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la dieta de las ‘tres hermanas’

by Marko Florentino
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Desde hace unos años, el concepto de Blue Zones o zonas azules se ha convertido en un tema recurrente en medios de comunicación, investigaciones científicas y hasta conversaciones cotidianas sobre salud y bienestar. Se trata de regiones del mundo en las que, por motivos aún no del todo explicados, se concentra una elevada proporción de personas que superan los 90 e incluso los 100 años con buena calidad de vida. Las cinco zonas identificadas son Okinawa (Japón), Ikaria (Grecia), Loma Linda (California, EE. UU.), la isla de Cerdeña (Italia) y la península de Nicoya en Costa Rica.

A pesar de estar geográficamente alejadas entre sí y pertenecer a culturas muy diferentes, estas comunidades tienen algunos elementos en común que han despertado el interés de expertos en longevidad. Desde patrones de alimentación hasta formas de organización social o la importancia del ejercicio diario moderado, todo parece apuntar a un estilo de vida más coherente con el ritmo natural del cuerpo humano. La idea de que la longevidad no es tanto una cuestión de genética como de hábitos ha calado hondo y muchas personas observan estas zonas como fuentes de inspiración.

No es de extrañar, por tanto, que el estilo de vida de estos lugares haya generado una auténtica fascinación. Las zonas azules despiertan el deseo de replicar sus recetas y sus rutinas. Todo como si con ello se pudiese replicar también la posibilidad de vivir más tiempo. Sin embargo, lo realmente valioso es entender el contexto completo en el que se da esta longevidad y cómo factores aparentemente simples —como lo que se come a diario o la forma en la que se relacionan con el entorno— podrían ser decisivos para llegar con salud a edades avanzadas.

El ejemplo Nicoya: la ‘blue zone’ de Costa Rica

Nicoya, una región semitropical situada al noroeste de Costa Rica, se ha convertido en un modelo digno de estudio para quienes analizan el envejecimiento saludable. No en vano, no existen estudios concluyentes que confirmen al 100% que vivir en una zona azul garantiza una vida más larga. Sin embargo, se han identificado patrones comunes entre sus habitantes que podrían favorecer una longevidad superior a la media. En Nicoya, estos elementos se ven reforzados por factores ambientales, culturales y sobre todo alimentarios. De hecho, puede sorprender que exista esa longevidad en territorios de países no tan desarrollados. Como sucede en la blue zone de Nicoya, en Costa Rica.

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Península de Puntarenas, en Nicoya. ©Instituto Costarricense de Turismo.

Uno de los primeros aspectos que destacan los investigadores es el entorno físico. Se trata de una región con acceso a agua limpia rica en calcio, alta exposición al sol (lo que mejora la síntesis de vitamina D) y escasa contaminación. A ello se suma una vida activa, pero sin excesos, con desplazamientos a pie y tareas agrícolas diarias que mantienen el cuerpo en movimiento. Además, las relaciones familiares y sociales están profundamente arraigadas, lo que contribuye al bienestar emocional y mental.

Sin embargo, uno de los puntos más llamativos es la dieta. En Nicoya, se sigue una alimentación sencilla, local y basada en ingredientes de temporada. Este patrón alimentario combina carbohidratos complejos, proteínas vegetales y una buena cantidad de fibra y antioxidantes. No es una dieta restrictiva ni de moda, sino fruto de una tradición campesina que ha perdurado durante generaciones. Esta forma de comer está representada simbólicamente por un trío de alimentos que allí conocen como las tres hermanas. Sumadas harían entender, al menos en parte, el éxito de Nicoya como blue zone.

En qué consiste la dieta de ‘las tres hermanas’

En la tradición agrícola de Centroamérica, especialmente en Nicoya, se conoce como las tres hermanas a un trío fundamental en la dieta: calabaza, maíz y frijoles. Esta combinación no es casual, ya que desde hace siglos se cultivan juntas en un mismo campo siguiendo una técnica ancestral de cultivo complementario. Más allá del simbolismo, su valor nutricional también es notable: juntas proporcionan una fuente completa de proteínas vegetales, además de vitaminas, minerales y antioxidantes.

El maíz, preparado normalmente en forma de tortillas, tamales o sopas, es un hidrato de carbono complejo que aporta energía de manera sostenida. La calabaza, rica en betacarotenos y baja en calorías, es un potente aliado antioxidante. Y los frijoles —habitualmente negros— completan el menú con proteínas, hierro y fibra. Esta base se complementa ocasionalmente con huevos, arroz, frutas tropicales como papaya o guayaba, y pescado fresco, cuando está disponible. La carne roja, los ultraprocesados y el azúcar refinado apenas tienen cabida en el día a día de Nicoya como blue zone.

Esta dieta no solo es equilibrada, sino que tiene una carga calórica ajustada a la actividad física habitual de sus habitantes. Al no incluir alimentos altamente procesados ni azúcares en exceso, el riesgo de enfermedades crónicas como diabetes tipo 2 o hipertensión se reduce notablemente. No es que la alimentación de Nicoya sea una fórmula mágica para alcanzar los 100 años. Lo que se apunta es que constituye una base coherente con un estilo de vida saludable que permite al cuerpo envejecer de forma más eficiente.

Ahora bien, no conviene caer en simplificaciones. Comer como en una zona azul no garantiza, por sí solo, una vida más larga. La longevidad es un fenómeno complejo que responde a una interacción de muchos factores: genética, ambiente, contexto social y emocional, además de la alimentación. Lo que nos enseñan las zonas azules como Nicoya es que, en lugar de buscar una receta milagrosa, quizá deberíamos mirar hacia un modelo de vida más sencillo, más humano y más sostenible. Y en ese modelo, la comida es solo una parte —aunque importante— del todo.



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