Todo el mundo llegó este miércoles a la comparecencia en el Congreso del ministro de Economía, Carlos Cuerpo, exhibiendo su “mano tendida”. Todo el mundo salvo Vox, claro, empeñado en atribuir lo que llama “campaña arancelaria” a cualquiera menos a Donald Trump, cuyo nombre incluso evitan pronunciar los portavoces ultras. Los demás, también el PP, aseguraron que su mano está dispuesta a estrechar la del Gobierno por el bien de los españoles. Cuestión aparte es hasta dónde se concretará esa retórica. Singularmente por el lado de los populares, que evitan aclarar cuál será su posición ante el primer decreto de medidas del Gobierno aduciendo supuestas nuevas concesiones al independentismo catalán.
La jornada parlamentaria había comenzado con la sesión de control al Gobierno en el exaltado clima de costumbre: aplausos, abucheos, diputados de la oposición hablando de corruptelas y prostitutas en el Gobierno, ministros denunciando insultos fuera de micrófono de diputados de la oposición… Cuando, tres horas después, llegó el primer debate monográfico y extenso sobre la guerra comercial, pareció confirmarse uno de los sucesos extraordinarios que ha desencadenado Trump: su nombre cae como un relajante en el hiperventilado clima político español.
El responsable económico del PP, Juan Bravo, uno de los portavoces más mesurados de su partido, compareció con delicadeza redoblada para mostrar esa “mano tendida”. Luego fue desgranando críticas menores, como que solo se hayan aprobado préstamos y no ayudas directas o que se haya excluido a Vox de las conversaciones. Remató con una advertencia: “Si empiezan a hacer juegos políticos, nos iremos de las negociaciones”.
Los populares basan su sospecha en el anuncio de Junts de que ha logrado la garantía del Gobierno de que el 25% de las compensaciones a empresas irá a compañías catalanas. Ese porcentaje se correspondería con el peso de las exportaciones de Cataluña a EE UU dentro del total de las españolas. Tal cosa no aparece especificada en el decreto con las primeras medidas publicado este miércoles en el BOE y que el Congreso deberá convalidar antes de un mes. Bravo, para fundamentar su denuncia de un nuevo contubernio del Gobierno con los independentistas, aludió a que el texto final del decreto incluye modificaciones que no constaban en el borrador que se le hizo llegar al PP.
Cuerpo, tras un primer regate a la cuestión y ante la insistencia del diputado popular, aclaró el alcance de esas modificaciones. La más sustancial ha sido añadir que el cálculo de las exportaciones de cada empresa se hará sobre la base del balance de 2024. Un atisbo de socarronería asomó en el tono del ministro cuando añadió que también se ha sustituido en una frase la palabra discrecionalidad por arbitrariedad. Y, ya rozando el sarcasmo, completó que se han reemplazado dos puntos por un punto en la exposición de motivos y se ha suprimido una preposición “de”. En su escaño, Bravo gesticulaba y asentía, como dando a entender que Cuerpo corroboraba sus denuncias.
Junts, en su estrategia de presentarse como el vencedor de todos los pulsos con el Gobierno, echó un cable al discurso de los populares. Su diputado Josep Maria Cruset se ufanó de haber frenado la “recentralización de recursos” que, según él, preparaba el Ejecutivo. Aunque matizó que tampoco ha obtenido un “privilegio”: “Cataluña se lleva lo que es de los catalanes, ni más, ni menos”. Gabriel Rufián, de ERC, que no deja pasar ni una a eso que llama la “derecha catalana”, descalificó como “una mentira” las supuestas concesiones que dice haber arrancado Junts.
Desde que sustituyó a Nadia Calviño, el ministro Cuerpo ha estado prácticamente fuera del radar del PP. Ante los buenos datos macroeconómicos del país, los populares preferían llevar su oposición por otros terrenos más truculentos. Lo de este miércoles fue casi una puesta de largo para Cuerpo, que se presentó con un discurso típico de un responsable de Economía: 45 minutos de consideraciones muy técnicas que no dieron pie ni a los aplausos de los suyos ni a las protestas de los de enfrente. Destacó que las medidas de Trump carecen de “racionalidad económica”, presumió de que el Gobierno reaccionó “a las 12 horas” y prometió perseverar en el diálogo con las fuerzas políticas y los sectores afectados, así como en propiciar una postura común en la UE: “Es el momento de Europa, de defender nuestro ADN común”.
José María Figaredo, de Vox, puso tal empeño en culpar a Pedro Sánchez de las represalias comerciales de EE UU que acabó elevándolo a la categoría de “líder de la oposición global a Trump”. Por lo demás, soportó un considerable chaparrón, inaugurado por Manuel Lago, de Sumar, quien se dirigió así a la bancada de los ultras: “¿Ninguno de ustedes se avergüenza de lo que está haciendo su partido? Extraños patriotas que cuando su país es agredido se ponen del lado del agresor”. Los destinatarios de la reconvención ni balbucearon un murmullo.
Lago también prometió que no se permitirán despidos de trabajadores en empresas beneficiarias de ayudas, asunto sobre el que incidieron otros portavoces de grupos de izquierda, como Néstor Rego, del BNG, quien aprovechó para alertar contra las consecuencias del acuerdo de libre comercio con Mercosur. Con distintas intensidades, las fuerzas políticas fueron mostrando su “mano tendida”, desde la disposición de Oskar Matute, de EH Bildu, a pactar un “programa de mínimos”, hasta la apelación de Alberto Catalán, de UPN, a buscar la “unidad, sin postureos ni frivolidades”, o a Cristina Valido, de CC, que reclamó atención especial a las islas por su condición periférica.
También abundaron las referencias a la necesidad de procurar una “respuesta coordinada” de la UE, en palabras de Idoia Sagastizabal, del PNV, quien preguntó —sin lograr respuesta— si Bruselas se plantea gravar a las grandes tecnológicas estadounidenses. Sobre eso mismo, Matute no preguntó, lo pidió expresamente. La voz más crítica volvió a ser la de Podemos, que, por boca de Noemí Santana, insistió en medidas tan drásticas como expropiar a los fondos de inversión norteamericanos con intereses inmobiliarios en España.
Cuerpo contestó a todos ellos, pero su mensaje final fue dirigido especialmente al PP por sus reticencias al acuerdo: “Tenemos que ser valientes. Nos toca”.