En 2019, Steve Bannon, que ya no era estratega de Trump en la Casa Blanca, pero que era un fiel trumpista (y lo sigue siendo), dio una entrevista interesantísima a la cadena de radio pública estadounidense PBS. En ella dice: «El partido de la oposición son los medios de comunicación, y los medios son imbéciles y muy vagos. Solo son capaces de centrarse en un tema a la vez. Lo que tenemos que hacer es inundar la zona todos los días. Les golpeamos con tres temas. Muerden uno y conseguimos todo lo demás. Bang bang bang. Estos tipos nunca, nunca serán capaces de recuperarse. Pero tenemos que hacerlo como un tiro [en el original dice con muzzle velocity, que es la velocidad a la que sale una bala del cañón de un arma de fuego]».
En su podcast del New York Times, el periodista Ezra Klein dice sobre estas palabras: «La perspicacia de Bannon aquí es real. La atención es la sustancia fundamental de la democracia. En particular, es la sustancia de la oposición. La gente se entera en gran medida de lo que hace el Gobierno a través de los medios de comunicación, ya sean convencionales o sociales. Si se abruma a los medios de comunicación –si se les da demasiados lugares a los que tienen que mirar, todos a la vez, si se les mantiene moviéndose de una cosa a la siguiente– no puede surgir una oposición coherente. Es difícil incluso pensar con coherencia».
«La estrategia de ‘inundar la zona’ es realmente la manera de hacer política en el siglo XXI. Es una guerra cognitiva por la atención»
¿Les suena de algo? Lo que comentan aquí Bannon y Klein no es solo aplicable a Trump. Es cierto que el presidente estadounidense ha perfeccionado esa técnica y la ha llevado al extremo. Ha pasado poco más de un mes desde que tomó posesión y ya ha batido récords de órdenes ejecutivas (algo parecido a los decretos ley en España), ha sacudido el tablero geopolítico con sus ideas lunáticas sobre Gaza y Ucrania y ha comenzado un proceso radical de purga ideológica y burocrática en las administraciones. No es algo sostenible; tarde o temprano tendrá que relajarse. Pero la estrategia de «inundar la zona» es realmente la manera de hacer política en el siglo XXI. Es una guerra cognitiva por la atención.
No siempre implica la saturación. A veces hace falta «inundar la zona», ejercer una terapia de choque, como hizo Pedro Sánchez cuando escribió una carta a la ciudadanía en la que amenazaba con dimitir y atacaba a los medios y se ponía siniestramente melodramático. Capturó la atención y la iniciativa. Pero en otras ocasiones no hace falta hacer nada; el caos informativo, cognitivo y de atención es el nuevo normal. La polémica de hoy quedará sepultada por la de mañana. Los líderes más inteligentes hoy explotan bien esos ciclos mediáticos.
Pedro Sánchez es un líder que sabe moverse en ese mundo. Es la turbopolítica posliberal: un ritmo aceleradísimo, un ciudadano con déficit de atención ante tanto estímulo, y un creciente desprecio por las formas tradicionales de la democracia liberal (los contrapesos, las instituciones independientes, los protocolos). La clásica correa de transmisión entre el poder, los medios y la ciudadanía está rota. El juego ahora es diferente. Y los que mejor saben jugarlo son gente peligrosa.