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¿Heredas o trabajas? Por qué cada vez más jóvenes españoles viven pendientes del testamento de sus padres

by Marko Florentino
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En el año 2004, Paris Hilton, de los Hilton de toda la vida, de profesión heredera, publicó un libro -por llamarlo de alguna manera- con la estética de la revista Súper Pop y la profundidad intelectual de las Páginas amarillas en el que, básicamente, ofrecía una retahíla de consejos para ser la legataria ideal. Consejos tan chanantes como ten un nombre genial, luce una piel absolutamente perfecta, diles a todos lo que quieren oír y haz después lo que te dé la gana, nunca uses lo mismo dos veces, viste de rosa, actúa como un idiota, o nunca, jamás en la vida, te despiertes antes de las 10 de la mañana ni te acuestes antes de las 3 de la madrugada.

«Las horas normales son para la gente normal», proclama ella. «Nunca querrás ser normal. Cualquiera puede ser normal… ¡Qué aburrido! Estoy bostezando».

El libro, que incomprensiblemente nunca fue traducido al español, se titula Confessions of an Heiress: A Tongue-in-Chic Peek Behind the Pose (Algo así como Confesiones de una heredera: una mirada pícara detrás de la pose), se coló en lo más alto de la lista de libros más vendidos de The New York Times y la archimillonaria bisnieta del fundador de los hoteles Hilton dijo haber recibido 100.000 dólares como anticipo. Ya ven, minucias.

De todas las memeces que supuestamente escribió ella en su debut literario, sólo una frase era indiscutible. Justo la primera. Consejo número uno para ser la perfecta heredera: «Nace en la familia correcta».

Es palabra de Paris.

Han pasado 20 años desde su publicación, pero nunca como hoy la biblia Hilton ha estado más vigente. Jamás nacer en la cuna idónea ha sido tan determinante como ahora. «Elige tus cromosomas sabiamente», sugería ella. «Esto puede parecer un consejo absurdo, pero en realidad no lo es».

Y no, no lo es. Hace sólo unas semanas la revista The Economist, que es a la información económica global lo que Paris Hilton a la frivolidad planetaria, publicaba un extenso reportaje titulado Cómo hacerse rico en 2025 y revelaba la solución nada más empezar el artículo: «Olvídate de tu carrera. Hoy lo que importa es la herencia».

Según sus estimaciones, sólo este año se heredarán en los países desarrollados unos seis billones de dólares. Y la tendencia no ha dejado de crecer en los últimos tiempos. Las herencias anuales se han duplicado en Francia desde la década de 1960. Las de Alemania casi se han triplicado en los últimos 50 años. En Gran Bretaña representan el doble de los ingresos para los nacidos en la década de 1980 que para la generación anterior. Y en Italia suponen ya más del 15% del PIB.

¿Y en España? Pues los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) dicen, por ejemplo, que en nuestro país se heredan más viviendas ahora que hace 15 años, un aumento del 53%. En 2021 se alcanzó un récord histórico de 201.117 transmisiones y las herencias se han mantenido desde entonces en cotas que no se habían visto en España desde que el INE empezase a publicar estas cifras en 2007.

Si introducimos todos estos datos en la coctelera junto a la congelación de los salarios, la bajada de la productividad, la tragedia del acceso a la vivienda, la caída de la natalidad y la creciente esperanza de vida de nuestros mayores, el resultado es un brebaje que está modificando por completo el ciclo vital (y acumulativo) de las nuevas generaciones y que amenaza con desatar las desigualdades en nuestra sociedad con una intensidad sin precedentes.

O, por ponerlo clarito, las aspiraciones del futuro pasan por una nueva disyuntiva: ¿heredas o trabajas?

«Da la sensación de que antes todo venía en orden: primero el amor, luego la hipoteca, los hijos… Ahora viene primero la hipoteca, pero la de tus padres. Y si no heredas, lo tienes complicado», resume el veterano economista Leopoldo Abadía desde sus 91 años de edad. «El mundo ha cambiado. La gente tiene pocos hijos y los viejos no nos morimos ni a tiros, así que los jóvenes se pasan media vida esperando heredar. Es una buena estrategia… El único problema es que tarda en llegar».

Más contundente era el título de un artículo del periodista Héctor G. Barnés en El Confidencial: Hay demasiada gente en España esperando a que sus padres se mueran. Su texto radiografiaba la nueva realidad de los españoles que sólo podrán acceder a una vivienda en propiedad en uno de los momentos más tristes de sus vidas.

«Dicho así suena feísimo, pero la sensación es que hay una cierta economía del cuando me toque la herencia… Y eso no es bueno», asegura Abadía. «No es que la gente quiera que sus padres se mueran, faltaría más, pero saben que cuando eso pase, y si hay algo que repartir, podrán tener lo que no han podido conseguir por sus propios medios».

El pasado enero, incluso el presidente del Gobierno alertó del desafío que supone esta nueva realidad en todo el mundo. «Nos estamos enfrentando a un problema grave, muy serio, de enormes implicaciones sociales y económicas, también políticas, que exige de una respuesta decidida del conjunto de la sociedad, con las instituciones públicas en primera línea», subrayó Pedro Sánchez en un acto organizado por el Ministerio de Vivienda. «Si no lo hacemos, la sociedad va a acabar dividida en dos clases de personas: aquellas que reciben una o varias casas de sus padres y pueden por ello dedicar el grueso de sus ingresos a otros proyectos vitales como formarse, emprender, viajar… Y aquellas otras personas que se pasan el día trabajando para poder pagar un alquiler y llegan a la vejez sin ser propietarios de la casa en la que viven. Esta situación se está dando a lo largo y ancho de los países del mundo desarrollado».

Y todo esto a la espera de un momento que, tanatorios al margen, tiene un nombre que suena a película de Hollywood: La gran sucesión.

«La gente tiene pocos hijos y los viejos no nos morimos ni a tiros, así que los jóvenes se pasan media vida esperando heredar»

Leopoldo Abadía

La inmobiliaria americana Coldwell Banker estimó hace unos años que en 2030 los millennials estadounidenses heredarán más de 68 billones de dólares de sus padres en la que sería la mayor transferencia de riqueza de la era moderna. La cuenta corriente de quienes ahora tienen entre 30 y 40 años será en unos pocos años cinco veces superior a la actual gracias al legado de los baby boomers, la quinta más adinerada de la historia.

«La generación del baby boom ha tenido acceso a empleo estable, vivienda asequible y un sistema que funcionó. Ahora vivimos mucho más, y encima tenemos pisos, coches y hasta apartamentos en la playa», insiste Abadía. «Eso nos convierte en una especie de banco a plazo fijo para nuestros hijos. Y claro, muchos jóvenes, aunque no lo admitan, están haciendo números para saber cuándo les toca lo suyo».

En España también estamos en la antesala de la mayor herencia de todos los tiempos. Aquí la generación del baby boom se retrasó más de una década respecto a los países de nuestro entorno, pero entre 1958 y 1977 nacieron casi 14 millones de niños, 2,5 más que en los 20 años anteriores y 4,5 millones más que en los 20 años siguientes. Hoy representan casi un 30% de la población española y su riqueza está principalmente concentrada en el ladrillo.

Según un estudio de CaixaBank Research, aproximadamente el 77% de los hogares con un cabeza de familia de 46 a 64 años tenía en 2020 una vivienda principal en propiedad, y casi la mitad de estas personas poseen además otras propiedades inmobiliarias. La mayoría de sus hijos, sin embargo, ni tienen casa ni ahorros.

«La generación del baby boom no tiene la culpa de nada y muchas veces cometemos el error de responsabilizarles y de convertir el debate en una lucha entre generaciones», advierte Pedro Salas-Rojo, investigador de la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres. «Ellos reaccionaron a una serie de políticas activas que en los años 70, 80 y 90 favoreció la vivienda en propiedad, la subida paulatina de precios, la construcción de vivienda pública que a los pocos años podía ser vendida en el mercado privado, la marginalización del alquiler… Estas políticas han derivado en un parque de vivienda pública y social de los más bajos de Europa y una cultura de tenencia en la que la vivienda no se ve como un derecho, sino como una mercancía».

La última Encuesta financiera de las familias del Banco de España revela que la riqueza total neta de los hogares menores de 35 años bajó un 72,7% entre 2002 y 2022, mientras que la de los mayores de 74 años se disparó un 98,7%. En esas dos décadas, la proporción de jóvenes que accedieron a una vivienda en propiedad cayó del 66% al 31,8%.

Conclusión: las aspiraciones profesionales van quedando en un segundo plano porque a la nueva clase media no le queda otra que hacer malabares con la hucha hasta que toque repartir el testamento de papá y mamá. Según The Economist, la caída de la natalidad ha aumentado en un 24% la cantidad media que recibe el heredero promedio: «Tener un hermano o una hermana puede ser bonito, pero tiene un precio».

De la meritocracia hemos pasado a la heritocracia. De repente, todos vivimos en nuestro particular capítulo de Succession.

En 2023, la herencia superó por primera vez al emprendimiento como fuente de riqueza para los nuevos megarricos

«En España la correlación entre ser rico y haber tenido una herencia es muy alta», confirma Juan C. Palomino, investigador del Departamento de Análisis Económico de la Facultad de Ciencias Económicas de la Complutense de Madrid y autor de un completo estudio que vincula las crecientes desigualdades en la riqueza de nuestro país con las «transferencias intergeneracionales». Es decir, con las herencias.

Según un informe sobre los impuestos de sucesiones y donaciones elaborado en 2021 por la OCDE, la herencia media en España era entonces la tercera mayor del bloque de las 37 economías más desarrolladas del mundo, con 105.340 euros, solo por detrás de Austria e Italia y adelantando a países como Luxemburgo, Alemania o Francia. En nuestro país -decía ese mismo estudio- más del 95% de la riqueza de las clases medias proviene del dinero y los inmuebles que les dejaron sus padres y abuelos. Los impuestos sobre sucesiones, sin embargo, no llegan al 1% de los ingresos públicos en los países ricos.

«Desgraciadamente, por mucho talento que se atesore, por muchas y buenas ideas empresariales que se tengan y por mucho esfuerzo que se despliegue por parte de los ciudadanos de una sociedad, una elevada desigualdad de la riqueza puede limitar la capacidad de estos para acumular capital humano, realizar proyectos empresariales y no ser excesivamente vulnerables a las grandes crisis económicas», comparte Palomino. «Detrás de la desigualdad de la riqueza, uno de los sospechosos habituales son las herencias y las donaciones».

Los resultados de su investigación Desigualdad de riqueza, transferencias intergeneracionales y antecedentes familiares, publicada en la revista Oxford Economic Papers, indicaron no sólo las desigualdades generadas por las herencias en nuestro país, sino que también revelaron que cuando las herencias y donaciones superan un determinado umbral, las oportunidades para acumular más riqueza se amplían sobremanera.

Un dossier del banco suizo UBS, publicado en 2023, reveló que 53 personas se habían convertido en multimillonarias durante ese último ejercicio a través de herencias por un valor que superaba los 150.800 millones de dólares en total, mientras que 84 lo habían logrado gracias sólo a su trabajo. Estos últimos ganaron 140.700 millones, así que ese año la herencia superó por primera vez al emprendimiento como fuente de riqueza para los nuevos megarricos.

«Los nuevos multimillonarios no son gente que necesariamente haya tenido talento o una gran idea para mejorar la economía, sólo tienen capital»

Juan C. Palomino

«Tendemos a pensar en la herencia sólo como el momento en el que se recibe el dinero, la casa o lo que sea, pero eso es un error», advierte Salas-Rojo. «Una herencia es mucho más que eso, y refleja un cúmulo de desigualdades que empiezan mucho antes. Alguien de una familia humilde quizá no pueda estudiar en el extranjero porque los padres no tienen recursos o no puede emprender su negocio, porque si fracasa no tendrá recursos para volver a levantarse. Alguien de una familia más rica sí, porque si le va mal seguirá teniendo recursos para volver a intentarlo. Al final, ambos heredarán cantidades muy distintas, pero las desigualdades ya habrán tenido efecto en todas las etapas anteriores».

La gente que sabe que va a heredar, explica el investigador de la London School of Economics, tiene más oportunidades de estudio, más oportunidades laborales, podrá viajar al extranjero o podrá asumir más riesgos para emprender: «La seguridad vital es su mejor herencia».

-¿Cómo afecta esta heritocracia al crecimiento económico del país y a los incentivos profesionales de las nuevas generaciones?

-La relación entre la desigualdad y el crecimiento económico es como el colesterol. Hay una buena y otra mala. La parte buena es que ciertos niveles de desigualdad pueden ser tolerables, porque favorecen incentivos a que la gente estudie, trabaje, genere ideas… La mala es la asociada a la desigualdad de oportunidades, gente que por haber nacido en un entorno desfavorable no puede expresar todo su potencial. No solo económico, también vital. Esto tiene efectos muy negativos en el crecimiento económico: nos perdemos buenos médicos, buenos abogados, buenos científicos, buenos mecánicos, buenos periodistas… La desigualdad atribuida a los factores heredados implica que en España tenemos alto el colesterol malo.

En su paper Inheritances and wealth inequality: a machine learning approach (Herencias y desigualdad de la riqueza: un enfoque de aprendizaje automático), publicado en 2022, Salas-Rojo estimó que alrededor del 70% de las desigualdad en la riqueza hoy en día se debe a factores heredados.

Y esto ocurre en su comunidad de vecinos o en su oficina, pero también en las exclusivas fiestas en las que lucía palmito Paris Hilton años atrás. El 33% de los integrantes de la última lista de Forbes también son herederos, 56 más que el año pasado. En total, los 990 herederos multimillonarios del ranking de los más ricos del mundo valen hoy 5,3 billones de dólares. Los tres herederos más ricos de la lista comparten el mismo apellido y la misma empresa familiar: la multinacional estadounidense de supermercados Walmart. Rob Walton, Jim Walton y Alice Walton, hijos del fundador de la cadena Sam Walton y con una fortuna a repartir que supera los 300.000 millones de dólares, son hoy más ricos que nunca.

«Los nuevos multimillonarios no son gente que necesariamente haya tenido una gran idea», lamenta Juan C. Palomino. «Y eso supone que a la hora de financiar nuevos proyectos, sólo lo van a poder hacer los que tengan un capital, que no son necesariamente los que tienen más talento para mejorar la economía. Hasta Elon Musk recibió una herencia. Obviamente su fortuna tiene su mérito, pero en otra familia no habría podido desarrollar sus ideas».

«Si sabes que da igual lo que hagas porque el pelotazo llegará cuando fallezca alguien, te conviertes en una especie de parásito»

Leopoldo Abadía

El propio Musk, todo sea dicho, dejó claro hace unos años que cuando él muera o su cuerpo se teletransporte a Marte, ninguno de sus 14 hijos tomará el relevo de sus negocios de oro. «Definitivamente, no soy el tipo de persona que automáticamente le daría a sus hijos parte de las acciones de sus empresas. Creo que eso es un error», adelantó el dueño de Tesla, SpaceX, Neuralink o X, propietario de una fortuna que asciende a 342.000 millones de dólares.

Eso no significa, que quede claro, que X Æ A-Xii, Exa Dark Sideræl, Techno Mechanicus, Seldon Lycurgus y compañía vayan a pasar penurias.

«Si sabes que da igual lo que hagas porque el pelotazo llegará cuando fallezca alguien, te conviertes en una especie de parásito. Y si sabes que nunca heredarás nada, te frustras», asegura Leopoldo Abadía. «En ambos casos, se pierden las ganas de emprender, de mejorar, de pelear… La herencia debería ser un extra, no un plan de vida. Además, teniendo en cuenta que las herencias son la primera causa de ruptura en las familias, me parece que el tema es más serio de lo que pensamos».

-¿Cuál es la solución entonces?

-Habría que recuperar el prestigio del trabajo y premiar el esfuerzo. Porque está claro que si seguimos esperando a que se mueran los abuelos para que los nietos puedan vivir con dignidad… algo estamos haciendo mal. También hay que revisar el sistema fiscal de las herencias, pero con cabeza: ni cargártelas ni convertirlas en una lotería.

Hablando de loterías… Hace un par de años una multimillonaria heredera llamada Marlene Engelhorn ideó un concurso en Austria para repartir su fortuna después de asegurar públicamente que quería renunciar a los 25 millones de euros que le había dejado su abuela en su testamento y que, además, no iban a ser sometidos al impuesto de sucesiones, que no existe en su país desde 2008. Engelhorn fundó la iniciativa Tax Me Now, para obligar al gobierno austriaco a cambiar su política sobre las herencias, y ha liderado un movimiento que cuenta ya con más de 250 millonarios que pide más impuestos para las grandes fortunas. «Si los políticos no hacen su trabajo y redistribuyen, entonces tendré que redistribuir mi riqueza yo misma», declaró ella.

La tendencia, más allá de gestos benéficos, no parece que vaya a cambiar en los próximos años. «El impuesto de sucesiones llega demasiado tarde», sostiene Salas-Rojo. «Y no hay una varita mágica o una política que vaya a solucionar nada. Necesitamos un esfuerzo conjunto de toda la sociedad para, por ejemplo, construir un modelo en el que el acceso a la vivienda no suponga un escollo vital. Porque las desigualdades intergeneracionales pueden cristalizar en desigualdades intrageneracionales. Y es posible que se acentúen las trampas de pobreza: hogares en los que las desventajas asociadas a la baja educación, la marginalidad o el desempleo se perpetúen entre sus miembros».

Si a usted todo esto le genera inquietud, siempre puede seguir las directrices de Paris Hilton: «Si una heredera se siente un poco insegura, debe ir de compras. Y si aún así no mejora, debería ir a Saint-Tropez. De fin de semana, si es necesario».





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