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Juan Ortega consuma una obra de arte en su «reaparicin» en Valdemorillo

by Marko Florentino
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Juan Ortega consum una obra de arte como si una de esas palomas que descendan sobre el ruedo se posase como el Espritu Santo en su muleta. A las 18.33 de la tarde, cuando la vaca corrida de Nez del Cuvillo pesaba como un losa, salt un quinto toro con todo el son, el ritmo, la clase y, en definitiva, la cara bravura ausentes. Todo se concentr en el cuerpo divino de Asustado. Como el toreo en Ortega. Lo haba mecido a la vernica, lo haba apuntado en las medias del quite por chicuelinas y lo haba bordado en los sabrosos ayudados por alto de la apertura. Que desembocaron en un monumento cuando solt la izquierda y en un pase de pecho como una catedral. Las embestidas se deslizaban en su mano derecha como los oles por los tendidos, con esa suavidad clave en redondo -las salidas de las series multiplicaban el eco- que ira in crescendo hasta rugir al natural. Tan despacio. Dos series fueron pura delicatessen. Pero el clmax brot como un giser al hallar la profundidad genuflexo en el portento de su izquierda como no haba sido en pie. Un orgasmo pleno que complet con un espadazo. Las dos orejas del tirn -el nico tirn de su actuacin- y la puerta grande como acto de redencin para tanta expectacin frustrada hasta el momento.

Venan los orteguistas con todo su entusiasmo a cuestas para la «reaparicin» de Juan. De tal modo que incluso le atribuan el lleno de «no hay billetes». Como si torease El Cordobs y dos ms. Y al final casi fue as. La popularidad de Ortega ha subido como la espuma a raz de la «no boda», y eso, en este ilusionante principio de temporada, suma. No s si para colgarle la etiqueta de taquillero. Torero de inmensas minoras, dira Tano. Y bien est y bien que lo gozaron. O lo gozamos.

El toro primero de Ortega, un negrito de cara recogida y notables hechuras, coloc bien la embestida en el momento del embroque de cinco coreadas vernicas de abierto comps y abierto vuelo que no concluyeron como se presenta por un inoportuno desarme. Las dos siguientes intentonas con el capote, su brillo y su aqul, por chicuelinas y delantales, tampoco se consumaron. El toro tenda ya a aburrirse. Algn gracioso le record al torero su «espant» con un «vivan los novios!» de poco eco. El prlogo de faena desprendi la categora de la esas oberturas de Juan Ortega, que borda los principios. El cambio de mano, olvidada la genuflexin, rompi como un trueno contra la cpula. Y ya. El cuvillo se desentenda y nada se redonde, un derechazo apenas como un perla perdida del collar.

Alejandro Talavante, el «otro» del cartel, la figura de la terna, debut en la plaza de La Candelaria con un vestido negro cuajado de plata y el toro de apertura de Cuvillo, escasito de todo, sin fuerza ni cuello. Y tambin sin celo. Como careca de pescuezo no humillaba y como no humillaba no se caa pero tampoco poda. La breve y reunida faena, planteada a su altura y entre algodonales desde los ayudados de apertura, no disip el inters de enfadado murmullo de fondo, que estall en cabreo cuando el torete rod en una mala salida de la ltima tanda. Muri de un recto volapi. Poco ms hubo que hacer con un cuarto que fue ms toro por fuera -la corrida subi desde entonces- pero con el mismo triste fondo por dentro, sin ningn empuje. Y eso que AT lo esper mucho en su izquierda, retrasando el embroque para ayudar. Como si tirase de una carretilla de piedras, una dormidera sin salida, tan corta de aliento la embestida.

Salt un tercero con buen dibujo pero tambin vaco. O peor: adems del pobre fondo de la corrida aada un taponazo arisco, una rectitud en su viaje, una arista cortante y peligrosa por el izquierdo. Gins Marn sinti todo aquello cuando se ech el capote a la espalda en un quite por gaoneras y fue barrido por los cuartos traseros. No renunci a repetir con mayor xito como tampoco renunci nunca en una faena de sordo compromiso. Lo pasaport con un volapi perfecto. Gins arre con el sexto como si no hubiera maana, espeluznante el arranque de faena con una arrucina de rodillas en los medios. Las falsas promesas de la supuesta transmisin del toro se evaporaron, y all de verdad slo se emple Marn, con escaso eco pese al gran espadazo final.

A Ortega se lo llevaron a hombros ya con la noche encima; las palomas y el Espritu Santo se quedaron en el ruedo.

Plaza de toros de La Candelaria. Sbado, 10 de febrero de 2024. Segunda de feria. Lleno de «no hay billetes». Toros de Nez del Cuvillo, bien hechos, terciados, ms fuertes los tres ltimos; vacos de fondo, empuje y clase, excelente el 5.

Alejandro Talavante, de negro y plata. Estocada (silencio); en el cuarto, estocada rinconera y tendida y dos descabellos (silencio).

Juan Ortega, de rioja y oro. Estocada delantera (peticin y saludos); en el quinto, estocada (dos orejas). Sali a hombros.

Gins Marn, de nazareno y oro. Gran estocada (saludos); estocada (saludos).

Un minuto de silencio por los Guardias Civiles asesinados en Barbate.





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