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La Chiclayo humilde que ya explota los menús «que comió el Papa»: cerdo frito, arroz de pato, ceviche de tollo y café pasado

by Marko Florentino
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«Hoy en nuestra ciudad / te recordamos con alegría / donde veneramos tu simpatía / junto a tu innata humildad / dejas pasos de inmortalidad / como faro y atalayo».

La primera décima de Neiser Duberly Ascurra, apodado El romántico zañero (Zaña es una población cercana a Chiclayo), sirve para medir el orgullo huracanado desatado en Perú, especialmente en la patria chica del antiguo obispo Robert Prevost. La ciudad de Chiclayo y buena parte del distrito de Lambayeque celebran la elección de su antiguo obispo. Sus poetas escriben décimas y sus músicos componen cumbias, como aquella que adelanta: «Qué bonito, qué bonito, todo lo que Roberto hizo».

Robert Prevost, el padrecito Roberto o monseñor, que de todas las formas le llaman hasta que se acostumbren a lo de Papa, no sólo es un chiclayano más tras décadas como misionero y obispo en la zona. También es la nueva bandera que ondea con fuerza esta parte del Perú, que se siente olvidada por Lima.

Qué mejor forma que recordar sus huellas que a través de la Ruta del Papa, que es como ya llaman a la iniciativa puesta en marcha por las distintas administraciones y los gremios empeñados en el asunto. «¿Para qué le vamos a cambiar el nombre si ya todo el mundo la llama así?», convenció David Cárdenas, subgerente de Cultura y Turismo de la Alcaldía de Chiclayo, al resto de reunidos en la negociación que avanzó la iniciativa.

Las huellas profundas dejadas por el misionero marcan este nuevo camino, además de la convicción por sumar una alternativa turística y religiosa a las agencias de viaje y a los influencers. En Medellín permanece la senda de Pablo Escobar y en Lima despereza la de Vargas Llosa, ¿por qué no la de Prevost en Chiclayo?

En el Palacio Municipal ya se exhibe desde el viernes, en tiempo récord, una muestra museográfica con imágenes gigantes del Papa en los momentos más impactantes de su obispado. Incluye sus recorridos en los tiempos apocalípticos de la pandemia, «cuando el oxígeno tenía más valor que el oro», recuerda Cárdenas. Gracias al empeño de Prevost se pusieron en marcha dos plantas de oxígeno. También hay imágenes de los comedores populares, donde tanta hambre se sació, incluida la de los emigrantes venezolanos.

Es el Chiclayo de León XIV, que antes de serlo dormía en las pequeñas y humildes habitaciones enrejadas cerca de la catedral de la localidad costera.

Es el Chiclayo de León XIV, que antes de serlo dormía en las pequeñas y humildes habitaciones enrejadas cerca de la catedral de la localidad costera.Daniel Lozano

La Alcaldía es vecina de la Catedral, el corazón de la Ruta del Papa. Hasta la capilla donde rezaba Prevost todas las mañanas han acudido desde Lima Víctor Aparcana y José Caycho, trabajadores aeroportuarios. Ya visten las camisetas con el rostro de Prevost, que se venden en el centro de la capital, y han desayunado frito de chancho en uno de los sitios favoritos del antiguo obispo. Poco importa que el primero sea agnóstico y el segundo, católico poco practicante. «Cuando le vimos en televisión, nos dio tanto orgullo por nuestro país. Nos hemos desviado en un viaje de trabajo, había que pasar por Chiclayo», confiesan los dos amigos, de los primeros turistas en inaugurar la ruta.

Pero no son los únicos. Tanto Las Américas como el Trébol, dos restaurantes colindantes a la Catedral, reciben estos días a nacionales y extranjeros empeñados en saber qué desayunaba o merendaba el Papa, quien acudía de vez en cuando a sus locales. «Tal y como lo ves ahora, así se comportaba. Siempre humilde y sencillo», asegura a Crónica Rodrigo Couto, al frente de Las Américas, que contaba la ventaja de la amistad de Prevost con su abuela, fundadora de las Admiradoras del Santísimo.

ENAMORADO DE LA COCINA PERUANA

El Papa es un amante de las delicias gastronómicas del norte de Perú, empezando por el cerdo frito que ya comieron Aparcana y Caycho para seguir con el arroz de pato, el cabrito y el ceviche de tollo (familia del tiburón), variante de la zona. Nunca faltaba el café pasado, la forma tradicional de prepararlo en las zonas cafeteras. El café molido se filtra en una especie de tetera con dos compartimentos, proceso que termina con un extracto que luego se mezcla con agua al gusto. Espectacular.

A muy pocos metros está el Obispado, una vivienda sencilla en la que también dormía Prevost y que formará parte de la ruta. En la pequeña tienda anexa a la Catedral desaparecieron pronto unas estampas firmadas por el obispo antes de irse a Roma, pero a buen seguro los rosarios y cruces de ahora se multiplicarán si el Papa decide visitar Perú en los próximos meses.

«El sincretismo religioso popular está muy arraigado en esta zona del país. En eso nos parecemos a los mexicanos», desvela a Crónica Janet Cubas, alcaldesa de Chiclayo, quien tiene ante sí el reto de mejorar las infraestructuras de la Ciudad de la Amistad, como la llaman, para lo que necesita la inversión del Estado. Un desafío enorme. «Hemos sufrido 15 años de postergación», insiste para este periódico.

La última encuesta de Ipsos dejó un dato que parece inverosímil: el apoyo popular en esta zona del país a la presidenta Dina Boluarte es del 0%.

La Catedral y sus alrededores sólo son la primera parada de un viaje a las entrañas de la cultura preincaica mochica. Las Tumbas Reales de Sipán y sus más de 2.000 piezas de oro son uno de los grandes hitos arqueológicos del continente, el contrapunto perfecto antes de asomarse a la parroquia de Santa María Magdalena, en Ciudad Etén, a 15 kilómetros.

El Papa en persona defendió en 2019 ante su antecesor la asombrosa historia del milagro de Etén, que ya produce peregrinaciones y mucho fervor para los peruanos. La leyenda cuenta que la primera aparición tuvo lugar hace cuatro siglos, cuando decenas de fieles presenciaron cómo el rostro del Niño Jesús aparecía sobre una forma consagrada.

Este «milagro eucarístico», que Prevost defiende como un regalo para el país andino, forma parte de su imaginario popular. Así lo confirman la multitud de altares improvisados en la localidad, un punto imprescindible no sólo en la Ruta del Papa, también en lo que fue su vida en la zona.

La Iglesia de San Pedro en Monsefú, el Santuario de la Virgen de la Paz, la Iglesia de Santa Lucía de Ferreñafe, la de San Pedro de Lambayeque o el convento de San Agustín en Zaya completan la parte más religiosa de la ruta papal. En todas ellas trabajó a fondo el padrecito Roberto, cuyo principal legado fue la cercanía y el trabajo en pro de ese pueblo que acude con fe a sus iglesias.





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