La prueba de que algo se está cociendo en el PSOE es que se ha roto el equipo de opinión sincronizada. El País, la Ser y La Sexta, los tres grandes de la comunicación sanchista hasta ayer, se han separado críticamente de Pedro Sánchez. Esto significa que ahora el universo progresista baraja dos opciones de futuro para el Partido Socialista: un candidato nuevo, y otro continuista.
Una opción es presentar una persona que corrija el sanchismo y vuelva a 2014, a los tiempos de Rubalcaba, tras Zapatero, de aparente responsabilidad y respeto al orden constitucional. Este proyecto pasaría por Eduardo Madina como abanderado de la regeneración interna. Es joven, tiene ahora 49 años, y puede sostener un pasado antisanchista para construir el relato: se enfrentó a Sánchez en las primarias que amañó Santos Cerdán, rechazó estar en su Ejecutiva en 2016, defendió la abstención a la investidura de Rajoy para que hubiera gobierno aunque fuera de la derecha, y el año siguiente no quiso formar parte del grupo parlamentario sanchista.
Madina, además, tiene buena relación con los medios progresistas que ahora se rebelan, y aunaría a los damnificados por la tiranía de Sánchez. De hecho, Felipe González hace una semana declaró que este socialista vasco «fue y sigue siendo mi candidato» para «un socialismo digno y ejemplar».
Atención, porque Madina sería un duro rival para Feijóo. Con su nuevo perfil disputaría al PP el voto socialdemócrata que quiere castigar a Sánchez, y dejaría a los populares sin su dialéctica antisanchista porque Madina la usaría también. Por otro lado, si la feligresía socialista es capaz de votar a su partido aunque Sánchez haya demostrado ser un narcisista, mentiroso, tirano y corrupto, ya se pueden imaginar si un candidato joven ilusiona a las bases y tiene el aplauso de los medios progresistas. Los socialistas hablarían del sanchismo como un paréntesis en la historia del PSOE que Madina vendría a corregir, arrebatando este papel corrector al PP. A esto añadimos un detalle crucial: los nacionalistas no lo verían mal porque representa al socialismo amable, no como García-Page, tan beligerante con Bildu, Junts y ERC como la derecha.
El búnker sanchista maneja otra opción con dos variantes. Una, muy loca, es vender que Pedro Sánchez es el garbanzo sano de la olla podrida, y mantenerse así en Moncloa. Para esto hay que cargar las tintas sobre Koldo, Ábalos y Cerdán, e improvisar alguna maniobra de distracción, como la carta a la OTAN diciendo que no se va a poner el dinero prometido. El propósito es ganar tiempo y que no se hable del matrimonio Sánchez-Gómez hasta que escampe.
«Se ha caído el relato de que las acusaciones de corrupción eran falsas y formaban parte de un ‘golpe blando’ contra el Gobierno»
Esta variante es difícil porque se ha caído el relato de que las acusaciones de corrupción eran falsas y formaban parte de un «golpe blando» contra el Gobierno «progresista». Al fallar esta narrativa básica no es posible que arraigue la idea de que Sánchez es un santo varón progresista que no sabía nada. Es más; en la guerra que ha declarado el presidente a Ábalos, Koldo y Cerdán van a salir informaciones muy comprometidas sobre Sánchez. De ahí que la prostituta se dejara atrapar por la Guardia Civil con el disco duro que contiene conversaciones entre Ábalos y el presidente.
La segunda variante del búnker sanchista es la continuidad del sanchismo sin Sánchez. Dado que es cuestión de tiempo que salgan informaciones sucias sobre el presidente y que su dimisión sea inevitable, hay que buscar un colchón que amortigüe la caída. Esa amortiguación pasa por asegurar la sucesión en alguien de confianza para el búnker. Esto impediría que se desplomara o dudara la estructura sanchista que ha colonizado el Estado, como el Tribunal Constitucional, y daría nuevos bríos a la mayoría que sostiene al Gobierno. Este candidato sería Salvador Illa, el delfín de Sánchez, implicado en muchos asuntos del sanchismo, y bien relacionado con los nacionalistas catalanes y vascos.
Salvador Illa podría ser presentado como un candidato transaccional, de consenso entre los socialistas, y abierto a una negociación «templada» con los independentistas y la izquierda. El relato se apoyaría en que el sanchismo no fue absolutamente negativo, sino que logró un programa social amplio, y que solo hacen falta algunos cambios en la dirección. De esta manera, estos socialistas defenderían que el proyecto es más importante que las personas, y se apoyarían en los casi ocho millones de votos que obtuvieron en 2023. Illa sería la mejor noticia para el PP. No deja de ser un representante del sanchismo y tendría que defender su gestión frente a un Feijóo que vería libre esa franja del electorado socialdemócrata y el discurso antisanchista.
«Los socialistas van a intentar que el presidente se vaya pactando su salida, lo que asegura menos ruido y víctimas»
En todos estos planes, salvo el loco de mantener a Sánchez, se pasa por la liquidación del presidente del Gobierno y secretario general del PSOE. Lo conveniente para sus intereses es que fuera una dimisión tras acordar el paso siguiente. Sería lo lógico a tenor del patriotismo de un partido convertido en empresa de colocación. Pero es Sánchez. Hablamos de un tipo engreído y sin escrúpulos que cree que la democracia, el Estado y el PSOE le pertenecen.
Por eso, si Sánchez no dimite tendremos un Idus de marzo. Habrá una conjura de los socialistas para coser a puñaladas políticas y mediáticas al presidente al grito de «¡Abajo el tirano!». El problema es que eso no lo quiere ninguno de los que pretenden tomar el poder en el PSOE para no tener en contra a la militancia fanática. No olvidemos que fueron incapaces de echar a Sánchez del partido en 2016 tras pillarle falseando las elecciones internas. Los socialistas van a intentar que el presidente se vaya pactando su salida, lo que asegura menos ruido y víctimas. De lo que estoy seguro es de que los que no somos de izquierdas ni aplaudimos el nacionalismo no quedaremos satisfechos.