Entre tanta magnificencia que atesora Córdoba por su cogollo monumental, su impronta pasaba desapercibida ante los ojos extasiados. Una tapia, la puerta de un cocherón y algunas banderas institucionales permitían que el escrutinio no fuera para un caserón perdido. Pero hemos de convenir que … el traslado a los Jardines de los Patos de la que era Biblioteca Provincial ha resituado a este edificio con mucho más poso histórico en sus entrañas que en su funcional fachada en Amador de los Ríos. Sobre los restos del alcázar del califa, un poco de estilo gótico, un mucho neobarroco y un resto convencional. Sin quererlo ha pasado de la gris discreción al foco como la clave de bóveda de un intercambio de piezas y aspiraciones institucionales de calado.
Fue cerrar la puerta el conserje y echarse las llaves al bolsillo y ponerse a trabajar los despachos de la Consejería de Cultura y la Universidad de Córdoba para atar bien atada la herencia. No sin antes pasar por sede juntera la Real Academia y hasta un grupo de estudiosos del arte califal para interesarse por las instalaciones. Cuentan las malas lenguas que la Junta pensó en un primer momento montar allí un archivo…, no histórico, sino de papeles con membrete sin más. Pero alguna mente de mucho sentido común que hay en la estructura del Gobierno andaluz de Córdoba levantó la mano para llamar la atención sobre la tropelía. Ni por el sitio en que está enclavado ni por las opciones de uso futuro merecía tal escarnio. Y así hemos llegado al punto de fricción versallesca -pero tensión latente- por el que Cultura se ha pergeñado el traslado del Museo de Bellas Artes en una más que notable solución, y la UCO insiste con fundamento en hallar una salida provisional al encorsetamiento de Filosofía y Letras, pese a que ha gastado 2,5 millones de euros en comprar la Zona Militar para darle esos metros cuadrados. Una cuestión que llegará más tarde que pronto al precio de 20 millones de euros.
El dilema institucional está servido. La Junta de Andalucía, aunque es quien tiene la sartén por el mango, recela de abrir fisuras con la institución académica, que ahora respira cierta desazón por todo lo andado y escrito. Tantas alforjas para este viaje. Pero, de otro lado, la Junta sabe que el Bellas Artes urge una salida ante el clamoroso abandono del Gobierno sobre una colección cordobesa que puesta de punta en blanco en este punto de la exuberancia monumental, sería la guinda del pastel. Un revulsivo para la ciudad. Además de otra ventana abierta para una posible ampliación y mejora futura del Museo Julio Romero de Torres, con el que comparte ahora estrecheces.
Debiera imperar el sentido común, pero también la conversación y el entendimiento. Puede que no sean tan incompatibles ambos requerimientos. O sí, según el afán de cada parte. Al menos merecería la pena sentarse a hablarlo.
