Había una vez que ser reeleccionista era vergonzoso, excluidos, claro está, los prosélitos balagueristas. Pero con el tiempo, son muchos los que profesan esa fe, aunque lo hacían sin bulla y dedicaban tiempo a interpretar la historia dominicana para demostrar que no era cierto lo que decía Peña Gómez de que se devenía en una desgracia nacional. Lo extraño es que con Abinader ser reeleccionista es algo encantador, emocionante e irresistible. Se desconocen las razones por las que esta vez hay aglomeración, tumultos de los que esperan turno en largas filas para montarse en esa guagua, con la gracia de que actualmente ser reeleccionista viene con “valor agregado”, y es que el propio presidente, en persona y con fanfarria incluida, los recibe a la entrada.