En las tardes de ganaderías duras en Las Ventas, el mayoral de la plaza, Florito, acudía al desembarco de los toros más ferinos con una manguera de agua para enfriarles la sangre y quitarles la gana de pelea, pues se hieren y se quedan inútiles … para la lidia.
Tres Floritos hubo el miércoles en el Bernabéu, que apagaron el Manicomio Champions: Ancelotti con su alineación, Nuestro Señor con sus designios y Ceferino con su pareja arbitral.
La obstinación baturra de Ancelotti con su alineación (‘Ancelotti ostinato’, diría Ullán) es un revisionismo blasfemo de Mateo, 19, Marcos, 10 y Lucas (el evangelista de Antioquía, no el Colibrí de Curtis), 18, que coinciden en enseñar que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos. Ancelotti cree que es posible meter a Rodrygo en un 4-4-2, que después se reduce a un 1-1, o sea, Vinicius y Courtois, resumidos en una canción por el sargento de ‘La chaqueta metálica’ que dice: «Aquí mi fusil, aquí mi pistola, / la una da tiros, la otra consuela». El azar lo sentó a uno con un pipero que se pasó la noche llamando «señorito» (quería decir ‘vago’) a Vinicius, afeándole el gol: «No se va de nadie. Sólo tiene suerte». Llamaba ‘suerte’ al robo que le hizo a Saliba, que no es ningún Alaba; de hecho, el piperío ronceril vendería a Vinicius para comprarse a Saliba, y qué bien haría Vinicius marchando a Inglaterra para dejar atrás esta España atroz de bobos con matasuegras.
Y, por una vez, no estuvo mal la afición en el estadio: el primer cuarto lo pasó el Arsenal flaneando. Anímicamente, no vino bien el minuto de silencio (padrenuestro de la nada) por Leo Beenhakker y Vargas Llosa. Beenhakker fue el entrenador a quien Mendoza echó una mendocina. «¿Sabe usted qué ha hecho esta noche?» «Sí, pasar la eliminatoria». «No, jugar con el patrimonio del club». En los idus de marzo del 89, vuelta de cuartos de Copa de Europa contra el PSV, Beenhakker había sentado a Butragueño en el banquillo. Bueno, y lo de Vargas Llosa: para el pipero fue como si San Jorge se echa a la calle a matar al dragón y el dragón le cambia el chip con una cuestión inesperada. El doctor Esquerdo fue atacado un día en su manicomio por un loco con un cuchillo en la mano. «Yo no hice el menor gesto de terror ni de defensa; le miré a los ojos fijamente, procuré reír y le dije acariciándole: ‘Pero tonto, ¿no ves que es de madera ese cuchillo? ¿Cómo vas a herirme con él?’». Y el loco soltó el arma. Al leer ‘Vargas Llosa’ en el videomarcador, al pipero, que tiene su cultura popular adquirida en el ‘Marca’, se le fue la cabeza a una duda tremenda: «¿En qué momento se nos jodió este Madrid, Zavalita?» Y en lo que caía en la cuenta, para el Arsenal ya había pasado lo peor.
El estrambote fue la pareja arbitral, los franceses Letexier y Brisard de Ceferino, que con la noche metida en literatura nos recordaron a los Bouvard y Pécuchet de Flaubert. Brisard se inventó desde el VAR como penalti un «agarrón residual», en terminología de nuestros cantalejos, que paró Courtois, razón por la cual, cuando Letexier pitó penalti un agarrón de Rice a Mbappé, Brisard organizó para anularlo una tertulia sobre la jugada que duró lo que un programa de ‘La Clave’ de Balbín. Fue ahí donde todo el mundo dio por perdida la Remontada, empezando por Ancelotti, que no se echó la siesta porque el cuarto árbitro, una señora que no dejó de dar la chapa en la banda, lo mantuvo en vela con sus objeciones de ama de casa recalcitrante. En su ‘Vindicación de Bouvard y Pécuchet’, Borges recuerda que el propósito de Flaubert fue la revisión de todas las ideas modernas, pero sus detractores argumentaron que «el hecho de que la revisión esté a cargo de dos imbéciles basta, en buena ley, para invalidarla». Cómo disfrutarían del ‘show’ Ceferino y Al-Khelaïfi, que evita a Mbappé en las semifinales. ¿Y si Mbappé fuera otro Kane, condenado por el Hado a no ganar la Champions?
La única sonrisa de la noche nos la arrancó Fran García corriendo como un ‘dibu’ en el gol de Martinelli. Una jugada igual consagró como madridista a Valverde ante Morata. Otros tiempos.