Ken Follett (Cardiff, Gales, 1949) no desentonaría en la Cámara de los Lores británica (aunque sea conocida su simpatía por el Partido Laborista). Su porte aristocrático y su atildado aspecto -traje oscuro, camisa blanca y corbata azul celeste, a juego con el pañuelo en su bolsillo, todo ello coronado con un blanquísimo y peinado cabello- parecen propios de otros tiempos; no tan lejanos como los que él suele retratar en sus novelas, ambientadas habitualmente en épocas lejanas. La más famosa de ellas -más de 27 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo-, es la que le ha traído a España. Hoy se estrena en el Teatro edp Gran Vía la adaptación al teatro musical de ‘Los pilares de la Tierra’. Iván Macías (música) y Félix Amador (libreto y letras) son sus autores. Los dos firmaron ya, y con mucho éxito, una experiencia similar; la adaptación a la escena de ‘El médico’, de Noah Gordon. -Ya ha podido ver alguna escena del musical; ¿se parece a lo que usted se imaginaba? ¿Le pone imágenes a sus novelas cuando escribe?-Sí, cuando escribo veo una especie de película en la cabeza, y espero que también lo haga el lector, que también vea esa película en la mente. Pero nunca pensé en un musical. Esto es algo nuevo, es diferente y es maravilloso, porque la música expresa emociones y cuando escribo también expreso emociones, que ahora cobran vida a través de la música.-¿Y de alguna manera, sus novelas suenan también?-No lo creo, no. En concreto, ‘Los pilares de la tierra’, no, porque habla de una catedral, que es fundamentalmente un lugar silencioso donde se reza. Cuando uno va a un templo suele encontrar silencio. No pienso en términos musicales demasiado. Además, nadie está del todo seguro de cómo era esa música en la Edad Media. Desconocemos bastante lo que se escuchaba entonces.-¿Cómo nació esta novela? ¿Cuál fue el punto de inspiración?-Yo trabajaba en un periódico como periodista, y fui a Peterborough para escribir un reportaje. Tras hacer varias entrevistas tenía una hora antes de tomar el tren de vuelta a Londres y fui a visitar la catedral de Peterborough. Recuerdo que el templo tiene tres grandes arcos gigantes, que me parecieron puertas para gigantes; me sorprendió su belleza y me hice dos preguntas: ¿cómo pudieron los hombres medievales construir esto? ¿Y por qué lo hicieron? Esas dos preguntas son la inspiración de ‘Los pilares de la Tierra’.-¿Y ha podido responderlas?-Creo que el libro las responde, porque vemos a personajes que deciden construir la catedral y tratan de resolver los problemas que surgen a la hora de ejecutar su idea. Igual que nosotros nos preguntamos cómo la construyeron, ellos se preguntaban cómo construirlo y, a medida que van resolviendo los problemas que surgen, vamos comprendiendo cómo lo construyeron.-¿Qué tenemos que aprender hoy en día de aquella gente?-En la Edad Media la gente que era muy pobre, vivía en casas de madera, dormía en el suelo y comía comida que nosotros ahora no comeríamos; pero esas personas fueron las que construyeron los edificios más maravillosos del mundo, y por tanto ‘Los pilares de la Tierra’ es una historia de personas que se elevan por encima de su condición. Si hay alguna enseñanza moral que aprender es que la gente que vive en condiciones humildes puede construir algo que dure toda la eternidad.-Ahora no tenemos la necesidad de construir catedrales. -No, pero queremos mandar a un hombre a la Luna… Es algo muy similar; se hace por otro tipo de razones científicas, pero también hay algo más. Queremos ir a la Luna por lo que supone de reto.«Lo que me interesa es comprender cómo hemos llegado hasta aquí. La vida era muy distinta en la Edad Media. Nadie era libre, muy pocos tenían estudios. Y me gusta comprender los distintos cambios que han ido produciéndose a lo largo de los siglos» -¿Puede ser que nuestras catedrales estén hoy en la pantalla de un ordenador?-No creo, es demasiado fácil. Por ejemplo, la Sagrada Familia se ha terminado hace poco después de cien años. No creo que nada de lo que hay en un ordenador pueda compararse con construir una catedral o ir a la Luna.-Como escritor, ¿le preocupa la inteligencia artificial?-Tengo en mi teléfono la aplicación ChatGPT y le pedí que escribiera el primer capítulo de una novela al estilo de Ken Follett. Cuando lo leí vi que era muy, muy malo. Es cierto que la inteligencia artificial sabía algo de mi trabajo. Era una historia donde había un duque que congregaba a las gentes de distintos pueblos, y era algo que ocurría muy lejos; es decir, elementos que aparecen en mi trabajo, en mis obras, pero era aburrido, estaba todo lleno de estereotipos. Pensé que podía seguir estando seguro un ratito más.-¿Cuánto le lleva el trabajo de investigación para una novela?-Normalmente durante un año escribo lo que es la planificación del libro y hago la mayor parte de la documentación. Durante el segundo año escribo el borrador y el tercer año lo reescribo todo. Éste es más o menos mi proceso de trabajo.-¿Por qué le interesa tanto la novela histórica, por qué busca en otros tiempos la conexión con nuestros días?-Lo que me interesa es comprender cómo hemos llegado hasta aquí. La vida era muy distinta en la Edad Media. Nadie era libre, muy pocos tenían estudios. Y me gusta comprender los distintos cambios que han ido produciéndose a lo largo de los siglos. Cómo la gente ha ido luchando por su libertad. Se inventaron máquinas que consiguieron que la gente fuera más rica, las mujeres lucharon por lograr el sufragio universal y lo consiguieron… Todos esos avances, todos estos derechos que tenemos: la libertad de expresión, la libertad religiosa… Me interesa saber cómo ha ocurrido.-Hay un refrán en España que dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, usted no cree en él, ¿no?-En absoluto. Hay gente que me dice ¿en qué periodo de la Historia le hubiera gustado vivir? Y mi respuesta es: en ninguno de ellos. En primer lugar, si hubiera vivido hace 50 años, no tendría una televisión gigantesca; sería pequeña y la imagen se vería verde. Es un ejemplo tonto, pero es un ejemplo. Ahora todo el mundo puede ver una obra de teatro, una serie o una película en casa. Antes, solamente se podían permitir ir al teatro los ricos. La gente normal y corriente no podía permitirse el lujo de comprar una entrada. En 1952, la televisión norteamericana emitió ‘Hamlet’, y ese día vio la obra un número mayor de gente que el que la había visto desde que Shakespeare lo escribió. Eso es algo maravilloso, es un avance enorme.«Le pedí que escribiera el primer capítulo de una novela al estilo de Ken Follett. Cuando lo leí vi que era muy, muy malo; era aburrido y estaba lleno de estereotipos»-¿Y qué es lo que no le gusta hoy, qué cambiaría?-En los últimos cincuenta años, los debates políticos, tanto en los periódicos como en la televisión, se han convertido en algo infantil. En 1971 empecé a trabajar como periodista en un periódico, y los veteranos eran muy estrictos con nosotros los jóvenes. Había que saber deletrear los nombres de la gente y no tener faltas de ortografía. Y si uno cometía una falta de ortografía, solo una, te decían: ‘mira, Follet, si tú cometes un error ortográfico, los que te leen van a pensar que cometes errores todo el tiempo. A los jóvenes nos daba mucho miedo cometer errores. Hoy los periódicos y las televisiones han cambiado por completo. Se informa sobre muchas cosas que no son verdad.-Ayer precisamente una importante agencia difundió la muerte de un escritor, Fernando Aramburu, y era una noticia falsa…-¡Guau! Eso le ocurrió a Mark Twain, pero él siempre fue muy divertido y contestó así: «las noticias sobre mi muerte son exageraciones». Hoy lo más importante es la prisa, tiene razón. Ese ha sido un cambio a peor.-¿Está trabajando en un nuevo libro?-Estoy terminando una novela que trata sobre la construcción de Stonehenge hace 4.000 años; la gente en Europa no sabía escribir, no existía la rueda, no se les había ocurrido utilizar ni caballos ni ganado para arrastrar las piedras. ¿Cómo entonces la gente de aquel entonces movió esas rocas tan grandes? Para averiguarlo tendrá que leer el libro.
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Ken Follett: «En los últimos cincuenta años, los debates políticos se han convertido en algo infantil»
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