que se ha convertido en otro de los referentes culturales de la primera metrópoli siria. Su local ha acogido a los ínclitos personajes de Styria, la proyección de películas prohibidas y exhibiciones de esculturas repletas de figuras de féminas desnudas, lo que suscitó una tímida intervención de las nuevas autoridades.

«Hace dos meses vino un representante del HTS que dijo ser su responsable de Cultura y me indicó que no podíamos mostrar esculturas de mujeres desnudas. Hicimos la exposición con esas esculturas y le invité pero no acudió. Me preocupa que quieran imponer su forma de ver el mundo. Ya han prohibido comer en público durante el Ramadán (cuando los musulmanes ayunan hasta la caída del sol) y que se organicen eventos durante el Ramadán que no tengan que ver con la religión», relata en una conversación telefónica.

«La era de la tiranía ha terminado»

A finales de enero y como parte de esta percepción entre algunos sectores liberales del país, un nutrido grupo de escritores, artistas e intelectuales emitió un comunicado exigiendo al nuevo poder que «no interfiera» en las «costumbres de las personas» ni dicte como tienen que vestir o lo que tienen que beber o comer, «ni en otros asuntos de su vida diaria».

«La era de la tiranía ha terminado y los sirios no aceptarán la repetición de lo que han sufrido», se leía en el texto.

Otros, sin embargo, se muestran más optimistas. Nasser Munzer es un «experto» en desafiar las limitaciones de una dictadura ya que comenzó a emitir películas que bordeaban los límites marcados por las fuerzas de seguridad hace seis años. Cintas donde se cuestionaban otros modelos similares como el Chile de Pinochet o los excesos de otros militares latinoamericanos.

Cuando se confirmó la huida de Bashar a Rusia, el pequeño cine-club de Munzer en el barrios de Jaramana, al sur de Damasco, inició una serie de proyecciones llamadas Cine de Libertad, que cada semana permite ver una de las cientos de cintas que el clan Asad incluyó en su particular lista negra. La primera que emitió fue Paso a Paso (1978), de Osama Mohammed, una figura maldita para el régimen, que tuvo que exiliarse a París durante más de una década y que sólo ahora ha podido volver a Siria.

«Podemos decir que la gente que ha llegado al poder quizás no es la que hubiésemos deseado, pero somos responsables de luchar por nuestra libertad. Soy optimista. Los sirios hemos perdido el miedo«, aduce.

Es la misma opinión que comparte el librero Fadi Haddad, de 27 años, que ni siquiera esconde los libros del fallecido ayatolá chií Mohammad Hussein Fadlallah -una comunidad shía que muchas facciones salafistas como el HTS consideran poco menos que «infieles»- que vende bajo uno de los puentes de Damasco.

La comercialización de textos que antes hubiese llevado a sus lectores a sufrir las torturas más bárbaras es otra de las libertades conquistadas durante estos meses por los sirios. Haddad dice que a los pocos días del colapso del poder en Damasco, los libreros se vieron inundados con copias de títulos como El Caparazón, de Mustafa Khalifa, y otros muchos escritos incluidos en el llamado género de «libros de prisión», escritos por antiguos reos de la dictadura.

«Hay libros como el de Patrick Seale (su autobiografía sobre Hafez al Asad) que podía costar más de 50 dólares (una fortuna en Siria). Los religiosos como los que escribió Ibn Taymiyyah, incluso más», expresa.

«Puede que en el futuro nos pongan restricciones sobre libros religiosos pero de momento no las hemos visto», apostilla.

El descontento progresivo de algunos artistas y pensadores con las nuevas autoridades se entremezcla con el creciente desasosiego de la población por motivos muy alejados del intelecto y más cercanos a las necesidades materiales de un estado donde el 90% de sus habitantes viven por debajo del umbral de pobreza.

En pleno mes de Ramadán, tan sagrado para los musulmanes como la Navidad para los cristianos, Siria enfrenta una crisis de liquidez que ha restringido las retiradas de dinero en los bancos, justo en unos días donde se intensifican las compras. Al mismo tiempo, las autoridades han comenzado a implementar recortes en el funcionariado -que pueden llevar al despido de cientos de miles de personas-, los salarios públicos y las pensiones, algo que han terminado por provocar varias protestas callejeras, las primeras desde la llegada del HTS al poder.

El ministro de Economía, Bassel Abdul Aziz, indicó recientemente a Reuters que la administración pretende aplicar un plan de urgencia que transforme el sistema carcomido por la corrupción que apadrinó la dictadura en una «economía competitiva de libre mercado».

Pero el analista económico Abdul Hakim Al-Masri explicó que si bien «las reformas se presentan como una cirugía necesaria» para salvar al país del colapso financiero absoluto, corren el riesgo de propiciar «una ira generalizada».

Sentado en una mesa del Radwan, Ahmed Kozorosh muestra en su teléfono los vídeos de las sucesivas celebraciones, con cánticos y danzas masivas, que se han desarrollado desde diciembre en este histórico café de su propiedad, un émulo de lo que fue el Café Gijón durante sus años dorados.

«Nos hemos pasado semana tras semana de fiesta», aduce en el emblemático recinto que se inauguró en 1938 y que está adornado con toda esa parafernalia que otorga consistencia histórica a un establecimiento de este tipo. Sus paredes están decoradas con retratos de la cantante siria Asmahan, la rival de la mítica Umm Kulthum, aparatos de radio de principios del siglo pasado, viejos candiles, cintas de casete de artistas de esa época o decenas de guirnaldas pintadas con los colores de la bandera revolucionaria siria que sustituyó a la de los años de Asad.

Este es el mismo lugar que solían frecuentar oponentes históricos de Bashar Asad como Michel Kilo y donde ahora se prodigan sus sucesores, entre los que se cuentan la cuñada del exiliado dirigente, Majd Jadaan, o Riad Saaf. También se puede ver en otra mesa a los propios integrantes de Styria.

Pese a todo esto, Kozorosh piensa que la fiesta se está acabando. El también vivió la fallida Primavera del 2000 y no ha conseguido desembarazarse de esa atribulada memoria.

«Es lo mismo. Estamos ante la misma gente con una máscara diferente. Es como esa chica de la que te enamoras a primera vista cuyos errores descubres en cuanto empiezas a tratarla», argumenta Kozoros, que dispone de la residencia española desde 2014.

«Si en tres o cuatro meses esto sigue igual me volveré a Madrid», concluye.





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