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LAPISABIÉN
El verano, el populismo, los ligueros
Julio deja un chorro de ligueros frugalmente propagados a eso de la hora de media tarde. Julio viene siendo ese tour que nos toca por la bendición de ya saben ustedes quiénes. España es culpable, nos ha dicho con algunas maldades y alguna verdad otro … iluminado, pongamos eso en esta postal de verano de este Trump imperial, para cerrar el curso. Y no es que sea culpable en su fuero interno, que el país está lleno de gente extraordinaria, tan extraordinaria como la paga de julio, sino que fallaron las costuras y entraron las medusas de la coalición en un país que ya no es de sonrisas como cantaron los carteles electorales de hace no tanto por los barrios en cuesta de Madrid: sino de risa, de descojone, de catálogo de mujerío para cuatro listos que el españolito paga, sin ver, cuando hace los deberes de la declaración de la renta o cuando ya han florecido los almendros o los cerezos. Puede que para sufragarle los vicios a Pepelu todos los ciudadanos seamos iguales ante la ley.
Desde fuera, ahora, en este mes de desnudos, hasta Felipe de la NATO sale a los balcones, ve lo que hay y canta después de todo las verdades del barquero en esa tercera España que se está inventando González y que no acaba sonando tan mal; por comparación. Como todo. El verano tiene su populismo inherente e irresistible, el caldillo en el sobaco y la pelota de Nivea en Torremolinos, allá donde Alfredo Landa y los Ozores se adelantaron, entre suecas, al claroscuro que vivimos. Julio al final cuesta un Tourmalet y medio Alpe d’Huez: ahí está para que el rodríguez le mangue el aire acondicionado al jefe. Quiere irse, si no se ha ido ya hasta la Pantoja, que tiene sus cosas como todo quisque en este show de Celtiberia en julio, que es de lo que hablamos.
En fin, que habrá que ver cómo evoluciona la cosa y estaremos pendientes desde una toalla y rogando porque los pirómanos, en Galicia o en la Moncloa tengan un bozal que venga de Europa. Allí sabemos que por las noches suele refrescar, que suele refrescarnos cuando ya no hay más abismo al que asomarse o que nos asomen.
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