Desde ahora tanto Feijóo como Carlos Mazón son conscientes de que no se puede escapar de la realidad, y mucho menos a costa de adquirir la condición perpetua de fugitivo. La huída, en política, siempre señala debilidad y a veces, cobardía y falta de … liderazgo.
En el caso de la dana, desde luego: es una respuesta de ceguera intencionada ante los hechos. En Valencia pasó lo que pasó, todo el mundo lo sabe, y los hechos son catastróficos. Y Mazón no tiene defensa posible, si acaso reclamar que otros le acompañen en el oprobio. Podemos discutir el grado de negligencia de cada cual, pero no que la administración autonómica falló estrepitosamente.
¿Le podría haber pasado a otros?, pudiera ser, pero ante el colapso uno se va a su casa, a la particular, porque la Generalitat no es una propiedad que se ha ganado en una urna, sino la primera institución valenciana que sólo puede administrarse mientras se mantiene la confianza social; la que ya no tiene Carlos Mazón, ni siquiera entre los valencianos que le votaron hace algo más de dos años.
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