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Jimmy Carter no le interesaba pertenecer al club de los presidentes

by Marko Florentino
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Jimmy Carter y Gerald Ford, el hombre a quien derrotó para ocupar la presidencia, se volvieron tan cercanos después de dejar el cargo que su amistad se convirtió en una especie de película de amigos, incluidos viajes que nunca eran lo suficientemente largos porque tenían mucho de qué charlar.

Carter no se llevaba tan bien con los otros presidentes y expresidentes. Y el exmandatario forastero también fue un caso atípico tras su presidencia.

No obstante, quienes ocuparon el cargo en el pasado y el presidente Joe Biden asistieron al funeral de Estado de Carter esta semana en la que podría ser la reunión más numerosa del club de los presidentes desde que cinco de ellos acudieron al de George H.W. Bush en Washington, en diciembre de 2018.

Al ser miembro de ese club de élite, Carter estaba en una posición única para realizar trabajos importantes para sus sucesores, fueran demócratas o republicanos. En ocasiones logró resultados significativos, gracias a su prestigio como pacificador, humanitario y defensor de la democracia, y a sus profundas relaciones con gobernantes extranjeros, incluidos los problemáticos.

Pero con Carter era imposible saber cuándo se saltaría las normas. Era un hombre tan seguro de sí mismo que alguna vez dijo ser «probablemente superior» a los otros expresidentes que todavía andaban por ahí. Irascible a la hora de recibir órdenes, podía ser invaluable, exasperante —o ambas cosas a la vez— para quien estuviera en el cargo.

Los otros a menudo estaban de acuerdo en «lo molesto que podía ser Carter«, escribieron Nancy Gibbs y Michael Duffy en su libro «The Presidents Club».

«Carter era el perfeccionista motivado, moralista e impaciente que generaba consenso entre los otros miembros del club en torno a lo que parecía una pregunta eterna: ¿valía la pena lidiar con Jimmy Carter?», apuntaron.

Carter logró éxitos en Haití y Nicaragua

Sí valía la pena, en opinión de Randall Balmer, un historiador del Dartmouth College especializado en religión y el ascenso de Carter a la presidencia. Balmer hace notar la violencia que se evitó en el último momento antes de una invasión estadounidense a Haití en 1994, cuando Carter —en beneficio del presidente demócrata Bill Clinton y de las innumerables vidas que se salvaron— negoció un acuerdo con el líder militar del golpe de Estado en el país insular para que se hiciera a un lado y restableciera la democracia.

«Cada vez que puedes evitar un conflicto militar, debes considerarlo una victoria», señaló Balmer.

Cuatro años antes, en beneficio del presidente republicano George H.W. Bush y de las vidas en juego en la región, Carter aseguró la paz en Nicaragua —que estaba al borde de un derramamiento de sangre— cuando persuadió al líder izquierdista Daniel Ortega a aceptar la derrota electoral que tanto había conmocionado a los sandinistas.

El exsenador republicano John Danforth se unió a Carter en misiones con el fin de sentar las bases para las elecciones de Nicaragua de 1990 y después monitorearlas. En la primera, la comitiva de Carter se encontró con la caravana de Ortega en un camino polvoriento que atravesaba la localidad de Rivas.

Los dos hombres se retiraron al patio trasero de la casa más cercana para una negociación improvisada sobre los camiones del gobierno que Carter quería que Ortega enviara por todo el país para entregar material electoral.

«Con frecuencia, cuando pensamos en expresidentes, la imagen es distante, incluso estirada: hombres con trajes oscuros y corbatas capturados en poses formales como si estuvieran inmersos en pensamientos profundos», escribió Danforth en el periódico St. Louis Post-Dispatch en febrero de 2023. «Mi imagen de Carter es justamente lo contrario. Está en un patio trasero en Rivas. Un gallo que canta está a sus pies. Tiene una expresión ferviente en el rostro. No habla del arte de gobernar; habla de camiones».

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Podía volver locos a sus sucesores

Pero también podía enfurecer a aquellos que estaban en el poder. Años después de que la guerra del Golfo Pérsico encabezada por Estados Unidos hiciera retroceder la invasión iraquí de Kuwait, se supo que Carter había presionado a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y a gobernantes extranjeros para que rechazaran la solicitud de Bush padre de que se autorizara el uso de la fuerza.

Tras haber sido marginado en gran medida por Ronald Reagan —el hombre que lo derrotó en 1980—, Bush le encargó varias misiones a Carter hasta el episodio de la guerra del Golfo Pérsico, después del cual fue apartado, escriben Gibbs y Duffy.

Su relación con Clinton fue limitada e incómoda, enmarcada por la renuencia de Clinton a convocar a un personaje que simbolizaba una humillante derrota electoral para los demócratas y por la desaprobación de Carter a la conducta extramarital de Clinton.

Pero después de que Clinton ganara la Casa Blanca en 1992, envió a Carter a Corea del Norte para tantear el carácter del dictador Kim Il Sung. Los asesores de Clinton estaban lívidos cuando Carter se excedió de su encargo y participó en una negociación no autorizada con Kim, y, más aún, habló de ello en televisión.

Pero hay que considerar que Carter siempre se mantuvo al margen del resto. También era de los que reprendían a la clase política, si no para aplastarla como lo hizo Donald Trump.

En enero de 2009, el presidente George W. Bush invitó a los otros miembros del club de los presidentes a la Casa Blanca para almorzar y tomarse fotos en la Oficina Oval. Bush, su padre, Clinton y el presidente electo Barack Obama aparecen reunidos frente al escritorio Resolute, el del presidente. Carter está notablemente apartado, al margen.

Las imágenes mostraron claramente el lugar que ocupaba Carter en el club, dijo Balmer. «Jimmy Carter no encajaba con mucha gente. Era realmente un introvertido, no alguien que se abre fácilmente», agregó.

Pero si la política crea extraños compañeros de cama, el tiempo posterior al mandato político crea otros aún más raros. Las hostilidades arraigadas entre demócratas y republicanos pueden disolverse en el club de los presidentes cuando antiguos rivales se convierten en amigos improbables.

Excepto con Trump. Independientemente del partido, los miembros del club desdeñaron a Trump en su primer mandato, y él no los necesitó.

Cuando Carter cumplió 100 años en octubre, Trump marcó la ocasión al declarar que Biden es un presidente tan malo que Carter debe ser «el hombre más feliz porque Carter es considerado un presidente brillante en comparación».

Trump se mostró más moderado ante la muerte de Carter. Dijo que «los desafíos que enfrentó Jimmy como presidente llegaron en un momento crucial para nuestro país, y él hizo todo lo que estuvo a su alcance para mejorar las vidas de todos los estadounidenses. Por eso, todos tenemos una deuda de gratitud con él».

Los adversarios políticos encontraron puntos en común

El demócrata Lyndon Johnson se apoyó con frecuencia en su predecesor republicano Dwight Eisenhower, y le decía: «Eres el mejor jefe de despacho que tengo». La noche del asesinato de John Kennedy, Johnson solicitó el consejo de Eisenhower sobre qué decirle al Congreso, y agregó: «Te necesito ahora más que nunca».

En una ocasión, Reagan llevó aparte a Clinton para decirle que el saludo militar que ejecutaba durante la campaña era demasiado soso para la presidencia. Le enseñó a realizarlo con firmeza. Por su parte, Clinton apreciaba sus largas y frecuentes llamadas telefónicas con Richard Nixon, en las que confiaba los problemas de política exterior de la época al republicano experimentado pero caído en desgracia.

Clinton también se volvió cercano al republicano al que derrotó en 1992, reuniéndose con Bush padre en Maine para jugar golf, dar veloces paseos en bote y pasar noches junto al mar.

Más importante aún, Bush hijo pidió a su padre y a Clinton que encabezaran una misión de recaudación de fondos para los países devastados por el tsunami de 2004, lo que dio lugar a una pareja bipartidista que también colaboró en otras iniciativas, como la ayuda para los afectados por el huracán Katrina. «Yo simplemente lo quería», dijo Clinton tras la muerte de Bush en 2018.

Así también, Obama y Bush hijo han hecho equipo en ocasiones, y Bush disfruta de una relación especialmente afable con Michelle Obama.

La singular amistad de Carter y Ford

Pero la amistad de Jimmy y Jerry fue única y memorable.

Carter se enorgulleció cuando dos historiadores, quienes hablaron por separado en una conmemoración del 200 aniversario de la Casa Blanca, dijeron que su amistad con Ford era la más intensamente personal entre dos presidentes de Estados Unidos en la historia.

Carter dijo que comenzó en 1981, cuando Reagan los envió a ambos para representar al país en el funeral de Anwar Sadat, el gobernante egipcio asesinado. Nixon también iba en el viaje, aunque con cierta incomodidad. Los otros dos se llevaron bien, y lamentaron lo difícil que podía ser recaudar dinero para una biblioteca presidencial cuando se había sido expulsado del cargo.

Ambos habían pertenecido a la Armada, tenían tres hijos varones, una firme fe religiosa sobre la que Ford hablaba menos que Carter, y esposas independientes que también se llevaron bien entre ellas. «Los cuatro aprendimos a querernos», declaró Carter.

Carter y Ford hablaban con regularidad, hicieron equipo en el liderazgo de decenas de proyectos, y decidían juntos a cuáles eventos asistir y a cuáles no.

«Cuando viajábamos a algún lugar en automóvil o en avión, odiábamos llegar a nuestro destino porque disfrutábamos de los momentos privados que pasábamos juntos», expuso Carter.

Eso fue lo que les dijo a los dolientes en enero de 2007, en una ceremonia religiosa en honor de Ford un mes después de su muerte a los 93 años.

El demócrata y el republicano a quien Carter tanto apreciaba habían hecho un pacto, uno difícil de imaginar en esta época de veneno partidista: quien muriera primero sería homenajeado por el otro en las honras fúnebres.

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